Tierra volcánica
Veracruz es tierra volcánica. Todos los días, la vida, prendida con alfileres. Un asalto, un robo, un secuestro, un asesinato. Un feminicidio. Nadie está libre. Es el nuevo paisaje social de “la noche tibia y callada” de Agustín Lara.
Y es que cuando una presidenta municipal encomienda a Dios la tranquilidad y la paz pública en su municipio, Nanchital (Zoila Barradas Guzmán), entonces, caray, sólo queda salir huyendo en búsqueda de un paraíso.
Luis Velázquez
Nanchital, el famoso paraíso que fue cuando Francisco “Chico” Balderas era el líder sindical y tenía una imagen gigantesca de la Virgen de Guadalupe en su despacho y todos los días se arrodillaba para rezar.
Ahora, ni modo, el infierno.
Sus frases bíblicas la delatan:
“Todos los días me encomiendo a Dios.
Todos aquí vivimos con zozobra y en la zozobra.
Y vas a Coatzacoalcos y están igual.
La gente tiene miedo por la inseguridad” (Elizabeth Aviña, alcalorpolítico).
La incertidumbre en el diario vivir, en el vivir cotidiano, en los días y noches de Veracruz, ha quedado como el más grave pendiente social de la yunicidad.
Falló la estrategia política.
Claro, tampoco pudo Enrique Peña Nieto. Ni Felipe Calderón Hinojosa.
Y si la yunicidad gobernará durante 2 años, menos.
Y más, cuando los carteles se adueñaron de Veracruz desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, 1992/1998.
Mucha agua, desde entonces, “ha corrido bajo el puente”.
UN PUEBLO EXIGE JUSTICIA
Semanas anteriores, Nanchital vivió de nuevo el infierno.
Fue cuando los malandros secuestraron a un joven estudiante de 18 años cuando se ejercitaba.
Entonces, pidieron un rescate de un millón y medio de pesos a los padres.
Y los padres pagaron.
Y los malosos lo asesinaron.
Y arrojaron su cadáver en una laguna.
Y la población tomó las calles y avenidas reclamando justicia a la pobrecita presidenta municipal, rebasada por las circunstancias.
La pesadilla del pueblo y la pesadilla de la alcaldesa quien, de plano, desarmada, incapaz, rebasada, impotente, solo se encomienda a Dios.
Pero a principios del siglo pasado, Ignacio Ramírez, “El nigromante” aseguró que Dios no existía.
Entonces, en Rusia, Dostoievski precisó: “Si Dios no existe… yo soy Dios”.
Y Nietzche le reviró diciendo que Dios era él.
Y Arthur Rimbaud, el poeta del surrealismo, lanzó su frase célebre: “¡Muera Dios!”.
El caso es que mientras los intelectuales y escritores pelean por la existencia de Dios, la alcaldesa de Nanchital confía el destino del pueblo al Ser Supremo.
UNA LIMOSNITA, POR AMOR DE DIOS
Pero su confianza en un Ser Superior estrella con una realidad avasallante.
Por ejemplo:
Mientras los carteles siguen adueñados del pueblo, mejor dicho, de Veracruz, ella tiene la encomienda de reinstalar la corporación policiaca.
Unos quince policías han desertado.
Y de 45 elementos que necesita apenas, apenitas lleva 24.
Y es que en otros municipios les pagan más, y ni modo, el Ayuntamiento de Nanchital está en desventaja.
Y aun cuando pidiera una limosnita a la secretaría de Seguridad Pública, el titular solo le autorizó un patrullaje pero solo dos días a la semana, y el resto, descobijados.
Mejor dicho, encomendándose a Dios que tan ocupado estará en Nicaragua para detener la locura política de los dictadores Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, y quienes herederos de Anastacio Somoza llevan trescientos 50 muertos en una represalia que se creía superada en América Latina.
UNA CADENA DE ORACIÓN
La yunicidad se concentró en la persecución a los políticos pillos y ladrones y tiene a treinta y cuatro encarcelados en el penal de Pacho Viejo.
Pero la secretaría de Seguridad Pública fue rebasada por el principio de Peter y Veracruz sigue como un río de sangre y un valle de la muerte donde nadie, ni los ricos, están exentos de un asalto o un secuestro, de una desaparición o un asesinato.
Además, de los civiles muertos en tiroteos, balaceras y fuegos cruzados.
Y por más y más reuniones semanales para evaluar y calibrar la estrategia de seguridad, los malandros van por delante imponiendo la agenda pública, obligando a las corporaciones policiacas a una política reactiva.
“Todos vivimos con zozobra”, dice la alcaldesa, y el único consuelo es encomendarse a Dios, el Dios que nadie ha visto ni siquiera aquel Sumo Pontífice que lo alucinara una madrugada en un pasillo del Vaticano, pero que, sin embargo, se afirma, todo mundo siente y le reza.
Nada fácil sería que la hija de Francisco Balderas, la edil de Nanchital, convoque a una gran cadena de oración que bien podría extenderse del sur de Veracruz al norte y al este y al oeste.
Quizá los padrenuestros y avemarías serían escuchados en el palacio de gobierno de Xalapa.
DEL PARAíSO AL INFIERNO
La presidenta municipal llena el corazón de ternura. Más entrona fue, por ejemplo, la alcaldesa de Tamiahua quien enviara unas croquetas de regalo a los reporteros del periódico “La Opinión”, corresponsalía en Tuxpan, harta, dijo, del chantaje.
Ya desde Benito Juárez, la vida pública es clara. Lo que es Dios de Dios y lo que es del César del César.
Se dirá que en un pueblo guadalupano encomendarse a Dios es una forma cultural de expresarse. Y más, cuando Enrique Peña Nieto convocó la frase bíblica para referirse a la corrupción política de que “aquel que esté libre de pecado… que tire la primera piedra”.
Pero, bueno, cuando la primera autoridad municipal llega a tal nivel de desesperación solo queda formar guardias comunitarias y redes vecinales y comprarse un doberman y un bate (y/o una R-15), y si se puede, contratar un escolta para la vigilancia en casa.
Del paraíso que deslumbrara en 1800 a Alejandro de Humboldt, Veracruz, el infierno.