Peores obradoristas
La izquierda gobierna así en Veracruz:
Uno. AMLO irá a la revocación de mandato, pero su góber bendecido operó en la LXV Legislatura para evitar la consulta popular.
Blindado, igual que la permanencia en el cargo del resto de servidores públicos, entre ellos, y por ejemplo, los diputados locales y federales y los presidentes municipales.
Luis Velázquez
Dos. Para felicidad de las elites políticas, aquellas que toda la vida se han repartido los cargos edilicios, el Sufragio Efectivo, No Reelección, ya valió en Veracruz.
Los presidentes municipales podrán reelegirse por un periodo más… para completar seis, por lo pronto.
Claro, la emboscada social fue suprimir las alcaldías de 4 años y dejarla en 3, pero con derecho a reelegirse.
Tres. La Ley Bozal. Todos los diputados locales que hablen mal de políticos de MORENA y, claro, de las sagradas instituciones (“Al diablo las instituciones” gritoneaba AMLO en sus mejores tiempos) serán acusados de calumnia y difamación.
La diputada Cristina Alarcón Gutiérrez presentó la iniciativa de ley a nombre de su bancada y sin duda acatando órdenes superiores.
Cero crítica. Cero disidencia. Amarrarse la lengua. Cortársela si es necesario.
Los obradoristas de Veracruz, los peores. Nunca antes en el tiempo panista y priista, avasallando los derechos humanos, el baluarte del paraíso socialista en el mundo.
Mayoría en la LXV Legislatura, a la dinastía guinda y marrón le vale.
Más que un Veracruz democrático, un Veracruz autoritario.
“Aquí mando yo” dijo la señora Verónica Hernández cuando tomara posesión como Fiscal General.
“El Estado soy yo” exclamó Luis XIV ungido rey.
La familia revolucionaria de la izquierda, mostrando la piel y la entraña.
El reparto del poder entre las elites que entraron al palacio de Xalapa el primero de diciembre del año 2018.
AUTORITARIO REPARTO DEL PODER
Desde luego, al millón de indígenas, a los dos millones de campesinos y a los tres millones de obreros les vale el reparto autoritario, ambicioso, inescrupuloso del poder de los izquierdosos, como antes fue entre los azules y los rojos.
Ellos nunca han dependido de las cúpulas políticas encaramadas en el poder para llevar el itacate y la torta a casa.
Tampoco han recibido apoyo oficial, por ejemplo, en el desempleo y el subempleo, y en las enfermedades.
Incluso, muchos de ellos, cientos, miles, han debido marchar en las calles y avenidas y en los pueblos y en las carreteras para inconformarse con actos de injusticia oficial.
El reparto del poder únicamente se da entre las elites políticas y lo que bien pudiera constatarse con el dato del INEGI y de los Cuadernillos Municipales de la secretaría de Finanzas y Planeación:
6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz están y viven en la pobreza y la miseria… en un Veracruz pródigo en recursos naturales.
Medio millón de paisanos solo hacen dos comidas al día y mal comidas de tan jodidos que están.
Uno de cada 3 jefes de familia lleva dinerito a casa con el ingresito obtenido en el changarro en la vía pública.
Un millón de paisanos, migrantes sin papeles en Estados Unidos.
Veracruz, primer lugar nacional en producción y exportación al interior de la provincia de trabajadoras sexuales, la venta del cuerpo para garantizar la torta en casa.
Hay empleos, cierto, pero quizá unos 7, 8, de cada diez, con salarios insultantes, salarios de hambre les llamaba Ricardo Flores Magón en 1910.
Doscientas familias son dueñas de más del 60 por ciento de la riqueza estatal.
En cada nuevo sexenio y cuatrienio con las alcaldías siguen apareciendo nuevos ricos, familias que de pronto, “de la noche a la mañana”, prosperaron de manera inusitada.
Por eso, el reparto del poder político desde el poder público únicamente suele darse entre las elites, los dueños de los cargos, las cúpulas,
El góber bendecido de AMLO, temeroso de una derrota en consulta popular en las urnas para la revocación del mandato.
Los alcaldes, anexos y conexos, los que son y los que vendrán, felices, para reelegirse por un periodo más.
Y por si las dudas aparecieran brotes de inconformidad, rebeldía, insumisión, protesta, indignación crónica, entonces, la Ley Bozal.
¡Vaya izquierda, vaya mesianismo ilustrado!
EL PARAíSO PROMETIDO
La izquierda llegó al principal palacio de gobierno de Xalapa ofreciendo como chachalacas el paraíso socialista, el paraíso de la libertad y la dignidad humana, el paraíso de los derechos humanos, el paraíso de un mundo nuevo sin abusos ni excesos del poder, sin soberbia ni altivez, sin atropellos sociales, sin mentiras ni promesas ilusorias, sin venta burda y barata de esperanzas.
Y un año y medio después, en par de palabras se encierra el resultado concreto, específico y macizo:
Desencanto social.
Por eso, se repite, el blindaje electoral para el góber precioso.
Y la Ley Bozal.
Y la ley bozal para acallar a las elites políticas soñando con las presidencias municipales, 6 años en el poder, como si los alcaldes en funciones, y más de MORENA, fueran honestos, casos más conocidos, Coatzacoalcos y Minatitlán, donde en vez de gobernar con sentido social los titulares viven “agarrados del chongo”, acusándose entre ellos del desvío de recursos oficiales.
Los políticos, igual que los policías y los reporteros, en el sótano de la credibilidad y la confianza ciudadana.
La población está en el último rincón de la esperanza, digamos, con optimismo. Y si en la elección presidencial del año 2018, treinta millones de mexicanos votaron por AMLO se debió a una sola poderosa razón:
En la desesperación social, cada 6 años la población vuelve a creer, confiada en que en el sexenio inmediato tengan los satisfactores básicos para vivir tranquilos como son el empleo y la salud pública.
El desencanto sobreviene después, a veces, antes de dos años como en Veracruz.