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Lunes 17 septiembre, 2018

Guerra desigual

•Yunes y Solecito
•Goliat y David

UNO. La guerra desigual

Hay una guerra desigual en Veracruz. El gobernador y su Fiscal en contra de la vocera del Solecito, la maestra Lucí­a Dí­az Genao.
Lo peor: a esa guerra se han unido unos diputados panistas, encabezadas por Marijose Gamboa Torales, y unos que otros de los diecisiete

Luis Velázquez

colectivos, integrados por madres con hijos desaparecidos.
En el ring polí­tico y social, las dos partes.
El Solecito, solito, honrando su nombre, y la parte oficial con una alianza inverosí­mil que bastante evidencia la integridad moral y polí­tica.
Es una pelea desigual, porque en el lado oficial está el Jefe del Poder Ejecutivo Estatal, jefe máximo de las corporaciones policiacas, las delegaciones de Tránsito y los penales, y jefe máximo de las finanzas y jefe máximo de una parte sustancial de los Poderes Legislativo y Judicial, y jefe nato de su partido polí­tico y jefe de una parte de los lí­deres sindicales y empresariales y hasta de una parte de los medios.
Es decir, en el Veracruz de un solo hombre, el jefe máximo de la revolución azul… en contra de una mujer cuyo hijo, el “DJ Patas” desapareció de su departamento en la ciudad de Veracruz en el duartazgo.
Y aun cuando la señora Dí­az Genao bien pudo o puede levantar el apoyo de los Solecitos y Colectivos ha dado la cara de frente y frente a frente, con toda la autoridad moral posible.
Pero, bueno, la vida es así­, y como dice un personaje literario de Carlos Fuentes Mací­as, “¡qué le vamos a hacer!”.
He ahí­, claro, la dimensión moral y polí­tica, social y de derechos humanos de la elite azul en el gobierno de Veracruz luego de que en el año 2016 derrumbaron al PRI de 80 años de la hegemoní­a tricolor en el Poder Ejecutivo y que bien pudo convertirse en una transición polí­tica en vez de achicarse a una simple alternancia del poder.

DOS. Excesos del poder

El gobernador Yunes es un gigante de la polí­tica.
En tiempo y forma dejó la comodidad de la aldea xalapeña y migró a la Ciudad de México, y a donde, y como afirmaba Carlos Hank González, el tlatoani que fue del grupo Atlacomulco, solo se van los valientes, pues se trata de la metrópoli más grande del mundo.
Y en el antiguo Distrito Federal, Miguel íngel Yunes Linares alcanzó “la plenitud del pinche poder”.
En el Poder Legislativo federal, al lado de Humberto Lugo Gil, y quien lo incorporar como jefe máximo al manejo administrativo y polí­tico en el aeropuerto de la Ciudad de México.
En el CEN del PRI, director jurí­dico con Roberto Madrazo Pintado.
En el Congreso de la Unión, teniendo como jefa máxima a la profe Elba Esther Gordillo, el gran operador polí­tico y legislativo.
En la antigua secretarí­a del Medio Ambiente, con Patricio Chirinos Calero.
En los gobiernos panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, los más altos cargos públicos federales que ha desempeñado en su vida.
Etcétera, etcétera.
Y con el bagaje anterior y su experiencia y fogueo en el campo de batalla, y en las derrotas que suelen enseñar mucho más, llegó a la gubernatura de Veracruz, y desde ahí­ ha pasado los dí­as y las noches rafagueando “a tiro por viaje” a la vocera del Solecito, tratando de desacreditarla de igual manera como en otro tiempo también “se puso los guantes” en contra de la investigadora Patricia Ponce.
Pelea desigual a todas luces.
Todo el poder del gobierno del Estado en contra de una mujer, cuya única obsesión es buscar a su hijo y buscar a los hijos de las señoras en igualdad de circunstancias y que según Dí­az Genao suman unos treinta mil desaparecidos y según la diputada Gamboa Torales unos quince mil.
Mal fario. Peor karma.
Un abuso y exceso del poder.

TRES. La pólvora en infiernitos

Peor aún si se considera lo siguiente:
El gobernador rafaguea a la vocera del Solecito defendiendo al Fiscal Jorge Wí­nckler, todo, porque igual que Cuitláhuac Garcí­a Jiménez, igual que los 29 diputados locales electos de MORENA, ella también ha solicitado el juicio polí­tico en su contra.
Primero, el Fiscal defendiéndose solito.
Después, defendido por sus diputados locales del PAN.
Luego, defendido por unos Colectivos como un reflejo de que en la pluralidad social también hay diversidad.
Y ahora Wí­nckler, defendido por el jefe del Poder Ejecutivo Estatal.
Caray, con tantos pendientes sociales en Veracruz (pobreza, miseria, desempleo, subempleo, salarios mezquinos, baja calidad educativa, pésima calidad de salud pública, el infierno de la inseguridad, dudosa y cuestionable procuración de justicia, etcétera), el góber está quemando los cartuchos en infiernitos.
Y en infiernitos, porque está metido en dimes y diretes y que en todo caso corresponden al Fiscal, famoso en la cancha social por el mismo desdén y menosprecio con que su antecesor tratara a los Colectivos.

CUATRO. El tamaño de un estadista

Un estadista se calibra a través de varios ejes rectores.
Uno, la mesura y la prudencia en el ejercicio del poder. Dos, la frialdad en la toma de decisiones. Tres, escuchando a las partes, pero más aún, buscando puntos de encuentro para la concordia en vez de multiplicar la discordia.
Cuatro, sin caer en la tentación de convertirse en el abogado del Fiscal.
Cinco, enalteciendo los más altos valores cí­vicos como la conjunción de esfuerzos para construir y reconstruir un Veracruz pujante para todos.
Y seis, sumando y sumando y sumando voluntades.
Y más, cuando y como en el caso se trata, primero, de una mujer, y segundo, de una madre de familia buscando a su hijo desaparecido, pues si el Estado se lo arrebató el Estado está moralmente obligado a recuperar la paz perdida.
Y la paz perdida sólo puede construirse cuando se conozca el destino de los desaparecidos.
Pero ni hablar, si infancia es destino como afirmaba Sigmund Freud, genes son genes y ví­sceras ví­sceras y como decí­a Luis XIV cuando gobernaba y tení­a apenas, apenitas 19 años, “el Estado soy yo”.
Quizá el pecado civil de la vocera del Solecito es su alianza con el góber electo, Cuitláhuac Garcí­a Jiménez, quien trepado en las valencianas de AMLO lanzó al PAN del palacio de Xalapa.
Y todo lo que huele a Cuitláhuac y AMLO en Veracruz es peor que una R-15.


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