Tres. Sacrificó al director del ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, Antonio Lorenzo Vázquez Portilla, con todo y que podí­a reelegirse.
Cuatro. Despidió y abrió expediente penal a la ex titular del IVAI, Instituto de Acceso a la Información, Yoli Garcí­a.
Cinco. Doblegó y arrodilló al diputado local de MORENA, insumiso y rebelde, Magdaleno Rosales Torres, el candidato que hiciera campaña como Heberto Castillo Martí­nez, trepado en los autobuses de pasajeros.
Seis. Endulzó la vida y llenó de esperanzas al diputado federal, Héctor Yunes Landa, y nunca le cumplió.
Siete. Exhibió a su Barbie de Liverpool, y luego la archivó en una oficina de la secretarí­a del Medio Ambiente.
Ocho. Dejó fuera de su paraí­so terrenal, castillo de arena, trono imperial y faraónico, su reino sexenal, a su amigo de sueños de la izquierda, compañero de pachangas, enfermo de Sida.
Nueve. Desató la guerra más feroz en contra del ex Fiscal azul, elegido por el Congreso local para 9 años, Jorge Wí­nckler.
Once. Redujo a cero al ex Fiscal Anticorrupción, elegido por 9 años por los diputados locales, Marcos Even Torres Zamudio.
En tan poco tiempo, Cuitláhuac se llama, derrotó a Huichilobos. Huitzipolochtli reducido a una caricatura infantil.

CLUB DE ADORADORES DE QUETZALCÓATL
También, claro, es un Quetzalcóatl, el dios amado, el dios respeto, el dios temido, incluso.
Uno. El sí­ndrome de Moctezuma II apabullado por Hernán Cortés, el club de adoradores del í­dolo sexenal, el tlatoani, el gurú, el chamán, el mero mero, el dador del bien y del mal, el mandamás, encarnado, por ejemplo, en la senadora de la república, la profe Gloria Sánchez, descubriendo y denunciado en el Congreso federal una conspiración periodí­stica en contra del góber de Amlove, presta a “lanzar su espada en prenda” porque “los valiente no asesinan”.
Dos. Mientras Leslie Garibo ninguna palabra de gratitud pronunció para Huichilobos, la ex directora del DIF “le tiró incienso”. Es mi amigo, dijo.
Tres. El diputado Maleno Rosales reducido al silencio con un cargo en MORENA. Y solo por ahí­, una vez, dos veces quizá, un vientecillo ligero nomás pa”™no dejar.
Cuatro. El secretario General de Gobierno, Éric Cisneros Burgos, el campeón de la urna con incienso coleccionando parcelas de poder.
Cinco. El delegado federal, Manuel Huerta. “Soy leal”… a Huichilobos.
Seis. El diputado local, José Manuel Pozos Castro, arrojando incienso “a tiro por viaje”, todo por el hijo, subsecretario de Finanzas y Planeación, y de paso, quizá, ajá, soñando con la candidatura de MORENA a presidente municipal de Tuxpan, su pueblo, para, digamos, cerrar el cí­rculo iniciado como lí­der electricista y después como legislador federal, amiguito de Raúl Salinas de Gortari, el creador, entre otros, del lí­der yaqui, Margarito Montes Parra.
Siete. El diputado Rubén Rí­os, presidente de la Mesa Directivo de la LXV Legislatura, declarándolo su héroe universal.
Ocho. El jefe máximo de la Junta de Coordinación Polí­tica de la LXV Legislatura, Juan Javier Gómez Cazarí­n, porque, además del poder conferido, maneja el billete oficial.
Nueve. El secretario de Educación, Zenyazen Escobar, quien de legislador local lo sentó en el trono de Enrique Rébsamen, Enrique Laubscher, Rafael Delgado, Carlos A. Carrillo, Adolfo Mota y Flavino Rí­os Alvarado, los próceres de la pedagogí­a.

FEROZ LUCHA ENTRE HUICHILOBOS Y QUETZALCÓATL
Es el tlatoani. El gurú que como dijera Cavafis, necesita vibrar “con el sentimiento de la vanidad y la grandeza”, la vida sabadaba en medio del tiradero de cadáveres.
El poder polí­tico es todo. El historiador Enrique González Pedrero lo describió como “el paí­s de un solo hombre” contando la vida de Antonio López de Santa Anna, 3 veces gobernador de Veracruz y quien a cada rato se aburrí­a, nombraba un interino y se iba de pueblo en pueblo con una mulata sabrosa a bailar salsa, apostar a los gallos y meter duro y tupido al whisky y el cogñac y el sexo.
Y mientras el jefe máximo dura encumbrado, un ejército de aduladores lo empalaga, pero le gusta, los hijos de Quetzalcóatl, y si en el camino hay disidentes, entonces, ahí­ está Huichilobos.
Así­ ha ocurrido siempre, siempre, siempre en la historia. El general Rafael Leónides Trujillo, dictador de la República Dominicana, tuvo sexo con mil mujeres, y el conquistador de Asia, Alejandro Magno, murió luego de diez dí­as consecutivos de una orgí­a con mujeres y mulatos, doncellas y efebos, cortesanas y homosexuales y bisexuales, cortesanas y eunucos, competente que era el muchachito, la locura fifí­ por tragarse la vida de un mordisco.
Para su fortuna, el góber de Amlove apenas lleva un año y 4 meses y 18 dí­as en el poder sexenal y por delante resta mucho tiempo para que su altar de Huichilobos y Quetzalcóatl siga multiplicándose, sin pudor ni rubor, sin limitaciones ni cordura, con el acelerador metido hasta el fondo.
Allá que los 6 millones de habitantes de Veracruz en la miseria y la pobreza (indí­genas, campesinos y obreros, clase media baja, sigan en la jodidez.
La vida es tal y ni modo que en un sexenio sea dignificada creyéndose el redentor de la patria chica.
La 4T… que se joda.
Falta determinar si Huichilobos derrota a Quetzalcóatl o Quetzalcóatl a Huichilobos, el águila a la serpiente, la serpiente al águila, como escribiera Sergio Pitol de José Vasconcelos.