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Malecón del paseo
Viernes 14 septiembre, 2018

Las benditas tertulias

•“Dicha inicua de perder el tiempo”
•Son la república amorosa

EMBARCADERO: Nada hace más llevadera la vida que las tertulias... Las tertulias con la familia, los compadres, los amigos, los compañeros en el salón de clases, en el trabajo, en el juego y en el café... Claro, hay de tertulias a tertulias... Unas, por ejemplo, únicamente son para pitorrearse de todo y de todos y entre todos... Y otras, digamos, para ejercitar la inteligencia y el talento...Porfirio Muñoz Ledo, 85 años, presidente de la Mesa Directiva en la Cámara de Diputados, expriista, experredista

Luis Velázquez

y ahora morenista, tiene fama de que a sus citas siempre llegaba, o llega, con una bitácora sobre los asuntos a tratar para “nunca perder el tiempo”, decí­a, sujetos, además, a una hora de plática, no más, no menos… Su lema era, o es, otro, el siguiente: “Lo que no se habla en una hora, menos en dos”… Y a la hora exactamente se levantaba, o se levanta, y se retira de la mesa…

ROMPEOLAS: En el siglo pasado, cuando el poeta Salvador Dí­az Mirón viví­a en Xalapa, por el parque “Los berros”, solí­a cenar con su amigo Rafael Delgado, y cuando terminaban, hacia las 10 de la noche, uno al otro se acompañaban a sus casas metidos en la tertulia… Y cuando llegaban a la casa de uno, el otro decí­a que le tocaba acompañarlo a la suya, y así­ en un ejercicio inacabable… Muchas ocasiones, el mayor número, los sorprendió el amanecer ida y vuelta… En su tiempo como estudiante en la UNAM, Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, participaba en tertulias con sus condiscí­pulos y amigos, y con frecuencia también les daba el amanecer en un café… En su tiempo de presidente de la república, Lázaro Cárdenas del Rí­o solí­a treparse a su automóvil en compañí­a de su amigo, el general Felipe íngeles, y daban vueltas en la Ciudad de México, en la tertulia total y absoluta, sin testigos… En un viaje hacia Morelos, parece, se detuvieron en el camino, bajaron de la unidad móvil, y se enfrascaron en una tertulia histórica, donde Cárdenas confió a Felipe íngeles que sopesaba la expropiación petrolera, y le encargó algunos asuntitos de cabildeo…

ASTILLEROS: Gabriel Garcí­a Márquez, el otro Nobel de América Latina, decí­a que el camino efectivo para mejorar la calidad periodí­stica en un medio son las tertulias… Tertulias, decí­a, aunque fuera de media hora diaria, donde los reporteros platicaran sobre el dí­a con dí­a en materia reporteril, tanto desde el rigor informativo como desde la calidad literaria… En la Ciudad de México fueron célebres las tertulias de un grupo de reporteros, entre ellos, Raymundo Riva Palacio, Ignacio Rodrí­guez Reyna y Ciro Gómez Leyva, cuando trabajaban en el periódico Reforma, y en donde unos a otros se ayudaban en su tarea informativa para que en nombre de la amistad entrañable mejoraran el contenido de sus textos…

ARRECIFES: Las tertulias más fascinantes son, como decí­a Renato Leduc, “en la dicha inicua de perder el tiempo”, cada quien se reúne con los amigos a tomar un cafecito, un desayunito, y las horas pasan tranquilas sin que nada ni nadie perturbe la felicidad amical… Se trata de un privilegio de la séptima década con los pensionados, por ejemplo… Pero al mismo tiempo, las más bendecidas son las mujeres, amas de casa, solteras invitadas, que se citan para el desayuno a las diez de la mañana y se levantan hacia las dos de la tarde… En contraparte, las tertulias más sabrosas suelen darse con los miembros de la Renata, cuyas siglas significan “Reserva Natural del Talento” y al que pertenecen los polí­ticos desempleados de los partidos polí­ticos lanzados del poder sexenal… Todos ellos apostando a la esperanza y la fe ciega y absoluta de que “ni hay enfermedad que dure cien años ni enfermo que los aguante”… Capaces todos ellos de pasarse varias horas con el mismo café, conscientes y seguros de que lo mejor del café es tomarlo totalmente frí­o, casi casi oloroso a puros asientos…

PLAZOLETA: Las tertulias más famosas son aquella escenificadas por los polí­ticos y sus amantes luego de hacer el sexo y el amor… Por ejemplo, Cleopatra y Marco Antonio… Josefina y Napoleón… Alejandro el mango y sus efebos… El cacique gordo de Cempoala y sus vasallos sexuales… La Malinche y Hernán Cortés… Irma Serrano, “La tigresa” y el presidente Gustavo Dí­az Ordaz… Sasha Montenegro (luego su esposa) y José López Portillo… Goyo Cárdenas y el número incalculable de mujeres que mató luego de la tertulia y de hacer el sexo… La tertulia de Maximiliano de Habsburgo con “la india bonita” de Morelos y que era su amada amante y de la que mamá Carlota estaba celosa, y más, luego de que el emperador le diera un hijo… Las famosas tertulias del padre Miguel Hidalgo cuando cada noche buscaba en el campamento una campesina para dormir calientito a quienes platicaba sobre la guerra de Independencia…

PALMERAS: En la segunda parte del siglo pasado, en la llamada Zona Rosa de la Ciudad de México se volvieron famosas las tertulias de los escritores Carlos Fuentes Mací­as, Fernando Bení­tez, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Luis Guillermo Piazza y el pintor y dibujante, José Luis Cuevas, y quienes varias veces a la semana se reuní­an en un cafecito para pitorrearse de la mitad del mundo y de la otra mitad… De aquellas tertulias salí­an chispas, fuego, incendio, dada la alta dimensión intelectual de todos ellos… Fue el tiempo cuando Cuevas organizaba fiestecitas en su casa de soltero y nadie se las perdí­a porque desfilaban las mujeres más bonitas y seductoras de la época, entre artistas, modelos y edecanes… Por eso, si el lector honra a Renato Leduc “en la dicha inicua de perder el tiempo”, y si se puede, sacará jugo en una tertulia, ni un paso atrás en la conquista de la república amorosa… Mí­nimo, cada quien la pasará a todo dar…


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