La trinca infernal
•El profesor, el sacerdote y los padres de familia aterrorizaban a los niños con el infierno si se portaban mal
•En la escuela primaria la enseñanza se basaba en un principio rector: “La letra...con sangre entra”, permiso que el maestro tenía para golpear a los educandos
En el siglo pasado, la niñez provinciana fue educada a partir del terror y el horror.
Por ejemplo, en el sistema educativo se afirmaba que “la letra sólo con sangre entra”, y por tanto, tal cual los profesores enseñaban.
Luis Velázquez
Con una regla de medio metro de madera de roble tundían a los niños en la palma de las manos.
A las niñas agarraban del chongo y las arrojaban contra el pizarrón si fallaban en las cuentas.
Una vez un profe alto y fornido levantó de los pies a un estudiante y lo zangoloteó en el aire como si fuera un orangután.
Una maestra agarraba de la patilla a los niños y los zarandeaba.
Otras, ordenaba a los niños se hincaran al frente del salón y ahí los mantenían, postrados, durante un par de horas.
Un maestro regó los servicios sanitarios de “pica/pica”, un polvito cortado en el campo que con tantito originaba una picazón en el cuerpo que entre más el niño se rascaba más le picaba.
Otro profesor azuzaba a los estudiantes fuertes para pelear con los bajitos de estatura y débiles.
En casa, por ejemplo, los padres decían que todos los niños que se portaran mal se irían al infierno donde se achicharrarían al lado del diablo.
De pronto, si algún niño de la casa desobedecía una orden, le amenazaban con que en la noche llegarían los demonios, “el coco”, los monstruos, llenando de miedo la inocente alma infantil.
Luego, llevaban al niño a la iglesia para arrodillarse ante el sacerdote quien luego de escuchar los pecados infantiles decía que si continuaba así el niño se iría al infierno, donde permanecería el resto de su vida.
¡Ah!, estaba prohibido que el adolescente se entregara a las prácticas mitológicas de Onán, pues de lo contrario, se iría a lo más profundo del infierno.
Entonces, en la plática sabatina de los ministros de Dios con los chicos del pueblo les decían que la novia debía conocerse en la iglesia, escuchando misa, porque así lo disponía el máximo creador del universo.
En Semana Santa era obligatorio rezar todos los días el rosario y escuchar misa y hacer las “Siete visitas” y hasta vestirse de morado, como por ejemplo, era el color favorito para tapar el rostro de los santos.
Los niños aplicados en la doctrina, con mención honorífica, eran elegidos como premio para vestirse de los doce apóstoles de Jesús para que el cura les lavara los pies y se los besara.
Antes de Navidad había que asistir a todas las peregrinaciones en el pueblo y cargar un ratito el busto de la Virgen María y si la musculatura lo permitía el crucifijo.
Incluso, los niños y adolescentes y jóvenes debían pertenecer al equipo de basquetbol formado por el presbítero, en la inteligencia de que quienes se opusieran estaban condenados al infierno.
TRAUMA EN EL CORAZÓN Y LAS NEURONAS
Un día, mamá descubrió que el hijo había dejado de rezar antes de acostarse cada noche, y entonces, en nombre del chantaje, se ponía a llorar diciendo que lo único que enseñara llena de paciencia estaba olvidado.
Y entonces, el niño quedaba más aterrorizado y seguía rezando para felicidad de su señora madre.
Pero, además, formaba una alianza con el presbítero a quien le reportaba la actitud del hijo y el sacerdote también se le iba encima.
Es más, cada vez que el niño se confesaba el ministro de Dios le ordenaba rezar el rosario completito porque de tal magnitud era la dimensión de sus pecados, terrorismo puro.
El caso es que entre el cura, la mamá y el profesor existía el peor complot del mundo para que los niños atravesaran la infancia y la adolescencia en un largo y extenso túnel de miedo y terror que todavía hoy, muchos años después, quedó como un trauma en el alma, en el corazón, en las neuronas y hasta en el hígado que se revuelve cada vez que se recuerdan aquellos días provincianos del siglo pasado.
Tal fue la marca civilizatoria de aquella generación.
La Edad Media con sus horrores fueron una caricatura infantil para los niños del pueblo.