Pánico en el corazón
•Terrorismo en Veracruz
•Del paraíso al infierno
UNO. Pánico en el corazón
Desde hace ratito, la vida se ha vuelto peligrosa para todo mundo en Veracruz. El pánico está en el corazón humano latente todos los días y noches. Mejor dicho, el terror multiplicado con el terrorismo.
Nunca, por ejemplo, un Veracruz con cadáveres colgando de los puentes
Luis Velázquez
y los árboles.
Jamás un Veracruz con cabezas decapitadas abandonadas en las mesas de un bar o un antro. Nunca cuerpos humanos sin vida flotando en los ríos aguas abajo.
Del paraíso soñado que alguna vez fue la tierra jarocha, al infierno de los carteles disputando la jugosa plaza estatal.
La inseguridad que a todas horas se respira expresa la idea, la imagen, la percepción de la peor pobreza social y moral del ser humano, como si existieran monstruos derrotando a la población civil.
La estrategia de los malandros en esta guerra memorable que dura desde el sexenio de Felipe Calderón y Javier Duarte es meter miedo a las familias para ganar ellos su batalla ante el gobierno federal y estatal.
Y lo peor, por más y más díceres oficiales, ninguna lucecita alumbrando el túnel de la desesperanza y el desencanto.
Solo resta desear que el Dios, el dios de cada quien con su religión, cuide a todos.
DOS. El túnel de la muerte
A la vuelta de la esquina está la muerte.
El velador del Frac. Costa de Oro, Ramón Pérez Altamirano, quien unos 5, 6, 7 minutos después de entregar su turno, fue asaltado y asesinado en Boca del Río.
La señora, esposa de un empresario, que dejara a sus hijos en la escuela y de regreso a casa fue secuestrada, desaparecida, asesinada, decapitada y arrojado su cadáver en la vía pública de Coatzacoalcos.
Los feligreses de la iglesia de Córdoba asaltados cuando rezaban el santo rosario.
La joven señora de veinte años secuestrada, desaparecida y asesinada y tirado su cadáver en Tancoco, en el norte de Veracruz.
Los 19 policías ejecutados a la fecha, entre ellos, dos mujeres.
La señora a quien le secuestraron a un hijo y pagó el rescate y lo liberaron, y luego le plagiaran a otro hijo y cubriera el rescate y lo dejaran en libertad, y después se llevaran a otro hijo, pagara el rescate y lo mataran.
Las chicas secuestradas y ultrajadas en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río con todo y que los casos están politizados.
Nadie está seguro. Nadie puede festinar que libró el tsunami de inseguridad. Nadie está a salvo en un infierno llamado Veracruz.
TRES. Estado polvoriento
Desde el duartazgo pareciera que un gato negro de ojos negros rabiosos y un espejo negro se han roto en un martes 13 en Veracruz, pues ningún ciudadano, incluso, ningún político de altos y medianos y bajos vuelos, intuye, olfatea, huele la posibilidad de un cambio sustancial en un Estado polvoriento en el primer lugar nacional en feminicidios y el primer lugar nacional en secuestros.
Las señoras de la Acción Católica y los obispos han caminado en marchas religiosas con el Santísimo por delante en varios pueblos rezando por la tranquilidad y ninguna autoridad los ha escuchado.
Y por eso mismo, entre más oscurece más seguro se está de que 9 años después, el infierno seguirá ardiendo con más intensidad, y ni siquiera, vaya, ni el Cristo negro de Otatitlán ni el Cristo negro de Esquipulas puede, podría salvarnos.
Por eso, el desencanto social. Y los corazones decepcionados de la dinastía política de MORENA en el poder público de Xalapa.
El gran pendiente social en Veracruz es proteger y salvar la vida humana.