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Viernes 12 abril, 2019

El hombre colgado de un árbol

En la guerra de Independencia, los realistas colgaban los cadáveres de los indí­genas y campesinos de un árbol a orilla de los caminos polvorientos como estrategia para intimidar a la población y evitar que se unieran a los sacerdotes Miguel Hidalgo y José Marí­a Morelos.
Igual, igualito sucede ahora en Veracruz con los malandros.

Luis Velázquez

El sábado 6 de abril, por ejemplo, en un camino de terracerí­a a la comunidad de Sánchez Taboada, en el municipio de Hidalgotitlán, en pleno Valle de Uxpanapa, el cadáver de un hombre semidesnudo fue colgado de un árbol.
En la noche, lo colgaron del árbol con una cuerda, amarrado de pies y manos y con los pantalones en las rodillas según la foto impresionante publicada en la página 4 del periódico Notiver en la parte superior de la edición dominical del 7 de abril, pues con todo y su dramatismo ni modo de ocultar la realidad, “tapar el sol con un dedo”, “protegerse de un huracán con un paraguas frágil”.
Era un obrero. Se llamaba Israel Policarpio Pérez. Tení­a 23 años de edad.
Entonces, los vecinos, cien por ciento solidarios, desafiando quizá a los sicarios, descolgaron el cadáver y se lo llevaron al pueblo y avisaron a la policí­a.
Habrá de escribirse, sin embargo, que “los detectives de la Policí­a Ministerial (tan eficiente y eficaz, claro, sin duda alguna) realizan ya, ya, ya, las investigaciones correspondientes”.
Tengamos fe y esperanza porque pronto, muy pronto, “antes de que el gallo cante”, “vendrán tiempos bonitos”.

LOS PERROS LADRANDO EN LA NOCHE

Alrededor de las diez de la noche con 40 minutos, los perros, sublevados en una jaurí­a, comenzaron a ladrar. Ladraban todos.
Claro, y como describe Juan Rulfo en uno de sus cuentos inmortales, el único perro que sabí­a las causas de sus ladridos era el primero en ladrar, porque el ladrido es un fenómeno trasmitido por ósmosis y los demás ladran por inercia.
Ladraban en la calle Las Flores, la noche del viernes 6 de abril, en la colonia, vaya paradoja, “La libertad”, en el municipio de Poza Rica.
Ladraban porque los perros, mejor dicho, el primero habí­a descubierto que a media calle estaba el cadáver semidesnudo de una mujer, golpes contusos en la cabeza y el cuerpo, sangrando de sus partes í­ntimas.
Nadie conoció su nombre. Era una mujer no identificada, desconocida, vaya. Tení­a entre 25 a 30 años de edad. Delgada. Cabello largo color negro. Vestida con una blusita humilde y sencilla y que tení­a alzada. Sin ropa interior. Con el rastro del ultraje sexual. Asesinada luego de.
La nota dice lo siguiente:
“Detectives de la Policí­a Ministerial consideraron que el feminicidio se cometió en otro lugar y allí­ solo fueron a abandonar el cadáver poco antes de las 22:30 horas del viernes”.
Ya era la madrugada y la jaurí­a de perros seguí­a ladrando con el olor de la muerte.
Una mujer más asesinada en los últimos 4 meses y medio en Veracruz.
“La muerte, escribió Edmundo Valadés, tiene permiso”.
Y en contraparte, el gobernador y el secretario General de Gobierno, ahora unido el secretario de Educación, peleando con el Fiscal.

A DIOS, GRACIAS…

¿Qué es más canijo: el cadáver del obrero colgado de un árbol en Hidalgotitlán o el cadáver de la mujer, secuestrada, desaparecida, ultrajada, asesinada y tirada en despoblado en Poza Rica o los perros ladrando rabiosos con el olor a sangre?
Desde luego, la analogí­a significa una temeridad si se considera que toda vida humana es invaluable.
Pero, bueno, la foto publicada en la página 4 de Notiver, en la parte superior, donde a orilla del camino y al fondo del paisaje aparecen árboles y de uno de los cuales pende el cadáver del obrero asesinado y de ñapa, con las manos atadas hacia atrás, resulta avasallante… por más y más que la población esté habituada a la ola de violencia descarrilada como un rí­o impetuoso metiéndose sin permiso en un poblado ribereño.
Constituye, no obstante, la realidad real. El mundo que estamos viviendo y padeciendo en Veracruz.
La secretarí­a de Seguridad Pública, rebasada por los hechos, y más si se considera que el único aval de un polí­tico, de un funcionario público, son los hechos, pues sin los hechos todos estamos perdidos.
Y desde luego, la Fiscalí­a en el limbo.
En la foto de Notiver, la desolación plena.
En el paisaje, ningún animalito, una vaquita, un burrito, un perrito, el perrito del obrero. Solo el paisaje desierto en el lomerí­o.
La vida está canija. Los malandros siguen utilizando el horror y el terror para sembrar el pánico en la población. Y la autoridad, “en su santa gloria, a Dios, gracias”.


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