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Miércoles 29 agosto, 2018

Pesadilla inacabable

Hay tres jóvenes desaparecidos, entre tantos otros, que dado el activismo de sus padres abrirí­an más la caja de Pandora con todos sus males y estremecerí­an al Veracruz de las elites polí­ticas.
Uno, el caso del “DJ Patas”, el hijo de la vocera del Solecito, señora Lucí­a Dí­az Genao.
Dos, el caso de Gibrán, el cantante de “La Voz México”, cuyo padre ventila el caso en tribunales internacionales.

Luis Velázquez

Y tres, los cinco jóvenes originarios de Playa Vicente, levantados en Tierra Blanca, unos, todo indica, asesinados y disueltos en ácido, cuyos padres siguen luchando en tribunales extranjeros, pues igual como los otros padres, desde hace rato perdieron la esperanza.
Y en los tres casos, las pistas llevan a la alianza de los carteles y cartelitos con polí­ticos, jefes policiacos y policí­as y que terminó en la desaparición forzada.
Incluso, tal “delito de lesa humanidad” que nunca prescribe, cimbró ya la piel y la entraña del ex gobernador Javier Duarte y de su secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, al grado de luego enseguida cuando fue puesto en el carril polí­tico y mediático levantaron la mano para declararse inocentes.

ASESINOS FíSICOS, PERO MíS INTELECTUALES

Gibrán, por ejemplo, un dí­a duartiano fue secuestrado en Xalapa. Luego, durante varios dí­as, desaparecido. Después, ante la protesta de sus padres, su cadáver apareció encajuelado en un automóvil en la vieja carretera de Veracruz a Xalapa, a la altura del poblado de “Conejos” y que lleva a Huatusco.
Y de principio a fin, su padre ha señalado a la policí­a de Bermúdez como la presunta culpable.
El padre, primero, luchó en el foro local. Después, en el nacional. Ahora, y desde hace ratito, en el foro internacional.
Y la lucha sigue y está, digamos, en proceso, y los padres solo tendrán tranquilidad cuando lleguen “a las últimas consecuencias”.
Por lo pronto, el gobernador electo ha reiterado que esclarecerá todas las desapariciones y crí­menes ocurridos en sexenios anteriores, a partir, digamos, de Javier Duarte.
Y destapar la caja de Pandora significa seguir la pista tanto a los homicidas fí­sicos como intelectuales, sobre todo, éstos últimos, pues pocas, excepcionales ocasiones, la justicia llega a ellos, y por lo regular se detiene en los criminales fí­sicos.
Solo así­, digamos, podrí­a aspirarse a la posibilidad de la llamada Cuarta Transformación de México que tanto cacarea AMLO, y más ahora con las fotos de Benito Juárez, Francisco Ignacio Madero y Lázaro Cárdenas en su búnker de la Ciudad de México.
Ya se verá…pues de tantas promesas y expectativas se termina quedando mal con todos.
Y más, como en el caso de Gibrán, pues el procurador de Justicia de entonces, Felipe Amadeo Flores Espinoza, consignó a los policí­as y a su jefe, Marcos Conde, por privación ilegal de la libertad, pero en ningún momento por asesinato y desaparición forzada.
Y tal acción se parece, por ejemplo, al raro y extraño cambio de la Procuradurí­a General de Justicia de la República, PGR, con el delito de delincuencia organizada a Javier Duarte por el delito de asociación delictuosa y que le permitirí­a llevar el proceso penal en libertad.

RIESGO DE IMPUNIDAD

En el caso de los cinco chicos de Playa Vicente quedó clara la mano de un delegado de Seguridad Pública, Marcos Conde, a las órdenes de Arturo Bermúdez, y que antes habí­a desempeñado el mismo cargo en la región de Cardel, tiempo cuando ocho policí­as de Úrsulo Galván fueron desaparecidos…hasta la fecha.
Cierto, y por ahora, Marcos Conde y los ocho policí­as participantes en el secuestro y desaparición están presos, según se ha dicho en el boletí­n oficial.
Pero falta, primero, precisar la ubicación penitenciaria de todos ellos, y segundo, los expedientes penales detallando el avance en el proceso penal, y/o si ya fueron sentenciados.
Claro, un expediente penal es la Biblia y si en el expediente hay elementos comprobables que involucren, por ejemplo, a Bermúdez Zurita, entonces, la ley procederá, pero si las declaraciones fueron borradas, entonces, una vez más, y de ser así­, la impunidad ganarí­a la batalla.

“AHí NO ME METO. ES TIERRA DE NARCOS”

El hijo de la señora Dí­az Genao fue desaparecido en el puerto de Veracruz. Se lo llevaron de su apartamento.
Un dí­a, en su búsqueda (búsqueda solitaria porque la Procuradurí­a se hizo tonta y pecó de negligencia) informó a Flores Espinoza que en Cardel habí­a sido ubicada la camioneta de su hijo.
Entonces, el Procurador le dijo:
“Ahí­ no me meto. Es tierra de narcos”.
Y se cruzó de brazos. Y le valió.
Y su hijo todaví­a sigue desaparecido, igual, digamos, que unas treinta mil personas que también han tenido el mismo destino según cálculo del Solecito, aun cuando la diputada local, Marijose
Gamboa Torales, sostiene que son quince mil y la Fiscalí­a de Jorge Wí­nckler que apenas, apenitas, ajá, llegan a unos 3 mil 500.
Ahora, la esperanza familiar de cientos de secuestrados y desaparecidos están en el góber electo y en AMLO, el presidente electo, con todo y que los famosos foros sobre las ví­ctimas han despertado excesiva inconformidad.
Pero más allá de la posibilidad, ellos (los padres de Gibrán, DJ Patas y los chicos de Playa Vicente) siguen tocando puertas en foros extranjeros, pues simple y llanamente, ya perdieron la fe en las instancias locales.
Y de igual manera como AMLO podrí­an acoger y repetir su frase bí­blica de que “¡Al diablo… las instituciones!”.


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