El mejor postor
Entre el periodismo y el discurso político hay un eje rector. Los dos están en el sótano de la confianza y la credibilidad pública.
Pocos, excepcionales ciudadanos, les creen. La mayor parte, desconfían.
Los políticos y funcionarios públicos, utilizando la vida pública con sentido patrimonialista para enriquecerse, y los dueños de medios y reporteros, al servicio de ellos.
Luis Velázquez/Parte II
Las notas informativas y las columnas, lanzando incienso a las dinastías políticas de cada sexenio y cuatrienio. Cada sexenio, más políticos y sus familias, ricos.
Ningún negocio tan próspero como el periodismo. Un periódico impreso, hablado y digital, fuente segura para prosperar en bienes materiales y llevar vida VIP, siempre y cuando se arrodillen ante el político en turno.
Y si por el contrario, los medios sueñan con el sentido social de su oficio, entonces, se vuelven incómodos e indeseables. “Pan o palo” decía, todavía vigente, Porfirio Díaz Mori en sus 33 años de dictadura.
Por eso cuando la llamada austeridad republicana y la honestidad valiente andan en las grandes ligas de la dinastía guinda y marrón en el poder presidencial, muchos medios han cerrado, y otros, se han puesto más flaquitos. Otros, claro, llevando los días con vientos favorables, preferidos y consentidos.
Si el medio es amigo del gobernante en turno y se pone a su servicio, entonces, le va bien. Muy bien.
Si por el contrario, se vuelve, digamos, un crítico, entonces, corre el riesgo, primero, de ser excluido del presupuesto oficial. Y segundo, de quedar satanizado desde la conferencia mañanera en el púlpito nacional.
La filosofía política y social del actor Ronald Reagan cuando fue presidente de Estados Unidos, la nación más poderosa del mundo, es categórica para los medios:
“¿Estás conmigo o estás contra mí?” solía preguntar a los reporteros que cubrían la Casa Blanca.
José López Portillo lo decía así: “No te pago para que me pegues”.
Miguel de la Madrid Hurtado lanzó campaña moralizadora para los medios y los obligaba a firmar el recibo mensual.
Enrique Peña Nieto se dolía: “Ya sé que los reporteros no aplauden”.
Y cuando la prensa se fue en contra de su secretaria de Desarrollo Social, la ex perredista Rosario Robles, le dijo:
“No te preocupes, Rosario”.
Es la lucha, quizá, acaso, digamos, entre dos poderes. El poder oficial y el poder, ajá, de la prensa. Cuarto poder que le llamaban. En realidad, un poder sometido al poder supremo del Jefe del Poder Ejecutivo Federal, y por añadidura, en cada entidad federativa.
Aliada del poder, el poder sexenal, los medios han terminado igual de desprestigiados y desacreditados que los políticos y los funcionarios públicos.
La encuesta de Latinobarómetro ubica a los políticos, los medios y los policías… en el sótano de la confianza colectiva.
Ningún ciudadano les cree ni tiene confianza ni guarda respeto.
La autoridad moral, tan importante en la vida, por los suelos.
Cada sexenio, los políticos se han enriquecido. Pero también, parte considerable de los medios.
Las notas informativas y las columnas periodísticos, al servicio del mejor postor político.
CORTESANOS DE LA VIDA PÚBLICA
Nunca Ricardo Flores Magón y Filomeno Mata, tampoco Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano, por ejemplo, se enriquecieron.
Incluso, tiempo existió cuando Ricardo Flores Magón pedía dinerito prestado a su hermano Jesús, secretario de Gobernación, para que su familia comiera, esposa e hija, mientras estaba encarcelado.
El día cuando muriera Ignacio Ramírez lo velaron en su casa, en las goteras de la Ciudad de México, porque la familia carecía de recursos para una funeraria.
En contraparte, hay dueños de medios, reporteros y columnistas con una vida VIP. Incluso, dueños hasta de yates y aviones y helicópteros. Compañías constructoras. Escuelas prósperas. Mansiones en el extranjero. Ranchos, ganado. Cañaverales.
Don Manuel Buendía, el columnista de “Red Privada” asesinado por la espalda en el sexenio de Miguel de la Madrid, decía lo siguiente: “Cuando veas a un reportero en automóvil caro, último modelo, con un Rolex y ropa y zapatos de marca, estás ante un manifiesto caso de corrupción”.
En Veracruz, por ejemplo, hay reporteros que ganan hasta 4 mil pesos mensuales, en tanto el salario más elevado es de 8 mil pesos.
Hay trabajadores de la información jodidos laborando en medios con dueños enriquecidos.
Y si los periódicos impresos tienen bajísima circulación y hasta los regalan y los noticieros de radio y televisión tienen bajo rating y los medios digitales alcanzan pocas, escasas, limitadas visitas, y halagan sin cesar a los políticos y funcionarios públicos, les vale.
En el poder, desde el poder, los financian. Y entre más incienso, mejor.
Más, mucho más ganan los medios ocultando, minimizando, desdibujando los hechos aunque los publiquen en la página veinte en la parte baja a una columna que publicando la verdad de los hechos.
Desde hace muchos sexenios, los políticos perdieron la confianza de los ciudadanos. Y también, la mayoría de los medios.
La política y el periodismo, como un negocio. Y mucho se duda que el periodismo, como se soñaba a principios del siglo pasado, sirva para crear y recrear opinión.
Miguel Hidalgo se lanzó a la guerra de Independencia con la mayoría de los medios en contra pues tomaron partido por los virreyes y las elites eclesiásticas.
Benito Juárez tuvo en contra a la mayoría de los medios y aun así se reeligió quince años en el poder presidencial.
Francisco Ignacio Madero se lanzó a la revolución ante una prensa en su mayoría porfirista y hasta puso su periódico, Nueva Era, dirigido por su hermano Gustavo.
Desde Porfirio Díaz, la política prostituyó al periodismo. Y desde entonces, compiten en la casa de citas por los mejores clientes.
Los cortesanos de la vida pública.