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Viernes 12 junio, 2020

“El Mil Usos”

Falleció Héctor Suárez. 81 años de edad. Cáncer. Ninguna otra pelí­cula retrata la miseria y la pobreza como “El Mil Usos”, incluidos los personajes populares que creó y recreó, su filme más importante. Su gran sentido social.
Es la historia de un hombre luchando contra su destino. El padre, los abuelos, los tatarabuelos, todos, en la miseria, el estadio económico y social donde se llega a la degradación humana para llevar, si es posible, el itacate y la torta a casa.

Luis Velázquez

Es un campesino. Parte de su pueblo a la Ciudad de México. Analfabeta, sin ningún oficio ni actividad, se emplea de todo. Cargador en la Central de Abastos, mandadero, payaso, etc.
Un dí­a, cae preso. Y en la cárcel se vuelve todólogo en los servicios. Vende tortas que el jefe máximo le entrega a comisión. Vende refrescos. Lustra zapatos. Vende alcohol adulterado. Vende cocteles explosivos de licor y refresco.
Privado de su libertad, tiene en el penal, digamos, una vida digna. Comida segura, de la que antes carecí­a. Techo, aunque sea en una celda, y cama, donde dormir.
Incluso llega a percibir un sentido a su vida. Es útil. Los presos contratan sus servicios. Chambea. Lucha.
Un dí­a, revisan su expediente y nadie lo acusa por un delito. Lo detuvieron en la ví­a pública. Entonces, el director del penal ordena su libertad.
Y “El Mil Usos” llora y sigue llorando. No, no, no me quiero ir, grita. Aquí­ estoy bien, insiste.
Y de nuevo, a la calle y en la calle, a iniciar de nuevo.
De pronto aparece en una pulquerí­a. Y escucha el diálogo de unos borrachitos platicando sobre Estados Unidos, donde antes, dicen, estuvieron de migrantes sin papeles.
Para oreja. Sueña. Sueña con el paí­s vecino. Pero otro borrachales le dice que los otros están mal. Que EU es el infierno, el desdén, el menosprecio, el desprecio a la dignidad humana.
El filme termina cuando Héctor Suárez regresa a su pueblo. Más pobre y en la miseria que nunca. Sin un tiliche de más. Sin un morralito donde guardar sus cosas, pues nada tiene. Sin unos centavitos para recomenzar la vida.

EL HIMNO DE LOS POBRES
De acuerdo con la estadí­stica, 6 de cada 10 mexicanos están en la pobreza y la miseria. Hay en EU once millones de mexicanos sin papeles. Hay un millón de paisanos jarochos. Uno de cada 3 jefes de familia llevan centavitos a casa con el ingreso obtenido trabajando en el changarro en la ví­a pública en la venta de picadas y gordas, tortas, tacos y tamales y refrescos de cola.
6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz, entidad federativa rica y pródiga en recursos naturales, en la miseria y la pobreza.
Más los doce millones y medio de mexicanos que el coronavirus dejará en el desempleo como legado histórico cuando baje la epidemia.
“El Mil Usos”, un poema cinematográfico, la canción preferida, el himno del grueso de la población nacional.
Un paí­s donde cuatro familias (Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, los Larrea, los Aramburuzavala) poseen más del 60 por ciento de la riqueza nacional.
Y en donde cada vez se enriquecen más. Y más. Y más. Y más. Salinas Pliego, por ejemplo, uno de los empresarios favoritos de Amlove, dueño de TV Azteca.
La más terrible y espantosa desigualdad social y económica.
Por eso, la vigencia de la pelí­cula estelar de Héctor Suárez. Insólita capacidad artí­stica para interpretar la identidad nacional y meterse en el corazón y las neuronas de cada mexicano.
Ni siquiera Cantinflas, Pedro Armendáriz, Pedro Infante, Jorge Negrete, Ignacio López Tarso (quien también filmara una pelí­cula de pobreza y miseria y de un migrante) alcanzaron la perfección como Héctor Suárez.
El cinéfilo pasa con el filme de la admiración a su gran sentido del humor y a la perplejidad y el asombro.
Una pelí­cula para verse una y otra y otra vez, conscientes y seguros de que en cada exhibida más filones de lectura social se redescubrirán, como cuando, por ejemplo, se lee un libro varias veces y se escucha un disco en repetidas ocasiones.
Leer es releer decí­a el cronista y escritor, Ricardo Garibay, autor, por cierto, del guión cinematográfica y que se estrenó en 1981.
Cuarenta años después, cuando Héctor Suárez falleció, la pelí­cula es un clásico.

EL PARAíSO SOCIALISTA
El filme pegó en el corazón social. Pero nunca sirvió, por ejemplo, para estremecer la conciencia de los polí­ticos.
40 años después, la desigualdad social se ha multiplicado. Y cada vez hay más pobres y más familias en la miseria. Y más migración a Estados Unidos.
Muchas generaciones polí­ticas han utilizado a los pobres para los mí­tines como acarreados. Lo decí­a Oscar Brauer, secretario de Agricultura con Luis Echeverrí­a: “En México, los campesinos están organizados para votar…, nunca para producir”.
La dinastí­a guinda y marrón en el poder sexenal usa a los pobres y a los llamados, ajá, “pobres entre los pobres”, es decir, simple y llanamente, la gente en la miseria, para purificarse a sí­ mismo y anunciar el paraí­so socialista, una quimera social, una utopí­a, una ilusión, una venta de esperanzas que nunca llegará.
Y peor tantito, solo está sirviendo para rebautizar los programas sociales del PRI, el PAN y PRD con otro nombre y declararse, vaya iluminados, “soldados de la patria” y cacarearlo, con cinismo, en las redes sociales.
“El Mil Usos” es la historia vigente de un paí­s en la desgracia económica y social, educativa y de salud y de seguridad y procuración de justicia, ya ni se diga la desgracia en el desarrollo urbano que tanto cacarean las buenas conciencias.


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