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Malecón del paseo
Viernes 17 marzo, 2017

Primer libro de Édgar ívila

•El cronista de Xalapa
•Una prosa para saborear

EMBARCADERO: Édgar ívila Pérez es un diarista que mudó al siguiente paso y desde hace ratito es cronista... En el siglo pasado, antes, mucho antes de que Truman Capote lo denominara periodismo literario, también literatura periodí­stica, José Martí­ escribí­a las grandes crónicas desde Estados Unidos para varios periódicos de América Latina... Según Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Gabriel Garcí­a Márquez, la biblia es el mejor libro de crónicas escrito y publicado en la historia de la humanidad

Luis Velázquez

El eje central es como lo decí­a Antón Chejov, contar una historia… Simple y llanamente, contar historias… En su primer libro (ojalá muchos más para continuar saboreando su prosa), “Pequeñas historias”, de la editorial AguArena, Édgar ívila integra un montón de crónicas, todas alrededor de la vida cotidiana en Veracruz, cuyo territorio es más grande que varias naciones de América Central, entre ellas, Nicaragua, Guatemala, Salvador y Honduras, tan llenas, claro, de historias… Su libro se lee, como dicen los estudiantes de la facultad de Letras, “de una sentada”… Y cumple a plenitud con el par de ejes centrales del periodismo… Uno, rigor informativo, y dos, calidad literaria… Era diarista y cumpliendo “al pie de la letra” con la profecí­a, como reportero anduvo de medio en medio, como en el siglo pasado la leyenda afirmaba que los trabajadores de la información andaban de bar en bar… Ahora, es corresponsal regional del periódico El Universal en Veracruz, Puebla y Tamaulipas y colaborador de la agencia de noticias EFE-España… De dí­a, escribe la nota del hecho noticioso singular… Y quizá en las tardes, en la noche, escribe las crónicas, algunas de las cuales fueron publicadas en el medio nacional… 20 años después de iniciado en el periodismo, su primer libro, lo que manifiesta la madurez emocional (que también es humana)… Y más allá de su lí­nea editorial, lo importante es que en el crecimiento periodí­stico ha dado un paso más… Don Julio Scherer Garcí­a se la pasaba diciendo a los reporteros que lo acompañaron en Excélsior y Proceso que escribieran y publicaran un libro… Y si el diarista lo hací­a, entonces, más cerca, mucho más cerca de don Julio, amistad privilegiada…

ROMPEOLAS: El libro se llama “Pequeñas quimeras”… Pero si los 24 textos seleccionados entre cientos, miles quizá de su autorí­a, se leen en voz alta, por ejemplo, para saborear las palabras y las oraciones, el tí­tulo quedó corto… Quizá faltó seguir la costumbre profesional, el hábito, la disciplina de Ernest Hemingway, quienes antes de decidir el nombre de su próximo libro, el libro que tecleaba, integraba una lista de hasta mil tí­tulos para elegir uno entre tantos… En contraparte, se dirí­a que don Édgar ívila aplicó la sabia enseñanza de Mario Vargas Llosa, otro premio Nobel de Literatura, cuando habla de que se ha de escribir con las reglas de la caja china, donde cada vez que se abre una cajita hay sorpresas… Así­, por ejemplo, sucede con la crónica “Surcando los aires”, donde habla de las mujeres indí­genas de la Sierra Madre Oriental que vuelan, y en donde describe que para la “Danza de los voladores”, “ni siquiera los hombres que iban a ejecutar este ritual podí­an tener relaciones sexuales dos semanas antes”… Y es que según el periodismo, el dato debió iniciar el relato y en su crónica está en el último párrafo, digamos, para continuar sorprendiendo al lector curioso… Otra crónica, “La suerte al aire”, ya se habí­a leí­do en El Universal, pero como en las buenas pelí­culas, lo mejor es releerse, porque el festí­n literario es doble al disfrutarse… El cronista cuenta la historia de los niños saca-monedas que en el malecón jarocho se tiran al fondo del Golfo de México… Y en el texto, trasluce su alta dosis de ternura, cumpliendo con uno de los atributos que Ryzard Kapuscinski decí­a de que para “ser buen periodista se necesita ser una buena persona”… Y en el caso, la gran sensibilidad social para, digamos, “las pequeñas quimeras”, los sueños de gente sencilla y común que en la vida cotidiana suele trascender por lo que hace, más, mucho más que por lo que dice, que es, oh paradoja, la enfermedad incurable de los polí­ticos…

ASTILLEROS: José Emilio Pacheco (“Inventario”, editorial Era) enumera los siguientes atributos que ha de tener una buena prosa, a saber: agilidad, precisión, encanto, sabidurí­a sin esfuerzo, destreza para crear, la elección de nuevas palabras, conversar con el lector en vez de predicar y escribir como si se platicara con un amigo… Y en Edgar Avila se concitan en un libro de 122 páginas, en que de seguro, y luego de publicarse sus textos en el periódico fueron pulidos y vueltos a pulir para alcanzar la pureza literaria, de igual manera como por ejemplo algunos de los libros de pocas páginas desde, digamos, “El viejo y el mar” de Hemingway y “Relato de un náufrago” de Gabriel Garcí­a Márquez, hasta la súper crónica, “Parí­s, la revolución de mayo” de Carlos Fuentes y “El llano en llamas” de Juan Rulfo… Su más ferviente lector saluda al cronista de Xalapa, cuya foto en la primera solapa registra la misma mirada nostálgica y triste, con grandes avenidas en la frente que muchos años cuando se le conoció ni siquiera se insinuaban y con la misma flacura de “El quijote” que entonces tení­a cuando apenas, apenitas se miraba como un diarista… Un cronista, dice Tomás Mann, “vivifica lo que toca”, pues su misión en la tierra es transmitir al lector un poco de alegrí­a, un cachito de optimismo, de que, con todo, la vida vale la pena… Édgar ívila, el cronista de la igualdad social, porque entre otras cositas, convierte a las personas sencillas y comunes en personajes imborrables…


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