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Jueves 23 enero, 2020

Contrajo el S.I.D.A. en E.U.

•Vive como un monje
•Apechugar la realidad

UNO. Contrajo el S.I.D.A. en E.U.

3 años bastaron a Pedro Suárez para contraer el VIH en Estados Unidos como migrante. Entonces, solo le quedó regresar al pueblo en Veracruz.
Durante los 36 meses de su permanencia en el vecino paí­s de manera puntual, puntualito, enviaba el dinerito a la familia, luego de quedarse

Luis Velázquez

con lo básico para vivir.
Pero 3 años son demasiados para estar solo, y los fines de semana cuando por lo regular descansaba, eran peores.
Así­, aceptó unirse a los paisanos el sábado en las noches para tomar unas copas y convivir con los paisanos de otras naciones de América Central, todos, claro, hablando español pues ninguno el inglés.
Y de sábado en sábado, apenas, apenitas echándose unas copas, la relación sexual floreció con algunas chicas y le transmitieron el SIDA.
Y cuando el virus hizo estragos en su cuerpo, amainada la fuerza fí­sica, disminuido el cuerpo humano, volvió a sus orí­genes.
Y la vida fue, se volvió, es, un infierno en el pueblo.
La esposa ha sido generosa y viven en la misma casa. Pero la relación amorosa y sexual entre ellos se acabó. Ambos optaron por la convivencia dado los tres hijos que tienen, ya grandecitos, pero todaví­a dependientes.

DOS. La única herencia de E.U.
Trabajo modesto que tení­a en el pueblo lo pudo recuperar porque, caray, para empleos así­ siempre hay oportunidades. Es ayudante de un carnicero en el mercado popular.
Y ahí­ la lleva. Y la esposa se puso a chambear con tan buena suerte que gana mucho más que él y de hecho y derecho, ella mantiene la casa.
Pero al mismo tiempo, vive y ejerce su libertad a plenitud y tiene una pareja colateral. Son amantes. Y el marido, ni modo, aguanta vara.
Es la única herencia que se trajo del otro lado.
Lo peor: dada la precariedad en que vive, por fortuna la secretarí­a de Salud le abastece de la medicina para sobrellevar el virus y cada mes llega al Hospital Regional de Veracruz para que se la proporcionen.
Sobrevive. Está consciente, también la esposa y los hijos a quienes hablaron con la verdad, que sus dí­as, meses, años, sabrá la vida, están contados.
Incluso, cada fin de año en la cenita de navidad, el ex migrante sin papeles, Pedro Sánchez, dice unas palabritas exponiendo que será la última cena.

TRES. Vivir como un monje
Según parece, el virus que contrajo es benigno. Lo padece, pero no lo contagia. Pero con todo, desde hace meses suspendió las relaciones sexuales y vive como un monje.
Incluso, en el pueblo, y siguiendo el modelo de la triple AAA (Asociación de Alcohólicos Anónimos) integró una ONG igual con los enfermos del VIH para apoyarse en la moral individual y colectiva y seguir para adelante empujando la carreta, aunque la carreta (la vida personal) esté destartalada.
Hay dí­as terribles cuando ninguna fuerza fí­sica ni emocional le asiste para levantarse y cumplir con su faena laboral en la carnicerí­a del mercado.
Entonces, queda en cama todo el dí­a. Además, sin probar alimentos. Quizá, deseoso de morir.
Y más, en la soledad familiar en que vive pues aun cuando está rodeado de los suyos (la esposa y los hijos), ningún aliciente le significan.
Incluso, ha llegado a sentirse un arrimado en su propia casa y que alquilan.
Solo se aliviana con sus iguales en el grupo, pues las terapias colectivas bastante le levantan la moral.
Si están enfermos DE SIDA, se dice, fue por un accidente desventurado y solo queda apechugar la realidad.


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