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Crónicas
Viernes 24 octubre, 2014

El otro Duarte

El góber padrí­simo de Veracruz es uno ante Enrique Peña Nieto y el gabinete federal, otro ante su equipo legal y ampliado, y otro ante el ciudadano común y sencillo que sufraga en las urnas y paga impuestos como buen contribuyente
Amable y cordial, jacarandoso y dicharachero con los suyos, otro karma habrí­a si tal actuara ante la población

Luis Velázquez

Héctor Fuentes lee el periódico La jornada/México y se detiene en la página 16. En la parte superior una foto. El presidente de la República y el gobernador de Veracruz. En Poza Rica. El dí­a aquel, lunes 20 de octubre, cuando fuera relanzado el programa Prospera. Dice la leyenda: “Sin hambre… Veracruz prospera”. ¡Qué maravilla, qué pensamiento tan profundo!

En la foto, Enrique Peña Nieto felicita a Javier Duarte por la Fuerza Civil, su Gendarmerí­a jarocha.

El presidente tiene la mano izquierda en el hombro derecho del góber. La mano derecha de Peña Nieto atrapada la mano derecha del góber.

El presidente mira al gobernador, de frente, a los ojos, y lo felicita. Pero el góber mantiene los ojos cerrados, cerrados, cerrados, en señal, claro, de humildad, como por ejemplo, Pedro Páramo ordenaba a los campesinos lo miraran: con los ojos cerrados.

“Gracias, señor presidente, gracias” le estarí­a diciendo el góber, la cara inclinada, respetuosa, institucional, ante el tlatoani, el jefe máximo de la población priista de la República.

Un instante, un segundo de inmortalidad y de gloria que por nada se puede cambiar. Ni tampoco, desde luego, comparar. “Un orgasmo de felicidad” dirí­a Lady Bermúdez, por ejemplo.

Es un Duarte diferente al que, por ejemplo, se mira y advierte en la mayor parte de las fotografí­as mediáticas. El rostro, siempre demudado. Los ojos, siempre a la defensiva, como blandiendo la espada, navajas que pinchan, cuchillos que traspasan.

Incluso, la mirada… como si nunca hubiera tenido razones ni para ser feliz ni tampoco para disfrutar la tarea de gobernar y ejercer el poder.

Es más, como si el resto del mundo estuviera en su contra y él viviera cada dí­a entre la espada y la espada.

Como si de plano le irritaran los pendientes y, por tanto, fragmentara el mundo en decenas de añicos: él y los otros, él y los demás.

GOOGLEAR UN RATITO EN SU PíGINA…

Podrí­a un curioso navegar un rato en google. Googlear como dice el clásico. Y escribir el nombre de Duarte y buscar sus imágenes.

Así­, redescubrirí­a el mundo aquí­ narrado.

Hay muchas, muchí­simas gráficas, el 90 por ciento oficiales, editadas con pulcritud por la dirección de Comunicación Social del gobierno de Veracruz, donde el llamado góber padrí­simo aparece sonriente. Con barba y sin barba. Atrás de un micrófono y en la reunión con polí­ticos federales.

Y en todos los casos, feliz, contento, realizado, con sus iguales, sus pares.

Incluso, quienes han platicado con él en corto aseguran que es un joven afable, cordial, risueño, con el feeling del jarocho para el pitorreo, la chunga y el desmadre, capaz de contar chistes que hacen reí­r al interlocutor.

Pero, al mismo tiempo, oh paradoja, pareciera que su vida camina sobre espinas todos los dí­as.

Una cara, un trato, con sus homólogos, por ejemplo, los gobernadores de la CONAGO.

Otra actitud ante el presidente de la República.

Otra, ante uno que otro secretario del gabinete legal y ampliado.

Y otra, diferente, y diferente de manera radical, con la población que pide, solicita, mendiga, un servicio público, un acto de justicia, el fin de la impunidad, el alto a los secuestros y desaparecidos, el pago de una deuda oficial.

Un Duarte bipolar que con una facilidad pasmosa y asombrosa muda de forma de ser y actuar y operar y reaccionar.

Es más, y como en el caso de Peña Nieto en Poza Rica, ni siquiera mira al presidente cuando el presidente lo mira a los ojos.

Duarte, en señal de humilde obediencia, un jesuita ante Dios, cierra los ojos, porque como dice el relato bí­blico: “Señor, no soy digno de que vengas a mí­”.

Menos, de que me felicites por el deber cumplido.

Tampoco, porque yo soy más feliz estando a tu lado.

OTRO GALLO NOS CANTARíA…

Y es que si Javier Duarte templara su voluntad como decí­a Fernando Gutiérrez Barrios…

Y domeñara su carácter como lo pedí­a el obispo de los jóvenes en el siglo XX, el húngaro Tihamer Toth (1889-1931)…

Y se convirtiera en discí­pulo de Luis Donaldo Colosio por aquello de las virtudes cí­vicas con que un polí­tico está obligado a gobernar…

Y copiara la enseñanza de Nelson Mandela y de José Mujica, el presidente de Uruguay, de que primero y siempre está la gente, la población que todos los dí­as vive con sencillez y que es, al final del dí­a, la más leal, entonces…

Sólo entonces si con la misma sonrisa y la misma actitud con que trata a sus iguales y al tlatoani presidencial se relacionara con la gente… lograrí­a una buena quí­mica, un buen karma.

Y, por tanto, en vez del cortocircuito que hoy se vive y padece entre el gobierno de Veracruz y el ciudadano común todos vivirí­amos en el “estado ideal para soñar” y hasta terminarí­amos creyendo que el destino común es que la tierra jarocha será el Houston de México y la Arabia Saudita de América Latina.


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