El otro Duarte
•El góber padrísimo de Veracruz es uno ante Enrique Peña Nieto y el gabinete federal, otro ante su equipo legal y ampliado, y otro ante el ciudadano común y sencillo que sufraga en las urnas y paga impuestos como buen contribuyente
•Amable y cordial, jacarandoso y dicharachero con los suyos, otro karma habría si tal actuara ante la población
Luis Velázquez
Héctor Fuentes lee el periódico La jornada/México y se detiene en la página 16. En la parte superior una foto. El presidente de la República y el gobernador de Veracruz. En Poza Rica. El día aquel, lunes 20 de octubre, cuando fuera relanzado el programa Prospera. Dice la leyenda: “Sin hambre… Veracruz prospera”. ¡Qué maravilla, qué pensamiento tan profundo!
En la foto, Enrique Peña Nieto felicita a Javier Duarte por la Fuerza Civil, su Gendarmería jarocha.
El presidente tiene la mano izquierda en el hombro derecho del góber. La mano derecha de Peña Nieto atrapada la mano derecha del góber.
El presidente mira al gobernador, de frente, a los ojos, y lo felicita. Pero el góber mantiene los ojos cerrados, cerrados, cerrados, en señal, claro, de humildad, como por ejemplo, Pedro Páramo ordenaba a los campesinos lo miraran: con los ojos cerrados.
“Gracias, señor presidente, gracias” le estaría diciendo el góber, la cara inclinada, respetuosa, institucional, ante el tlatoani, el jefe máximo de la población priista de la República.
Un instante, un segundo de inmortalidad y de gloria que por nada se puede cambiar. Ni tampoco, desde luego, comparar. “Un orgasmo de felicidad” diría Lady Bermúdez, por ejemplo.
Es un Duarte diferente al que, por ejemplo, se mira y advierte en la mayor parte de las fotografías mediáticas. El rostro, siempre demudado. Los ojos, siempre a la defensiva, como blandiendo la espada, navajas que pinchan, cuchillos que traspasan.
Incluso, la mirada… como si nunca hubiera tenido razones ni para ser feliz ni tampoco para disfrutar la tarea de gobernar y ejercer el poder.
Es más, como si el resto del mundo estuviera en su contra y él viviera cada día entre la espada y la espada.
Como si de plano le irritaran los pendientes y, por tanto, fragmentara el mundo en decenas de añicos: él y los otros, él y los demás.
GOOGLEAR UN RATITO EN SU PíGINA…
Podría un curioso navegar un rato en google. Googlear como dice el clásico. Y escribir el nombre de Duarte y buscar sus imágenes.
Así, redescubriría el mundo aquí narrado.
Hay muchas, muchísimas gráficas, el 90 por ciento oficiales, editadas con pulcritud por la dirección de Comunicación Social del gobierno de Veracruz, donde el llamado góber padrísimo aparece sonriente. Con barba y sin barba. Atrás de un micrófono y en la reunión con políticos federales.
Y en todos los casos, feliz, contento, realizado, con sus iguales, sus pares.
Incluso, quienes han platicado con él en corto aseguran que es un joven afable, cordial, risueño, con el feeling del jarocho para el pitorreo, la chunga y el desmadre, capaz de contar chistes que hacen reír al interlocutor.
Pero, al mismo tiempo, oh paradoja, pareciera que su vida camina sobre espinas todos los días.
Una cara, un trato, con sus homólogos, por ejemplo, los gobernadores de la CONAGO.
Otra actitud ante el presidente de la República.
Otra, ante uno que otro secretario del gabinete legal y ampliado.
Y otra, diferente, y diferente de manera radical, con la población que pide, solicita, mendiga, un servicio público, un acto de justicia, el fin de la impunidad, el alto a los secuestros y desaparecidos, el pago de una deuda oficial.
Un Duarte bipolar que con una facilidad pasmosa y asombrosa muda de forma de ser y actuar y operar y reaccionar.
Es más, y como en el caso de Peña Nieto en Poza Rica, ni siquiera mira al presidente cuando el presidente lo mira a los ojos.
Duarte, en señal de humilde obediencia, un jesuita ante Dios, cierra los ojos, porque como dice el relato bíblico: “Señor, no soy digno de que vengas a mí”.
Menos, de que me felicites por el deber cumplido.
Tampoco, porque yo soy más feliz estando a tu lado.
OTRO GALLO NOS CANTARíA…
Y es que si Javier Duarte templara su voluntad como decía Fernando Gutiérrez Barrios…
Y domeñara su carácter como lo pedía el obispo de los jóvenes en el siglo XX, el húngaro Tihamer Toth (1889-1931)…
Y se convirtiera en discípulo de Luis Donaldo Colosio por aquello de las virtudes cívicas con que un político está obligado a gobernar…
Y copiara la enseñanza de Nelson Mandela y de José Mujica, el presidente de Uruguay, de que primero y siempre está la gente, la población que todos los días vive con sencillez y que es, al final del día, la más leal, entonces…
Sólo entonces si con la misma sonrisa y la misma actitud con que trata a sus iguales y al tlatoani presidencial se relacionara con la gente… lograría una buena química, un buen karma.
Y, por tanto, en vez del cortocircuito que hoy se vive y padece entre el gobierno de Veracruz y el ciudadano común todos viviríamos en el “estado ideal para soñar” y hasta terminaríamos creyendo que el destino común es que la tierra jarocha será el Houston de México y la Arabia Saudita de América Latina.