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Diario de un reportero
Sábado 19 julio, 2014

Presos por escribir

•Escribir desde la cárcel
•Los escritores suicidas

DOMINGO
El cronista suicida

Un dí­a, mi nieto descubrió el gozo y el deleite, el placer indescriptible, que significa leer en silencio y escuchar música con audí­fonos. ¡Me gustó! dijo.
Y, bueno, si la lectura es una buena prosa, rí­tmica, sonora, unas olas desembarcando en la arena, una gaviota volando en altamar, las hojas de unos árboles movidas por el viento, entonces, el gozo es mucho mayor.

Luis Velázquez

Por ejemplo, la prosa del escritor escandinavo, Stig Dagerman, con su libro de crónicas periodí­sticas intitulado “Otoño alemán”, que reporteara a los 29 años de edad en Alemania para describir las ciudades en ruinas luego de la Segunda Guerra Mundial.

Llamado el niño prodigio, nacido en una ciudad cerca de Estocolmo en 1923, Stig Dagerman se suicidó en 1954, a la edad de 31 años, luego de haber publicado cuatro novelas, cuatro obras teatrales, más un volumen de novelas cortas, cuentos, ensayos y poemas y su obra periodí­stica.

Durante cinco años guardó un silencio literario impresionante. Lo rompió dos años antes de suicidarse con una obra maestra.: “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable”.

Y sus crónicas tienen el ritmo y el bamboleo literario, digamos, de la prosa de Rubén Darí­o, el poeta nicaragí¼ense considerado el músico de la palabra.

LUNES
Jack London y Hemingway

Jack London fue reportero y cronista y escritor. Ernest Hemingway lo reconocí­a como su maestro.

Hemingway, igual que London, fue un aventurero de la vida. London, se trepaba al ring a boxear con los mejores, igual que Hemingway. Iba de cacerí­a, igual que Hemingway. Exploró el continente asiático, mientras Hemingway, el africano.

London reporteó la invasión norteamericana de 1914 en Veracruz, mientras Hemingway fue soldado en la primera y la segunda Guerra Mundial. Las mujeres pasaron por la vida de London como en un carrusel de caballitos, igual que con Hemingway.

London publicó unos 25 libros, igual que Hemingway. Practicaba el mayor número de deportes, igual que Hemingway.
London fumaba unos 60 cigarros al dí­a. Hemingway todos los dí­as se emborrachaba. London escribí­a con lápiz a mano, igual que Hemingway.

Aunque London estuviera en la selva y/o en el hospital escribí­a mil palabras diarias, igual que Hemingway, quien, incluso, las anotaba cada dí­a para mantener el ritmo y la disciplina.

London tení­a 50 libros preferidos, de cabecera, que a cada rato releí­a. Hemingway tení­a cien.

En las noches que podí­a, London se encerraba con trabajadoras sexuales de los paí­ses y ciudades donde andaba en la aventura literaria y periodí­stica y sus mujeres preferidas eran las orientales. Hemingway preferí­a a las mujeres parisinas, pero también, a las actrices norteamericanas.

MARTES
El par de suicidas

Jack London muere el 22 de noviembre de 1916. Dejó dos hijos. Las versiones son que se suicidó. En varias de sus novelas, el suicidio es recurrente. Un biógrafo dijo: el escritor aventurero, con una vida fascinante repleta de mujeres, se quitó la vida.

Ernest Hemingway murió en a madrugada, mejor dicho, hacia el amanecer del 2 de julio de 1963. Dejó tres hijos. Se suicidó. Se pegó un tiro en la boca con la misma escopeta que utilizaba para cazar tigres y leones en ífrica.

Un tí­o de Hemingway se suicidó. Una sobrina se suicidó. En sus novelas, el suicidio también desfila como rueda de la fortuna, como ruleta rusa. Así­, el discí­pulo, Hemingway, reprodujo en todo, en casi todo, al maestro, London.

Claro, unos biógrafos dicen que London murió por una sobredosis de medicamentos a partir de una enfermedad dolorosa: uremia.

Otros, en cambio, aseguran que London se suicidó. De Hemingway, ninguna duda cabe. Se quitó la vida, igual que Willyam Styron, el gran novelista norteamericano amigo de Carlos Fuentes, en un viaje a la depresión. “Viaje a la oscuridad” le llamaba Styron.

