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Sábado 11 mayo, 2019

Retrato del poder

•Cortados con la misma tijera
•Tribus, hordas y clanes

ESCALERAS: Ninguna diferencia sicológica o siquiátrica hay entre las elites priistas, panistas y morenistas, ahora de moda.
Todas parecen “estar cortadas con la misma tijera”. Una copia de sí­ mismas. Igualitas, dijera el clásico, “a una gota de agua con otra gota”.
Según el viejito del pueblo, algunas de las cercaní­as, más que la distancias, entre ellas, son las siguientes:

Luis Velázquez

Una. Por aquí­ alcanzan al poder y al poder total y absoluto, el exhibicionismo les domina. Antes del amanecer cuando suele cantar el gallo, el exhibicionismo ya las dominó y cercó. Igualitas, todas se sienten y creen paridas por los dioses, enviadas de Dios, iluminadas, dueñas del dí­a y de la noche, infalibles, impolutas.

PASAMANOS: Dos. Y una vez que el egotismo se ha apoderado de sus dí­as y noches sobreviene el segundo jinete del Apocalipsis. La soberbia. Antes de ellos, nada. Después de ellos, ellos. Así­, llegan a sentirse el principio de la vida, el parteaguas de la historia.
Desde las alturas miran a los demás, llenos, claro, de altivez. Un ejemplo actualizado son los llamados “Siervos de la nación”. Otros, “los chairos”, aquellos que con la espada desenvainada están listos para tirarse en desbandada en contra de los crí­ticos al jefe máximo, su Niño Dios, el polí­tico “que tiene mucho parecido con Dios”, como dice su sacerdote de la Teologí­a de la Liberación.

CORREDORES: Tres. Desde luego, andan por la vida cacareando y paseando su honestidad y en la que solo ellos y los suyos y sus barbies creen.
Lo peor: denuestan a sus antecesores a quienes exhiben como pillos y ladrones. Ellos, ángeles de la pureza.
Cuatro. En sus neuronas, en su cerebro, solo tienen una obsesiva obsesión como es enriquecerse… más allá, y en el caso de los morenistas, de la llamada Cuarta Transformación y la Cartilla Moral y la austeridad republicana y la pobreza franciscana.
De hecho y derecho, igual los priistas, igual los panistas, igual los morenistas, con el nepotismo, el amiguismo y el cuatismo.
El orgullo de mi nepotismo clamaron José López Portillo y el diputado José Manuel Pozos Castro.
Busqué y busqué a un profesional de calidad para la jefatura de Amparos y solo encontré a mi hijita dijo la secretaria de Trabajo y Previsión Social.
De mi hijo en la nómina del COBAEV nada sé, lo juro, exclamó la diputada Érika Ayala.
De allí­ al tráfico de influencias y al conflicto de intereses con la obra pública asignada por dedazo solo existe un milí­metro de decisión polí­tica.

BALCONES: Cinco. “El idealismo nunca interesa a los polí­ticos” dice Norman Mailer en su libro de crónicas y reportajes “América”.
Y los polí­ticos… sean priistas, panistas y morenistas.
En todo caso, los principios y los valores solo sirven para pasearse en la oficina pública, en el discurso populista y en la declaración mediática.
Luego, a la hora del presupuesto se archivan en la gaveta del escritorio y/o en el archivo muerto.

PASILLOS: Seis. Mientras dura la comunicación con el reparto del poder entre las elites, todo marcha bien. Pero cuando se atraviesa la discordia, entonces, se fragmentan, desertan del partido, se van con otros y denuncian las tropelí­as.
La polí­tica, decí­a Juan Maldonado Pereda, Q.E.P.D., es un tragadero de hombres.
Insólito: ahora cuando el PRD cumple treinta años de edad, de nuevo “Los chuchos” inculpan a AMLO del desastre partidista luego de que en el sol azteca fue lí­der nacional y jefe de Gobierno en la Ciudad de México.

VENTANAS: Siete. Igual que las estrellas de cine, igual que los luchadores, todas las elites polí­ticas se vuelvan frí­volos.
Imposible, por ejemplo, permanecer indiferente al halago de todos los dí­as, a la ligereza de las mujeres fáciles, a la servidumbre humana de los subalternos, incluidos los amigos y los cuates, al incienso de la prensa (aunque sea pagado).
Soy fifí­, soy sabadaba, soy salsero, dice aquel, más ocupado del festival de salsa predestinado, ajá, a convertirse en el festival de salsa más importante, caray, insólito, del mundo. Por decreto, claro.
“El simple narcisismo da un poder bestial a los polí­ticos” dice Mailer.

PUERTAS: Ocho. Las elites polí­ticas encumbradas alcanzan, cierto, el poder polí­tico que se extiende al poder económico y social.
Pero al mismo tiempo, en ningún momento alcanzar la cima les convierte en mejores seres humanos, en mejores personas que el resto de la población.
Hay, y por desgracia, polí­ticos tan corruptos como miserables y ruines, y en donde, y como decí­a Napoleón Bonaparte, el rencor, el odio, la venganza y la traición forman parte de la naturaleza humana, claro, del polí­tico y el funcionario público.
En polí­tica, pues, se sobrevive a base de madrazo limpio en contra de los demás.

CERRADURAS: Nueve. Por lo general, las elites polí­ticas utilizan a los demás, sean del partido que sean.
Y una vez que las usan para objetivos lí­citos e ilí­citos, las desechan, las hacen a un lado, las marginan, les restan facultades, les cierran la llave del presupuesto.
Por eso, un dí­a, Adolfo Mota Hernández, secretario de Educación, dijo a su jefe Javier Duarte:
“Un menosprecio de usted es peor que el desprecio de mi esposa”.

PATIO: Diez. En términos genéricos, los jefes de los clanes, las tribus y las hordas polí­ticas, encaramados en lo más alto del poder, dueños del presupuesto público, enfrentan a sus colaboradores para pelearse entre ellos mismos.
Su lema es el siguiente: “Divide y vencerás”.
Y entre más dividan a los suyos, sobre todo a los elementos desechables, más se refocilan en la perversidad humana, moral y ética.
Así­, tal cual, son las cúpulas polí­ticas. Priistas, panistas, perredistas y morenistas, conexos y anexos, cortados por la misma tijera.
El lector sabe si se arriesga y cree y confí­a en ellos…


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