Expediente 2011
Muere de anemia niño pobre de Veracruz
Luis Velázquez
26 de noviembre de 2011

El lunes 21 de noviembre en la localidad ”˜”™Lagunilla”™”™, de la congregación Moyoapan, en el municipio de Ixtaczoquitlán, un adolescente de 14 años de edad, de nombre Alejandro Saúl de Jesús Rosas, murió en la cama de su humilde vivienda, donde la vida le transcurrí­a postrado dí­a y noche.
El menor falleció por una causa, la siguiente:
Anemia.
Y aun cuando desde meses atrás los padres buscaron el apoyo y el consuelo de la autoridad, el silencio, el menosprecio, la indiferencia por la vida ajena fue la respuesta.
Bueno, el dí­a del deceso el agente del Ministerio Público, Pablo Mendizábal Bernal, llegó al poblado para dar fe del cadáver y deslindar así­ ”˜”™toda acción penal”™”™ por si las dudas, digamos, alguien acusaba a los padres de que son pobres por negligentes, y por tanto, culpables de la muerte de su vástago.
Y más todaví­a si nos atenemos a la doctrina social del secretario de Desarrollo Social, Marcelo Montiel Montiel, de que ”˜”™los pobres dejarán de serlo… cuando ellos quieran”™”™, y/o al pensamiento filosófico del director del DIF, Juan Antonio Nemi Dif, de que ”˜”™la pobreza es algo mundial”™”™, y ni modo, los pobres seguirán teniendo el legí­timo derecho a morir de anemia, desnutrición, diarrea.
Es más, el perito de la Procuradurí­a General de Justicia efectuó la prueba de criminalí­stica de campo para corroborar que, en efecto, la muerte del menor de 14 años habí­a sido por causas naturales.
Por fortuna, la autoridad fue misericordiosa y así­, cuando la mamá del chico, Martina Rosas Villa, pidió que le entregaran el cadáver para ”˜”™la cristiana sepultura”™”™, de inmediato aceptó la petición.
Se ignora si la autoridad le dejó por ahí­ algunos centavitos para el cafecito y el pancito para el velorio. Quizá, acaso, también, para comprar un féretro, aunque haya sido de madera.
Mientras tanto, y en contraparte, habrí­a de referir que los regidores panistas del ayuntamiento de Veracruz (en voz de la edil Verónica Pulido Herrera) han denunciado que en el transcurso del año la alcaldesa jarocha, Luz Carolina Gudiño Corro (exdirectora del Instituto de la Mujer y exdiputada local y federal, campañas electorales efectuadas con cargo al erario) se gastó cuatro millones de pesos sólo en papelerí­a y artí­culos para amueblar las oficinas de los directores de áreas. (Ignacio Carvajal, 21, 11, 2011)
Lo anterior, claro, sin contar el altí­simo gasto en la prensa escrita, hablada y digital para mantener con pulcritud la imagen de estadista de la polí­tica consentida del sexenio anterior.

LA SALUD, ÚNICO PATRIMONIO DE LOS POBRES

Imperdonable que los niños, adolescentes y ancianos sigan muriendo de anemia y desnutrición en el Veracruz próspero.
Inverosí­mil que la elite en el poder polí­tico, económico, social, partidista, legislativo, policiaco, eclesiástico, empresarial y mediático haya dejado de privilegiar una polí­tica de salud basada en los grandes pendientes, como es la salud de todos y cada uno de los veracruzanos pobres, cuyos tatarabuelos y abuelos y padres nacieron pobres y pobres continúan.
Imperdonable que cada seis y tres años aparezcan polí­ticos como nuevos ricos, nuevas fortunas, nuevos pudientes, con una impunidad oliendo a podredumbre, en tanto los pobres siguen falleciendo de anemia.
Inverosí­mil que unos padres de familia extiendan la mano al presidente municipal y al gobernador y/al secretario del gabinete clamando un tratamiento médico para un niño anémico, y su corazón se mantenga frí­o, altivo, soberbio, arrogante.
En la sierra de Zongolica y en las faldas del Pico de Orizaba a cada rato hay denuncias de padres de familia revelando la muerte de sus hijos anémicos y desnutridos.
Y no obstante que los polí­ticos se cortan las venas en el discurso oficial hablando de la salud como la riqueza número uno para construir un Veracruz próspero, el camposanto sigue llenándose de muertos por insuficiencia alimentaria.
Todaví­a peor, si se considera que el único patrimonio de los pobres, de los hogares indí­genas, campesinos y obreros, es la salud.
Bastarí­a imaginar a una familia con un enfermo grave, sin dinero, sin ahorros, sin nadie que les preste unos centavos, sin nada que empeñar, y con una polí­tica deficitaria y deficiente en materia de salud.
Irrita que en Veracruz la elite en el poder se incendie en la plaza pública a nombre de los pobres para ganar titulares en portada, mientras en un pueblito de Ixtaczoquitlán, un chico de 14 años, de nombre Alejandro Saúl de Jesús Rosas, descansa en paz por culpa de una anemia mal atendida, en ningún momento por descuido, sino por culpa de la pinche y desgraciada pobreza y miseria.

SUFICIENTES RAZONES PARA INDIGNARSE EN VERACRUZ

Hay, pues, en Veracruz, suficientes razones para indignarse, como lo ha pedido Stéphane Hessel, el alemán que fuera apresado por la Gestapo en 1944, el preso polí­tico que escapara de una muerte segura en Buchenwald, el diplomático que redactara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el colaborador del General Charles De Gaulle, y cuyo libro, ¡Indí­gnate!, ha llegado a las librerí­as del puerto jarocho.
Hay motivos para indignarse cada vez que un menor de edad, una mujer, un anciano, mueren de anemia y desnutrición.
Hay razones para indignarse cada vez que un indí­gena, un campesino, un obrero, de Veracruz, emigran como indocumentados a Estados Unidos a laborar en los trabajos que rechazan tanto los gringos como hasta los negros.
Hay causas para indignarse cada vez que se comete un feminicidio y desaparece una mujer y levantan a un hombre inocente.
Hay fundamentos para padecer indignación crónica cuando se recuerda que en Veracruz existen 900 mil personas que no saben leer ni escribir y quienes, por añadidura, son analfabetas tecnológicos en un mundo dominado por las redes sociales.
Hay razones para indignarse cuando cada vez mayor número de mujeres trabajan en el servicio sexual, considerado el peor trabajo, el más humillante, del planeta, pues el ser humano vende, subasta, su cuerpo, pero más aún, su dignidad.
Hay motivos para indignarse cada vez que un polí­tico se enriquece a la sombra del poder con dinero que es cubierto como impuesto por cada veracruzano.
Lo peor de todo es, por ahora, la muerte de un niño por anemia, una de las enfermedades de la pobreza en cualquier rincón del planeta.

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