MIÉRCOLES
Pocos polí­ticos suicidas

Escriba el lector por curiosidad en google la categorí­a de escritores suicidas. En automático aparecerá lista interminable. 70 páginas, dice.

Luego, escriba polí­ticos suicidas. Paradoja, sólo nueve páginas.

Después escriba, digamos, artistas suicidas. 36 páginas.

Caray, en todo caso debiera ser al revés. 70 páginas… de polí­ticos suicidas, mientras apenas, apenitas, nueve páginas de escritores suicidas.

Inverosí­mil: de acuerdo con google, entonces, los polí­ticos son los hombres más felices del planeta. Pocos, excepcionales se quitan la vida.

En cambio, abundan los escritores infelices. Más proclives que todos los oficios del mundo a la crisis, digamos, existencial.
Muchos, la mayorí­a, gente aprehensiva que se entristece, por ejemplo, si el dí­a está lluvioso y brumoso y/o si el canario enjaulado en el patio de la casa ha dejado de cantar.

En la lista de Wikipedia aparece, por ejemplo, un escritor, entre otros, originario de Veracruz. De Córdoba. Jorge Cuesta. El más lúcido intelectual de su tiempo dijera Octavio Paz, premio Nobel de Literatura, su amigo.

Por fortuna, si de consuelo sirviera, en la misma página de Jorge Cuesta aparece Séneca. También Malcolm Lowry. Todos suicidas. Digo, si de grandezas hablamos…

JUEVES
Una reportera en la cárcel

Lenka Reinerová (1916-2008) nació en Praga. Reportera y escritora. Y activista social. Enfrentó a las fuerzas policí­as y oscuras de José Stalin en su patria. Cuando las tropas nazis invadieron Checoslovaquia huyó a Parí­s. En Parí­s también fue encarcelada en el campo de mujeres.

En México vivió durante varios años y fue amiga de Frida Kahlo y Diego Rivera y parte de los españoles exiliados.

Después de la Segunda Guerra Mundial regresó a Praga. Pero el gobierno padecí­a fobia por los crí­ticos y disidentes. Y ví­ctimas de las depuraciones estalinistas la encarcelaron durante 15 meses, en los que escribiera un libro, su experiencia en la prisión. Se llama “Todos los colores del sol y de la noche”.

En la cárcel, escribe, lo más importante es nunca, jamás, olvidar el color y la frescura del sol y la quietud y el color de la noche.

Pero también tener y sentir la confianza de la gente “para estar y sentirse vivo, para seguir viviendo”.

Sus novelas y cuentos fueron importantes. Pero más su periodismo. Un periodismo crí­tico a José Stalin y Adolfo Hitler y a sus soldados.

La noche más larga y más oscura en la historia de la humanidad.

VIERNES
Presos por escribir

Porfirio Dí­az Mori encarceló al periodista, activista social y polí­tico, Ricardo Flores Magón, en 41 ocasiones y, no obstante, siguió publicando su periódico Regeneración.

También envió a prisión durante 36 ocasiones al periodista Filomeno Mata, el director y dueño del periódico El Diario del Hogar, donde Flores Magón imprimí­a su periódico revolucionario.

Y nunca, jamás, los acalló.

El presidente Gustavo Dí­az Ordaz ordenó incendiar las instalaciones y oficinas de la revista Por qué?, de Mario Menéndez Rodrí­guez, y luego lo exilió en Cuba; a su regreso fundó una nueva revista con el nombre contestatario de Por esto?
El presidente Luis Echeverrí­a ílvarez asestó un golpe de estado contra don Julio Scherer Garcí­a cuando era director de Excélsior, el único periódico crí­tico de la época… y que, además, lo incomodaba.

La junta militar de Argentina ordenó a los magnates periodí­sticos cerrar las puertas de sus medios al escritor y reportero Rodolfo Walsh, y entonces, imprimí­a sus textos en un mimeógrafo y los repartí­a de casa en casa, ejerciendo a plenitud, feliz, su legí­timo derecho a expresarse.

La vida es así­ y solo así­ puede seguirse empujando la carreta todos los dí­as…


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