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Crónicas
03 marzo, 2024

Despertar los cinco sentidos

Peregrinación de Monte Blanco

Eréndira López Rodríguez Facultad de Comunicación Universidad Veracruzana


Son las 4 de la mañana. Escucho cómo cae el rocío de las varas de bambú por el suelo y los pasos de la gente que se dirigen hacia la capilla de mi comunidad Monte Blanco. En el fondo escucho cómo se organizan para la próxima caminata, que como cada año participo, ya que es parte de las fiestas patronales en honor a San José.
Con mi mochila de lona, que yo mismo realicé con abrazaderas de jerga, me dirijo en busca de mis amigos para poder irme con ellos en todo el camino. Dando las 5 de la mañana salimos rumbo al Triunfo, lugar donde iremos por la flor.
En el trayecto voy preparándome mentalmente para aguantar todo el recorrido. En la parte de atrás puedo escuchar cómo vienen algunas personas con sus caballos, por el ruido calculo que son como 50 caballos. En la parte de adelante va la camioneta que dirige a las personas, donde también van nuestras pertenecías como cobijas, comida, botiquín, ya que estaremos tres días...

fuera de casa.

En el camino se puede observar que ya se está asomando el amanecer, lo sé por los cantos de los pájaros y el cielo que se empieza a pintar de rosa pastel, pero he de decir que ir acompañado de mis amigos lo disfruto más, pues pasar por los cerros y ver el amanecer es como si se detuviera el tiempo; las risas que suenan de fondo y el relajo que traemos es una experiencia que nunca se me ha olvidado, pues desde los 6 años llevo asistiendo a esta tradición.

Cerca de las 8 de la noche llegamos al Triunfo, un pueblito pequeño, lugar donde vamos a recoger la flor; es en ese momento donde toda la gente del pueblo sale de sus casas a recibirnos y a San José lo llevan en procesión hacia la iglesia, pero yo me apresuro a buscar posada, ya que nosotros les pedimos a los habitantes del triunfo si nos pueden dejar dormir en sus casas. El triunfo siempre me recuerda a mi casa como si estuviera con mi familia, pues así nos tratan, los caseros nos dan de cenar y nos prestan sus camas para dormir sin importar que ellos pasen la fría noche en el piso.

Al siguiente día no me cuesta pararme, pues basta con decir que desde las 7 de la mañana ya se escucha escándalo en la calle, es entonces que subimos al cerro para ir por la flor y aquí empieza otra travesía.

Al llegar al punto nos esperan 5 torton, que son camiones de carga, es entonces que me pongo alerta para ver en cual camión me subiré, porque para poder llegar al destino hay que subir un cerro en esos camiones, los cuales se hacen una hora de camino.

Al llegar al destino donde recolectamos la flor de cucharilla, que es blanca y viene en una bola como si fuera de estambre, ya está haciendo cortada por señores de la tercera edad que tienen experiencia en eso; aproximadamente cada bola de cucharilla pesa de 5 a 8 kilos, pero cabe mencionar que esta flor es como factor bioambiental en peligro de extinción.

Estando ahí ayudo a cortar la flor, se siente un frío que te reseca la piel y un sol que no calienta ninguna parte del cuerpo, pero por las fuerzas que realizo al cortar la flor el sudor recorre por mi tez morena, eso hace que se resbalen mis lentes de sol que me cubren de él.

Pronto acabamos de recolectar la cucharilla y es así que al medio medía bajamos del cerro a comer y como cada año matan ya sea a una res o un cochino para comer todos, la gente baila, ríe, descansa, y más tarde emprendemos camino hacía el Triunfo.
Llegando al lugar les agradecemos a las personas que nos dieron posada y les damos una ofrenda, normalmente yo les llevo fruta, como plátanos, mandarinas, café, todo cultivado de Monte Blanco, como muestra de agradecimiento.

Dan las 5 de la tarde y emprendemos camino de regreso a Monte Blanco, pero esta vez toca dormir en otro pueblito llamado Xololoyan, lugar donde el tiempo no pasa, pues aún hay casas de madera, la gente sale a pasear a su ganado, el río pasa por el pueblo y el bosque los rodea; siempre hay un clima frío, con neblina.

Llegamos a Xololoyan cerca de las 6 y, como ya es costumbre, el comité que organiza las fiestas en Monte Blanco hace una comida para todos los que venimos en este recorrido. Una vez terminado volvemos a buscar posada con los locales, y es para este punto que los pies me empiezan a doler, los tengo hinchados y se me empiezan a marcar las ampollas.

Como mi abuelo es arquero, así se les dice a las personas que hacen los arcos florales, aprovecha el tiempo para pelar las bolas de cucharilla o hacer algún arreglo.

Llega el tercer y último día, pues es momento de regresarnos a casa, saliendo aproximadamente a las 8 de la mañana de Xololoyan nos dirigimos a Monte Blanco de nuevo y es aquí donde empieza la agonía.

