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Martes 19 junio, 2018

La trinca infernal

•Viaje al horror
•Impunidad galopante

UNO. La trinca infernal

La trinca infernal está presa. Javier Duarte, en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Y Arturo Bermúdez Zurita, su secretario de Seguridad Pública, y Luis íngel Bravo Contreras, su Fiscal, en el penal de Pacho Viejo.

Luis Velázquez

Más que los residuos del duartismo, el duartismo puro.
Acusados del desví­o de recursos públicos enfrentan un proceso penal. Pero lo peor, acusados de desaparición forzada, “el delito de lesa humanidad” que nunca prescribe.
Y que en el lenguaje universal significa la alianza de polí­ticos, jefes policiacos, policí­as y carteles y cartelitos, malosos y malandros, para secuestrar, desaparecer, asesinar y sepultar en fosas clandestinas a civiles.
Y en el caso, desaparecer, además, cadáveres, y que fuera cometido cuando tiraban los cadáveres en la barranca de la muerte, “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Estremece la vida, el corazón, las neuronas, el alma y el hí­gado ir conociendo con los dí­as y las noches el régimen de terror y horror, de miedo y “de miedo al miedo”, de pánico y angustia, creado y recreado por la trinca infernal en el sexenio anterior.
En los retenes policiacos, las personas eran detenidas y desaparecidas y asesinadas.
En las noches, cuando la policí­a andaba en rondines, levantaban a las personas que ellos consideraban sospechosas porque iban hablando por celular y las desaparecí­an y asesinaban y quizá sepultaban en fosas clandestinas en un Veracruz donde 55 municipios están señaladas como cementerios particulares.
Ahora, además, ya se sabe, que también desaparecí­an cadáveres.

DOS. Viaje al infierno

Los primeros 19 cadáveres desaparecidos fue cuando los arrojaron, en efecto, en la barranca “La aurora”.
Entonces, estaba reciente, escándalo internacional, la desaparición de los 5 jóvenes originarios de Playa Vicente “levantados” por los elementos policiacos de la secretarí­a de Seguridad Pública en
Tierra Blanca, y desaparecidos y asesinados y reducidos a nada con quí­micos en un rancho y tiradas las cenizas en un rí­o.
Según las versiones, reveladas por el exdirector de Servicios Periciales y la Fiscal de Xalapa, los dos presos en Pacho Viejo, la orden superior (el Fiscal, Arturo Bermúdez y Duarte) fue desaparecer trece de los 19 cadáveres, uno de los cuales era un policí­a que, según, habí­an asesinado los mismos policí­as y para evitar un escándalo mayor mejor lo reubicaron, muerto, en Alto Lucero.
Y entregaron el cadáver a las huestes de Arturo Bermúdez.
Quiso así­ Javier Duarte minimizar el asesinato colectivo.
En la tierra de Sergio Pitol, Salvador Dí­az Mirón, Jorge Cuesta, Gabilondo Soler, Agustí­n Lara, Juan Vicente Melo y Salma Hayek, entre tantos otros, la trinca bajó a lo más profundo del infierno y desataron una violencia salvaje, siniestra, sórdida, y por tanto terror y horror y sangre desparramada ahora confrontan un proceso penal.
Las ví­ctimas (y sus familiares) padecieron balas, asesinatos, torturas, ultrajes y en muchos casos, según se afirma, hasta fueron obligados a escarbar su propia fosa clandestina y lo que, y por desgracia, sólo ocurre en las tiraní­as.
Javier Duarte “era mi amigo, pero yo no sabí­a lo que hací­a” dijo Flavino Rí­os Alvarado, diputado local, secretario de Educación, secretario General de Gobierno y gobernador durante 48 dí­as, y el tercer antecesor que Miguel íngel Yunes Linares encarcelara.

TRES. Impunidad galopante

El duartismo ha sido la peor tiraní­a en la historia de Veracruz.
Y aun cuando en el discurso azul afirman que tomarán medidas para que nunca, jamás, jamás, jamás, vuelva a ocurrir, la historia demuestra otra realidad avasallante como la siguiente:
Cada 6 años, el paí­s, Veracruz también, se inventa y reinventa. Y cada presidente de la república y cada gobernador llegan con su librito.
De Agustí­n Acosta Lagunes, 1980/86, con su “Sonora Matancera” a Javier Duarte, Arturo Bermúdez y Luis íngel Bravo Contreras.
De Gustavo Dí­az Ordaz a Luis Echeverrí­a Alvarez.
Ayotzinapa, Tanhuato, Tlatlaya y Nochixtlán, con Enrique Peña Nieto.
San Fernando, Tamaulipas, 72 migrantes centroamericanos asesinados hasta con tiro de gracia con Felipe Calderón Hinojosa.
Nada garantiza, por lo pronto, que con la captura de los 34 duartistas y su trinca infernal, Veracruz quede a salvo del infierno en el futuro inmediato y mediato.
Esta tierra de héroes y poetas, “la noche tibia y callada” de Agustí­n Lara, está lejos de la utopí­a social.
A: Los cinco reporteros asesinados.
B: Los tres edecanes y modelos de Amatlán y Córdoba desaparecidas.
C: El matrimonio de Paso del Macho y sus dos amigos desaparecidos luego, se dijo, de una fiesta swinger en el puerto jarocho con la participación de amiguitos malandros.
D: El feminicidio fuera de control, imparable. Veracruz, en el primer lugar nacional en el mes de abril.
E: El asesinato de los 4 niños en una colonia popular de Coatzacoalcos y de los dos niños en Córdoba y del niño y su maestra en Tantoyuca.
F: La impunidad galopante, pues una cosita son los crí­menes cometidos en el sexenio anterior y otra, cien años luz, la impunidad institucional.
G: De cuatro carteles en el duartazgo ahora siete disputan la jugosa plaza Veracruz.

CUATRO. El poder ciega

La codicia del poder ciega. El poder, lo dijo aquel, corrompe, y el poder absoluto corrompe de manera absoluta.
Y como demostró la trinca infernal, en el ejercicio del poder los polí­ticos suelen creerse y sentirse dueños del dí­a y de la noche y dueños del destino social.
Inverosí­mil, increí­ble, insólito, que Javier Duarte, Arturo Bermúdez Zurita y Luis íngel Bravo Contreras, ejes rectores, jefes máximos, llegaran a la desaparición forzada de que la yunicidad los acusa y que desde antes, mucho antes, los familiares de las ví­ctimas estaban ciertas y seguras.
Grave, si el resto de los duartistas lo ignoraban y continuaron en el poder.
Más grave, si lo sabí­an y callaron y se volvieron cómplices.
Igual de grave, o peor, todos los servidores públicos que acataron las órdenes de desaparecer personas, desde funcionarios hasta jefes policiacos y policí­as.
Grave que el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, y la Comisión de Vigilancia del Congreso, y la Contralorí­a y la secretarí­a de Finanzas y Planeación, nunca, nunca, nunca, se dieran cuenta, ajá, del desví­o de recursos.
Veracruz, en el sexenio más cruel y atroz de la historia.
Trece mil millones de pesos, más cargos públicos, a los medios, para tirar incienso al paso de Duarte y compañí­a.


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