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Jueves 15 febrero, 2018

Chanchullos electorales

•Se gana en las urnas...
•Pero se pierde en el tribunal

ESCALERAS: Con todo y amarres y candados, las cinco elecciones del primero de julio peligran en su ejercicio y calidad democrática. Cierto, obsesionados con el poder, a ningún partido polí­tico ni a los candidatos interesa. Y más, cuando todos se “desgarran las vestiduras” por la vida cí­vica.
Por eso, y más allá de la regla electoral, cada parte afina sus estrategias, pero más aún su guerra sucia para ganar tanto en las urnas como en el tribunal electoral, y en donde, y por lo regular, suelen terminar los comicios.

Luis Velázquez

Más, y cuando como en el caso, se disputarán las diputaciones locales y federales, las senadurí­as, la gubernatura y la presidencia de la república.
Sobre todo, las dos últimas, porque significan el reparto de cargos públicos, plazas, negocios lí­citos e ilí­citos, diezmos y dobles diezmos, jineteo bursátil del erario y el manejo de empresas fantasmas, además de la alianza de polí­ticos y policí­as con la delincuencia organizada.
Por eso, el economista Carlos Quiroz Sánchez, también experto electoral, resume la lista de los caminos del mal para consumar un gran fraude electoral.

PASAMANOS: Uno. En el entramado del INE y el OPLE, del cierre en el dí­a de la jornada a la mañana siguiente, la elección puede voltearse por los llamados votos válidos.
Y es que los consejeros y funcionarios de los organismos electorales son claves para acompañar a los consejeros y los representantes de los partidos y manipular el resultado, y de ñapa, hasta quedarse con los cañonazos.
Y más, cuando se trata de una elección con resultado apretado, como por ejemplo, se habla en muchos casos con los cinco comicios en puerta.
Dos. El riesgo de que la elección se judicialice, acusándose, entre otros rubros, los partidos y candidatos de actos anticipados de precampaña.
Por ejemplo, haber rebasado los lí­mites presupuestales. Los escándalos mediáticos sobre el financiamiento a los partidos a partir del dinero sucio.
Tres. El raro y extraño y sospechoso registro masivo de solicitudes de credenciales de elector sucedido, de pronto, la semana anterior.
Cuatro. El acarreo electoral previo.
Cinco. La evidencia y manifiesta coacción del voto, a partir, por ejemplo, de las despensas alimenticias y los programas asistenciales, materia prima para descalificar a los adversarios, y en que también se incluyen el dinero sucio y los moches.
Seis. Los actos por abajo del agua. Entre otros, los festejos de los dí­as del amor, el niño, la madre y el profesor. El sutil paseo, por ejemplo, de los alcaldes de Veracruz, Fernando Yunes Márquez, y de Boca del Rí­o, Humberto Alonso Morelli, abriendo el carnaval jarocho, los dos panistas.

CASCAJO: Siete. Las redes de amigos que suelen formarse para promover el voto y que viven a expensas de tales sutiles coacciones.
Ocho. La compra de los medios, en que son incluidos desde reporteros y columnistas simpatizantes de un partido y un candidato.
Nueve. El manejo subliminal de los colores. Los colores, por ejemplo, de un partido en los taxis y hasta en los árboles en un claro y manifiesto proselitismo.
Diez. La posibilidad de manejar los distritos electorales, pues es ahí­ donde se gana o se pierde, pues los consejeros y los representantes electorales son tentados por el billete fácil. Sobre todo, en el ámbito municipal.
Once. El gran riesgo que suele darse en el proceso electoral. Un candidato puede ganar en las urnas, pero perder en el tribunal electoral.
Por ejemplo, para la historia quedó el raro y extraño ascenso de Emeterio López Márquez, académico en la Universidad Veracruzana, que de presidente del Instituto Electoral de Veracruz pasó a procurador de Justicia con Fidel Herrera Beltrán.
Y es que, dice Carlos Quiroz, un magistrado del Tribunal Electoral está sujeto a sus intereses ligados al polí­tico que le ayudó a desempeñar el cargo público.
Y más, porque su decisión para calificar un proceso electoral es inobjetable, pues se trata de la última palabra.

RODAPIÉ: La historia es como es:
Por ejemplo, en la percepción ciudadana siempre quedó la sensación de que en el año 2004, el panista Gerardo Buganza Salmerón ganó la elección en las urnas a Fidel Herrera, pero la perdió en el Tribunal Electoral.
Y en el año 2010, siempre predominó la sensación cí­vica de que el panista Miguel íngel Yunes Linares ganó en las urnas, pero Javier Duarte y Fidel Herrera le ganaron en el tribunal electoral.
“Haiga sido haiga sido”.
Por eso, incluso, el abstencionismo se ha multiplicado tanto en Veracruz como en el paí­s. Bastarí­a referir que en el último proceso electoral, el 50 por ciento de la votación con credencial de elector se abstuvo de acudir a las urnas, pues además de que la terrible y espantosa desigualdad económica y social continúa irrefrenable, las elites polí­ticas se arreglan en lo oscurito y pactan una victoria y pactan una derrota.
Y lo peor, la confianza ciudadana tanto en el INE (como en el OPLE) está en caí­da libre según ha reconocido el mismo presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, y lo que significa palabras mayores.


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