Realidad descarnada
Meseros: 4 meses sin trabajar. Vendedores ambulantes: 5 meses sin laborar. Carpinteros, pintores y fontaneros: 3 meses sin chambear.
Trabajadoras domésticas: 3 meses cesantes. Volovaneros: 4 meses sin ventas. Restaurantes: 3 meses y medio con las puertas cerradas. Quebrados doscientos, solo en la franja Veracruz-Boca del Río.
Luis Velázquez
Músicos: 4 meses sin llevar serenata ni tocar y cantar en Los Portales. Cines: 3 meses y medio, cuatro, cerrados.
Compañías constructoras: 4 meses sin poner un ladrillo. Quebradas casi el 80 por ciento. Jardineros: 4 meses pidiendo una chambita a las patronas, y sin resultados.
Panaderos: 3 meses y medio con las ventas en caída libre. Taxistas: mirándose unos a otros desde hace 3 meses.
Choferes de autobuses urbanos: 3 meses trabajando al cincuenta por ciento. Orden oficial de que en los autobuses solo la mitad de pasajeros para, digamos, la sana distancia.
Mendigos y pordioseros: 4 meses sin extender la mano en el crucero. Muchos, la mayoría, acuartelados en sus casas dado que son ancianos, más expuestos que nadie.
Trabajadoras sexuales: 3 meses y medio sin ingresos. Taiboleras y stripperos: viviendo a la quinta pregunta, ofreciendo table-dance a domicilio y virtuales.
Palaperos: 3 meses y medio, casi 4, sin turismo. Quebrados. Productores del campo: dejando que las cosechas queden en el surco. Cero ventas. Cerrados los centros de distribución.
Maestras de la Manualidad: 5 meses sin alumnas. Maestras de zumba en el bulevar: 5 meses sin alumnas. Tardes pasteleras de las señoras: 4 meses, suspendidas.
Venta de pasteles caseros: 4 meses en caída libre. Cero ventas. Changarreros con vendimia de picadas y gordas, tacos y tortas: 4 meses trabajando a la mitad. Incluso, quebrados.
Abogados: 3 meses desesperados. Juzgados, cerrados. Demandas, en el limbo.
Ingenieros: 4 meses mirándose entre sí. Cero obra pública. Cero obra privada. La peor recesión de sus vidas.
Estilistas: 4 meses sin ingresos. Decidieron ya reabrir. Pero…, solo atendiendo una persona por día en el manicure, pedicure y corte y pintada de pelo.
Jardineros: 3 meses y medio, sin chambear. Uber: 2 meses y medio sin laborar, con todo y el servicio a domicilio, que bajó. Las puertas se están reabriendo.
Locatarios: desde hace 5 meses y semanas, bajos los ingresos. Tamseros, empleados de Tamsa: más de dos mil trabajadores despedidos. Incluso, los obreros, protestando en las calles como parte de una resistencia pacífica.
LA VIDA COMO UN COMBATE DIARIO
Los trabajadores informales, los más afectados con la recesión, hija del coronavirus que se vive y padece como la peor pesadilla de la vida.
Y por lo general, trabajadores pertenecientes a las clases bajas y medianas, medianas bajas.
Aquellos que por lo general están sin seguridad social. Sin IMSS. Sin INFONAVIT. Sin derecho a la antigí¼edad laboral para jubilarse y pensionarse.
Y lo peor entre lo peor, expuestos a un despido imprevisto. Sin liquidación como lo establece la Ley Federal del Trabajo.
Aquellos cuyos antecesores se fueron a la guerra de Independencia con Miguel Hidalgo y José María Morelos y alcanzaron trescientos mil muertos.
Aquellos que también lucharon con Francisco Ignacio Madero en la revolución y quedaron a la deriva. Un millón de muertos.
Incluso, cuyos antecesores fueron miembros del ejército de Pancho Villa, la División del Norte, integrada por treinta mil soldados, la mayoría campesinos que ponían una estampita de la Virgencita de Guadalupe en la solapa delantera del sombrero, convencidos que así detendrían las balas y los disparos de los cañones.
Los mismos, cuyos descendientes ahora son trabajadores informales.
Pobres fueron. Pobres son. Pobres seguirán con todo y el paraíso socialista pintada por la 4T, la purificación moral y la honestidad valiente.
Allí, en las clases bajas y medias medias, medias bajas, la recesión está pegando más duro que nunca.
Quincenas, semanas, y al paso que vamos, meses, años que ya, desempleados, sin recibir un ingreso para garantizar el itacate y la torta en casa.
El llamado país de oportunidades. El Veracruz, rico y pródigo en recursos naturales, pero habitado por gente jodida que vive a la quinta pregunta, en el día con día, corriendo al Monte de Piedad para empeñar su único patrimonio, el anillo matrimonial, para alcanzar la quincena o pagar al médico y comprar la medicina en caso de la enfermedad de un hijo, la esposa, los padres ancianos.
Un país, un Veracruz, jodido. Con baja calidad educativa. Pésima calidad de salud pública. Pésima entre las pésimas la seguridad pública y la procuración de justicia.
Más peor, sin posibilidad real, concreta, específica y maciza para el desarrollo humano.
Millones de jóvenes estudiando en la universidad pública y privada soñando con una vida promisoria, pero que nada, absolutamente nada garantice el sueño, la ilusión, la quimera, con una recesión apocalíptica en puerta, además, claro, de que las circunstancias están ultra contra jodidas de por sí.
¡El difícil arte de vivir! escribió Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, desde la trinchera periodística cuando dirigiera en Francia el periódico clandestino, opositor, Combat.
De por sí, la vida era cruda, dura, adversa, ruin y hasta miserable. Y de pronto, caray, llegó la pandemia. Luego, la recesión. Y el descarrilamiento de las empresas, negocios y comercios. Y el desempleo.
La vida, pues, como un combate. Un ring donde hemos de treparnos para agarrarnos a guamazos con todos y por todos. La batalla callejera de las elites, las tribus, las dinastías, los ciudadanos, los jefes de familia, para alcanzar una vida digna…, cada vez, por desgracia, más lejana, ilusoria, utópica, quimérica.