Y como dijera el procurador de memoria imborrable, todos a huir a las regiones montañosas, a las cuevas rupestres de otras entidades federativas.

Su tiempo en la tierra jarocha, la tierra de Agustí­n Lara y Paquita la del barrio, de Yuri y Olivia Gorra, de Salma Hayek y Ana de la Reguera, ha terminado.

Lo sentimos por las molestias que les pudiéramos generar.

Adiós, adiosito, señores malandros y malosos.

Y si alguna duda tuvieran lean y relean las maravillas de los dos mil nuevos muchachitos integrantes de la Fuerza Civil, que ya desearí­an, por ejemplo, la Gendarmerí­a de Enrique Peña Nieto y la Policí­a Rural de Porfirio Dí­az.

La Fuerza Civil está integrada por chamacos de 20 a 26 años. Mil sacados y entresacados de la Policí­a Estatal. Y los otros mil, graduados con los honores de West Point.

Entrenados por la marina y el ejército, algunos de cuyos miembros han sido señalados con el í­ndice de fuego como autores de la masacre de 22 civiles en Tlatlaya, estado de México.

Además, armados con ametralladoras, lanzagranadas, granados terball de gas, granadas fumí­genas y plumí­feras, de origen italiano, marca Beretta, y alemanas, con mira telescópica abatible y accesorios de visión nocturna.

Otros, más aún, fueron entrenados hasta para buzos. Listos para adentrarse en las aguas templadas y frí­as, con escarpines, cuchillos de buceo, marcadores de bollas, chalecos, compensadores.

Otros más, hasta policí­as paramédicos.

Con sueldos que ningún barón de la Sabedlo, carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, pillos y repillos, ladrones de Frutsis y Pingí¼inos, con la Fuerza Civil les llegó la hora… droga los podrá seducir, deslumbrar, tentar, cooptar.

Más todaví­a, con una moral y una ética a prueba de bomba.

Implacables; pero más, mucho más, implecables que la frase célebre del general ívaro Obregón, el héroe de Enrique Peña Nieto, de que “ningún general resiste un cañonazo de 50 mil pesos” se estrellará en la realidad.

Ahora sí­, se les llegó la hora, malandros y malosos, carteles y cartelitos, ya verán, cabrones, ya verán, hijos de Marí­a Morales como gritaban en la revolución los campesinos huarachudos de Hidalgo y Morelos…

NI EL DINERO DEL “CHAPO” LOS COMPRARí

Todaví­a más, señores, todaví­a más: Desde hoy, la Fuerza Civil es y será una fuerza pública cercana a la sociedad, como dice el comandante de la Academia de Policí­a.

Una Fuerza Civil que reforzará a la policí­a estatal para combatir y abatir a la delincuencia.

Que buscará la confianza ciudadana por aquello de que se le tiene más miedo, temor, pánico, horror, a un policí­a que a un ladrón.

Que trabajará con toda la inteligencia del mundo… en vez de dar coletazos.

Que se coordinará con las corporaciones policiacas como las policí­as de Proximidad Tají­n (¿qué es eso, Silvita?), tránsito, transporte, marí­tima y de Montura.

Y que cohabitará con los niños en las escuelas en un patrullaje sin antecedente en la historia policiaca y delictiva del llamado “estado ideal para soñar”.

Ni hablar, señores del mal para el bien nacidos, oh Manuel Acuña con tu permisito, el dí­a “D”, el dí­a de la derrota de Waterloo, su Waterloo, ha llegado.

Ni el dinerito dejado por “El viceroy”, ni por “El Lazca”, ni por “El chapito”, alcanzarí­a para comprar la lealtad y la conciencia de uno solo, uno solo, uno solo de los dos mil elementos de la Fuerza Civil.

NUEVE POLICíAS PARA CADA UNO DE LOS 212 ALCALDES

Sabedlo, pues, sabedlo, oh Dí­az Mirón, “soberanos y vasallos, próceres y mendigos”, la Fuerza Civil ha llegado.

¡Hosanna, hosanna!

Desde hoy, todos podrán vivir en paz.

Todos y cada uno de los 8 millones de habitantes de Veracruz saldrán otra vez a la calle, en la tarde, en la noche, a tomar un lecherito en el café, al cine, a la disco, al bar, al prostí­bulo.

Nadie será molestado.

Los malandros han empacado sus cosas y emigrado en estampida, como búfalos, de Veracruz.

¡Y ay de quienes pretendan desafiar a la Fuerza Civil!

En su osadí­a y temeridad llevarán la penitencia y seguirán cargando sus pecados.

Así­ pues, si de aquí­ pa”™lante un ciudadano habrá de temer será… a la ley Bala Bermúdez, aquella que criminaliza la protesta social.

También, claro, a la ley Enrique Ampudia, aquella que condena a cinco años de cárcel a quienes bloqueen las ví­as de comunicación, es decir, los caminos del norte y del sur y del este y oeste de Veracruz.

Por eso, nadie desde hoy podrá lamentarse de vivir en un infierno.

Es más, hasta en las tiendas Oxxo podrán descansar y sonreí­r, porque cuando los malandros robaban frutsis y pingí¼inos, pues de pronto se volvieron melindrosos, también lo dejarán de hacer.

¡Ah, un datito!

Son dos mil elementos de la Fuerza Civil que divididos entre 212 municipios… cada alcalde recibirá nueve nuevos policí­as de la Gendarmerí­a de Arturo Bermúdez, mientras el resto, 192, serán utilizados para emergencias.

Y porfis, que ningún edil se queje de que necesita más de nueve elementos de la Fuerza Civil.

Por el contrario, que agradezca a la astróloga de los Llanos de Sotavento que cuando menos tales les enviaron.

Adiós, pues, adiosito, carteles y cartelitos, malandros y malosos, pilluelos y raterillos.

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