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Martes 10 octubre, 2017

Saña contra las mujeres

•Cuatro feminicidios en un ratito
•Terrorismo de malandros

ESCALERAS: Los vientos en contra para las mujeres de Veracruz se han recrudecido en las últimas horas. Cuatro mujeres han sido asesinadas. Dos en Coatzacoalcos. Otra, en Coatepec, a un ladito de la capital. Y otra más, en El Lencero, Emiliano Zapata, el municipio conurbado con Xalapa.

Luis Velázquez

Además, con toda la saña y crueldad del mundo.
Una de ellas, decapitada. Otra más, tirada en un fraccionamiento, cerca de una cerca de alambres. Otra, murió asfixiada con una bolsa de plástico. Dos, semienterradas en una zona de dunas.
Nadie pensarí­a que se trata de un ajuste de cuentas entre malandros. Digamos, los celos. Los mismos celos que el 3 de mayo del año 2012 llevaran a los malosos a secuestrar a tres fotógrafos (Gabriel Huge, Guillermo Luna y Esteban Rodrí­guez, y a una secretaria, Irasema Becerra), en venganza a que uno de los fotoperiodistas habí­a bajado la novia a un sicario.
Pero más allá de las circunstancias, estremece que del jueves 5 de octubre al sábado 7, cuatro mujeres hayan sido asesinadas.
Y más, porque todaví­a está fresco el secuestro, desaparición y ejecución de las tres edecanes de Amatlán y Córdoba, sin que al momento una detención.
Y también está fresco el crimen de la profesora de Tantoyuca, el mismo dí­a cuando asesinaran a uno de sus alumnos, un menor de edad.
Y más frescos el número incalculable de mujeres desaparecidas y secuestradas y asesinadas en muchos casos en los 6 años de Javier Duarte, y cuyas madres las siguen buscando, porque todas ellas necesitan por salud espiritual el cuerpo de sus hijas para en todo caso, y de ser así­, la cristiana sepultura.
Claro, ellas, integradas en el Solecito y en Colectivos, siguen clamando justicia, porque la impunidad es el sello de casa.

PASAMANOS: En el reporte oficial, la realidad avasallante:
La mujer hallada en Emiliano Zapata, desconocida.
La mujer asesinada en Coatepec, una enfermera, identificada. Se llamaba Fátima del Carmen Zárate Estévez.
Y las dos mujeres asesinadas en Coatzacoalcos, desconocidas.
Ya se verí­a si en los dí­as que pasan pudieran ser ubicadas por los familiares ante su notoria y evidente desaparición.
En el lado oficial, siempre han sostenido que ni modo, la violencia intrafamiliar es inevitable, asegurando así­ que en la mayorí­a de feminicidios hay parejas violentas cien por ciento, y como el hombre es el dueño de la fuerza abusa de la mujer.
Pero cuando como en el caso se atraviesa la saña, la alevosí­a, la ventaja y la premeditación, la crueldad atroz, caray, otros factores sociales, quizá sórdidos y siniestros, se habrán de atravesar.
El caso es que si antes, mucho antes, la crueldad en las muertes sólo concurrí­a en los hombres ahora se ha extendido a las mujeres, como si fueran los peores seres humanos, como es el extremo de decapitar a una y asfixiar a otra.
A primera vista, el sociólogo dirá que el asesinato de mujeres impacta más en la población para sembrar el terror y el horror, la incertidumbre y la zozobra, y el miedo y “el miedo al miedo” que la muerte de un hombre.
Claro, y cuando llega a niños, resulta mucho peor, de tal manera que cuando cuatro niños fueron asesinados en una colonia popular de Coatzacoalcos, el gobernador les llamó “¡Bestias!”, simple y llanamente, bestias, el adjetivo calificativo que también se reprodujo cuando el asesinato de una niña en una plaza comercial de Córdoba.
Y es que los malandros siguen disputando la jugosa plaza Veracruz, dispuestos a todo, incluyendo el terrorismo.
Quizá el asesinato de las cuatro mujeres en las últimas horas podrí­a incluirse en tal lógica.

CASCAJO: Entonces sólo queda en Veracruz (como en el resto del paí­s) esperar un milagro, aun cuando los milagros suceden, de ocurrir, cada mil años cuando los astros pierden el rumbo.
Y el milagro consiste, digamos, en que las corporaciones policiacas federales, estatales y municipales (marinos, soldados, gendarmerí­as, policí­as militares y navales, fuerzas civiles, etcétera) minaran por completo a los barones de la droga, jefes máximos de la delincuencia organizada, y la tranquilidad y la paz pública fueron restablecidas.
Cierto, en todos los tiempos hay malandros, como por ejemplo, las tres mil personas que en la Ciudad de México se hicieron pasar por damnificados del temblor del 19 de septiembre y cobraron su pizcachota oficial.
Por eso, la única esperanza está en el combate a los malosos, y de ser necesario, con el apoyo de la policí­a de Estados Unidos, simple y llanamente, porque la vida de todos sigue colgando de alfileres y nadie, absolutamente nadie, la tiene segura y menos puede cantar victoria de que ya libró, y con suerte, el largo y extenso túnel.
Cada dí­a siguen enlutándose más hogares en Veracruz. Cada vez aumenta el dolor y el sufrimiento familiar. Más muertos en cada nuevo amanecer.
Y lo peor, mujeres.
Y con saña. Decapitadas y asfixiadas. Y semienterradas en las dunas.


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