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Jueves 06 diciembre, 2018

Nada material le interesa

•Ni la parafernalia del poder
•El mí­stico presidente

UNO. Nada material le interesa...

Hay una frase de AMLO, el presidente de la república, estremecedora para los polí­ticos tradicionales. Pero también, indicativa para las elites de MORENA en el poder sexenal. Significativa para la población, donde 6 de cada 10 habitantes del paí­s están en la pobreza, la miseria y la jodidez.

Luis Velázquez

Lo dijo así­ en su toma de posesión:
“Nada material me interesa y no me atrae la parafernalia del poder”.
Y aun cuando muchos polí­ticos de los partidos históricos (PRI, PAN, PRD, PT y PVEM, sobre todo, quienes más han ejercido el poder) se pitorrearan diciendo, incluso, que es frase populista, la realidad es que, primero, el grueso de la población le cree.
Y segundo, expresa un nuevo estilo de gobernar y ejercer el poder desde la presidencia de la república.
Claro, AMLO tiene un rancho en Chiapas, bautizado con el nombre cabalí­stico de “La chingada”, y vive en un departamento en el sur de la Ciudad de México, con “la medianí­a de su salario.
Y se mueve en un Jetta.
Y está vendiendo los aviones y los helicópteros asignados al presidente de la república y viaja en avión comercial.
Y a las 6 de la mañana ya está en el Palacio Federal para dar seguimiento con el equipo de seguridad a la incertidumbre y zozobra en el paí­s.
Y luego enseguida, su rueda de prensa del dí­a, como la acostumbraba como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Y su casa está llena de libros que lee y escribe, pues, a la fecha, ha publicado una docena.
Por eso, y dada la congruencia entre su vivir y hacer polí­tica, cuando dice que “nada material me interesa” reitera su biografí­a pública de un enorme y gigantesco desinterés por los bienes materiales porque tal es su modo de ser, de actuar, de pensar, de reaccionar y de vivir.
Una distancia kilométrica, años luz de distancia, con los polí­ticos que le antecedieron en el ejercicio del poder federal que llevaron al paí­s al primer lugar de corrupción en América Latina y a uno de los primeros lugares en el mundo.

DOS. “El paí­s de un solo hombre”

Por un lado, el desdén de AMLO por las cosas materiales, a tono, digamos, con san Martí­n de Porres, y más si se recuerda que el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, el fundador del albergue de migrantes, “Los hermanos en el camino”, dice que “tiene mucho de Dios”.
Una vida de Andrés Manuel López Obrador, sin lujos, sin coleccionar mansiones, departamentos, ranchos, joyas, automóviles, yates, aviones, vida principesca y viajes en el mundo, entre otras cositas.
Claro, entre más lejaní­a de las cosas materiales, más aumenta su tendencia a coleccionar el poder polí­tico y el poder público.
Por encima de las cosas superfluas de la vida, la concentración del poder público.
“El paí­s de un solo hombre” le llamó el historiador Enrique González Pedrero, su maestro en la UNAM, a la biografí­a sobre otro hombre del poder y con poder, Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador de Veracruz y once ocasiones presidente de la república.
En el caso, y mientras Santa Anna nombraba un interino para irse de parranda de pueblo en pueblo apostando a los gallos acompañado siempre de una sabrosa mulata (la otra expresión tradicional de los polí­ticos con poder), AMLO se reduce a jugar beisbol, a tal grado que ha anunciado la creación de escuelas del deporte de la pelota en el paí­s.
Pero más aún, si AMLO está lejos de las tentaciones de los bienes materiales y vive obsesionado con incrementar el poder polí­tico, su biografí­a reitera su vocación de servicio social.
“Primero muerto… antes de traicionar” a los pobres y a los llamados “pobres entre los pobres”.
Por eso mismo, incluso, el dí­a de la toma de posesión cuando los indí­genas le dieron el bastón de mando en ceremonia pública en el Zócalo de la Ciudad de México, se hincó ante el sacerdote del ritual indio con toda la humildad y la modestia del mundo y que en ningún momento es pose demagógica y populista, sino forma de ser.
En sus orí­genes en el servicio público cuando le encargaran los programas sociales con los indí­genas en La Chontalpa tabasqueña, AMLO, recién casado, se fue a vivir con ellos en una casita con piso de tierra, durmiendo en un catre y en una hamaca.
Y es que cuando niño estuvo a punto de morir ahogado en una poza en un rí­o de Tabasco y luego de ser rescatado sintió, como san Pedro camino a Damasco, la encomienda de una gran misión social.

TRES. Purificar la vida pública

A partir de entonces, “infancia es destino”, vida pasada es lección de vida, hechos y acciones lejos de las palabras y el discurso polí­tico, ha de entenderse la filosofí­a de AMLO de que “nada material me interesa y no me atrae la parafernalia del poder”.
Por ejemplo, parafernalia al fin, la tradición de que los presidentes de la república viví­an en Los Pinos y que ha convertido en un museo, abierto al público con más de cien mil visitas del pueblo en los primeros tres dí­as.
Por ejemplo, la desaparición del Estado Mayor Presidencial que integrado por ocho mil militares cuidaban al presidente y que AMLO regresó a la secretarí­a de la Defensa Nacional y diez mujeres, sus famosas gacelas, y diez hombres, a cargo de su seguridad.
Por ejemplo, la venta de los aviones y helicópteros oficiales al servicio del presidente para viajar en avión comercial.
Por ejemplo, la reducción del salario del presidente para ganar solo ciento cinco mil pesos mensuales.
Una vida austera, donde millón de veces más importante es leer (y escribir) libros, sin andar como los polí­ticos convencionales en desayunos, comidas y cenas opí­paras, coleccionando mansiones y ranchos y automóviles y yates, como “La Casita Blanca” de los Peña Nieto y “La gaviota”.
Y si ya reiteró que si su esposa y sus tres hijos mayores (y demás familia) cometen un delito serán juzgados “como cualquier ciudadano”, entonces, igual les irá a los funcionarios del gabinete legal y ampliado y a los gobernadores y a los diputados federales y locales y senadores.
AMLO fue purificado por los indí­genas en el zócalo de la Ciudad de México y él vive obsesionado con purificar la vida pública.
Por el bien de una nación desangrada habrá de cumplir, pues de lo contrario, será peor para él.


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