En el trayecto se puede observar cómo la gente va cansada caminando por la carretera a la orilla de ella, si algún peregrino se lastima lo suben a la camioneta, pero si alguien pide que lo suban por cansancio la gente le empieza a criticar o hacerle burla.
Son casi medio día y no aguanto mi cuerpo, la bola de cucharilla que cargo pesa 6 kilos, los pies los tengo hinchados o incluso reventados de tanto caminar, la sed me invade ya que venimos en carreta y no hay una tienda. Mis amigos vienen cansados, ya nadie habla, ni siquiera sé si todos los peregrinos venimos o alguno se quedó en el camino, pues en mi mente lo único que pasa es poder llegar a casa.

Pero es así cuando veo la recta y se trata de la entrada a Teocelo, lugar donde esperamos a todos los demás para después bajar a Monte Blanco.

Lo único que pasa por mi mente es “lo logré”, pude llegar aquí, caminar 55 kilómetros, aunque puedo decir que la devoción a San José me ayudó.

Al llegar a Teocelo esperamos a los demás en una calle sentados en la cuneta, la gente del pueblo sale a ver la llegada de nosotros, comemos y empezamos a descansar; otros empiezan a tomar.

Cerca de las 4 de la tarde ya todos los peregrinos llegan y la camioneta que venía atrás es la que se encarga de ver que nadie se haya quedado en el camino, pues mi familia me decía que en los 90s hubo gente que se perdió en el monte.

Es entonces que nos empiezan a formar para bajar hacia Monte Blanco y en la bulla se escucha cómo empieza a tocar una banda. En ese momento es como si me enchufaran a la corriente de luz, porque mi cuerpo empieza a bailar y a brincar hasta el cansancio y mi dolor de pies se va, pues es una euforia estar rodeado de mucha gente mientras brincan y disfrutan que se logró la misión.

Al llegar a Monte Blanco me pongo sentimental al ver a toda mi gente recibirnos con aplausos y rosas, es algo que se agradece, nos reciben con alegría.

Nos dirigimos a escuchar la misa y la bendición, porque bien dicen en mi pueblo: “Si no te quedas a misa es como si tu plegaría no hubiera funcionado”.

Al concluir la misa le damos a San José las rosas que nos regaló la gente como forma de ofrenda.

Bajo hacia mi casa, y me motiva ver que mi familia me mima después de 3 días de no estar con ellos, me siento a comer y platicamos. Me siento feliz y agradecido, que incluso me calientan agua con sal para poder lavar y descansar mis pies.

Una vez traída la flor para el arco floral se empieza hacer, el cual dura una semana en realizarlo, ya que la fiesta se festeja el día del Santo y es cuando se le da un recorrido al arco junto con San José por las principales calles de Monte Blanco hasta llegar a la iglesia.


12 comentario(s)

Abigail Martínez 06 Mar, 2024 - 19:06
Leer historias que te encienden el corazón, enchinan la piel y dejan una sonrisa en el rostro es maravilloso.

Gracias Eren.

Georgina elena Calte tapia 05 Mar, 2024 - 04:57
Wao excelente,que hermoso y emotivo relato de como es exactamente la travesía con amor a San Jose, espero algún día poder estar en mi pueblito para poder tener esa hermosa experiencia. Muchas gracias ???? bendiciones ????.????????????.

Maricruz 05 Mar, 2024 - 04:41

Gracias por compartir ???? muy interesante

Maricarmen Mendoza 05 Mar, 2024 - 03:26
Muchas gracias por tan bonito relato de mi Monte Blanco, es así como me imagino lo viven los caminantes y como lo vivimos nosotros que los esperamos a su regreso a casa , esperemos que nuestra tradición siga por muchos años más.

Alfredo Rodríguez 05 Mar, 2024 - 03:18
Gracias Erendira, por compartir tu crónica tan vívida. Gracias por hacernos sentir esas tradiciones que nos dan identidad. Gracias por darnos la posibilidad de vivirlo, aunque no estemos ahí.

Gracias Erendira por compartir esta reseña y crónica de una tradición que da identidad a nuestro pue 05 Mar, 2024 - 03:14

05 Mar, 2024 - 03:13
Excelente relato

Estephany 05 Mar, 2024 - 03:11
Un gran realto que nos lleva a vivir tal tradición a través del escrito, gracias por compartir un poco de las tradiciones de Veracruz que siguen vivas

Miriam Cuevas 05 Mar, 2024 - 03:09
Increíble conocer a detalle... Todo el esfuerzo

Julio López 05 Mar, 2024 - 01:54
Un relato q te transporta a ese momento tan bonito y tradicional de ese lugar.
Excelente redacción

Irma López 05 Mar, 2024 - 00:53
Un relato muy bien explicado para las personas que desconocíamos toda esta travesía, no sabía que iban y regresaban caminando, felicidades y gracias por compartir

Nancy López 04 Mar, 2024 - 23:32
Exelente relato, nos lleva a imaginar paso a paso como son las cosas y como una tradición se lleva con fé haciendo que perdure por años entre sus habitantes.

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