Ejército de malandros
•Vivir con intensidad
•El placer de asesinar
UNO. Ejército de malandros
La fama pública registra que los carteles tienen un ejército de sicarios y pistoleros, malosos y malandros y halcones.
El capo Jaime Zambada se lo dijo a don Julio Scherer García, director general de Proceso: “Si me matan... nada pasa. Todo sigue igual”.
Luis Velázquez
Y por más y más muertos en el lado del narcotráfico pareciera que se reproducen como los conejos y los ácaros.
La clave está en “la atracción siniestra de vivir peligrosamente, en un sórdido ambiente de placeres físicos y muertes súbitas”, escribió el reportero Ioan Grillo en su libro “El narco”.
DOS. Vivir con el acelerador puesto
En la viña del Señor hay de todo. Y además de la pobreza y la miseria, el desempleo y la jodidez, formar parte del ejército de malosos atrae y seduce a parte de la población.
Sobre todo, a jóvenes. Jóvenes intrépidos y aventureros para quienes “es preferible ser una estrella por unos años que vivir miserablemente toda su vida” (ibidem).
Más, cuando se vive con “el acelerador hasta el fondo”.
Más, cuando las figuras del narco escalan en las alturas tanto sociales como políticas, como Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, seduciendo a Kate del Castillo, y Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien fuera narcotraficante, terrorista y político, pues hasta legislador federal en Colombia.
TRES. Alcohol, drogas, mujeres y dinero
Ser un malandro abre muchas puertas a los chicos. Cierto, exponen la vida cada día y noche, pero al mismo tiempo, vaya paradoja, así les gusta vivir.
Y estar en medio del fuego en un fuego cruzado enfrentándose a la muerte en el minuto inesperado les revuelca las entrañas por la intensidad volcánica.
Y mientras dura y permanece, vivir todos los días con emociones trepidantes significa la más alta satisfacción humana.
Luego de cada batida, los placeres físicos al extremo. Alcohol, droga y mujeres.
Y dinero, claro.
“Cobrar 85 dólares por víctima es muestra de una terrible degradación en la sociedad”, dice Grillo.
CUATRO. Satisfacción indescriptible
Los carteles son tan poderosos que varios, por ejemplo, han crecido más allá de las fronteras y operan en el otro extremo del mundo, por ejemplo, hasta en Rusia, y ni se diga en Francia, Italia y España, etcétera.
La dicha de cualquier chico pobre y con una familia en la miseria, sin estudios, sin un empleo digno, trabajando de sicario y maloso y comisionado en misiones especiales en otras partes del planeta constituye una satisfacción indescriptible.
Más, cuando tienen acceso a trabajadoras sexuales de otras latitudes geográficas.
CINCO. Sentirse intocables
Los carteles ofrecen a los jóvenes lo que el gobierno resulta incapaz como un empleo pagado con justicia laboral y seguro.
Y si se agrega la bilirrubina de las emociones intensas y fuertes, entonces, con mayor razón.
Incluso, la simple circunstancia de sentirse intocable con una Magnum, una R-15, una ametralladora, una bomba, en la mano, los hace sentirse un Superman, un Hombre Araña.
SEIS. Carteles locales
En el caso de Veracruz, la circunstancia se recrudece por lo siguiente:
El secretario de Seguridad Pública, SSP, reveló que los grandes carteles del país ya se retiraron del Estado jarocho.
Y aquí, únicamente quedaron los carteles locales.
Y, bueno, como Veracruz sigue oliendo a pólvora y a sangre y todos los días continúan los secuestros, desapariciones y asesinatos, entonces, resulta insólito que en los carteles locales estén integrados por sicarios locales.
Entre otros, gente desempleada ante la errática política económica del gobierno del Estado para alentar la creación de empleos en las regiones indígenas, rurales, suburbanas y urbanas.