Hijo del esfuerzo
•Vivir con sueños
•De Veracruz a Suiza
ESCALERAS: El ingeniero Cornelio González es un jarocho universal. Nació en una ranchería de Paso de Ovejas. Cursó el bachillerato y la carrera en la ciudad de Veracruz. Logró una beca CONACYT para estudiar maestría en Cuernavaca. Obtuvo oportunidad laboral en una empresa tecnológica de Estados Unidos. Ahora, vive en Ginebra donde labora en una factoría inventando aparatos tecnológicos sofisticados.
Luis Velázquez
Casado con dos hijos, el par de hijos hablan español, inglés y francés y estudian alemán. Viven en un pueblito de Suiza y todos los días toman el ferrocarril para viajar a la universidad.
Desde hace diez años que viven en el otro extremo del mundo, nunca han regresado al pueblo de cara al Golfo de México.
PASAMANOS: La vida lo fue llevando con buen karma y mejor vibra. Habla inglés y francés. Y siempre miró el bosque, nunca el árbol. Y siempre desde la azotea, nunca desde el sótano.
Los hijos, por ejemplo, estudiaron primaria y secundaria en Veracruz. Pero el bachillerato en Estados Unidos.
Su salario se lo permitía, soñando con una mejor vida para la familia.
Cornelio González tiene 48 años de edad, igual que su esposa, y los hijos andan en veinte y diecinueve años.
“Mis amigos, dicen los hijos, están aquí en Suiza. Y aquí seguiremos. Es nuestro nuevo país”.
CORREDORES: Desde entonces, en el rancho, se convirtió en un símbolo, respetado y respetable.
Los padres de familia, por ejemplo, también sueñan el mismo destino para sus hijos. Pero, bueno, “soñar nada cuesta”, pues y por encima de la utopía, la quimera, la ilusión, está la capacidad económica para apoyar a los hijos a un destino superior.
Peor tantito si se considera que ahora, con el obradorismo en Palacio Nacional, hasta las becas CONACYT han reducido en nombre de la austeridad.
BALCONES: Una beca abrió y agigantó el horizonte a Cornelio. Su vocación tecnológica le permitió ingresar al mundo científico para inventar aparatos y en donde iba de gane en un país donde el
grueso de la población estudia las carreras tradicionales y saturadas en el mercado laboral como Medicina, Odontología, Veterinaria, Ingeniería, Contaduría, Leyes y Comunicación.
En todo caso, cada padre de familia y cada hijo estarán conscientes, como decía el poeta español, León Felipe, de que “se hace camino al andar”.
PASILLOS: Desde su estancia laboral en Estados Unidos y Suiza, Cornelio González gana en dólares. Gasta, de igual manera, en dólares. Pero con un salario digno y decoroso vive con decoro y libertad, viajando cada quincena a los confines europeos. Fines de semana en París, a un pasito en tren.
Su calidad de vida, en el más alto decibel, cuando en el rancho, sus hermanos siguen “atrapados y sin salida” en el campo sembrando maíz y frijol, la mitad para el autoconsumo y la otra mitad para vender y comprar satisfactores básicos y adicionales.
VENTANAS: Fue la vida generosa con él. Los padres y los hermanos le apoyaron para estudiar Ingeniería. Y como “el hambre muchas cornadas suele dar”, entonces, desde el salón de clases en la Universidad Veracruzana miró pa”™lante y se fue abriendo espacio y camino.
Su plenitud es hija de la llamada “cultura del esfuerzo”, agarrarse a trompadas con la vida, vivir obsesionado con ocupar y mantenerse en el primer lugar académico, explorando su talento tecnológico, lejos de las pasioncillas juveniles tan frecuentes en la vida estudiantil.
Es inventor. Un talento. Un genio… que supo planear su vida con éxito y es feliz.