Hace dos meses, el 11 de noviembre, la profesora fue asesinada a sus 71 años y embolsada en su recámara, tal vez mientras dormí­a. Pero el responsable aún sigue en libertad, por eso sus vecinos colgaron una lona en la entrada de la calle privada.

"Los vecinos de la calle Betancourt EXIGIMOS JUSTICIA INMEDIATA para la maestra Guadalupe Mora Palacios".

La falta de resultados por parte de la Fiscalí­a General detonó el enojo de los residentes, quienes al ser ví­ctimas de robos y hasta homicidios en pleno centro de la capital del Estado se vieron en la necesidad de contratar seguridad privada, por la que pagan de sus bolsillos 8 mil pesos mensuales.

Irónicamente, a pesar de este desembolso y a que las casas cercanas tienen carteles de "Vecino Vigilante", nadie se percató de la entrada de un desconocido en casa de la maestra. Nadie escuchó nada.

"No hay ningún avance en las investigaciones. Lo único que sabemos es que hay una cámara en la avenida ívila Camacho, pero nos explican que tiene una rotación y no se sabe si grabó algo ese dí­a. Yo creo que en esa rotación, a la hora de lo ocurrido, pudo enfocar hacia acá. Espero nos dé una pista" dice su sobrina Gabriela Mora, a quien le cuesta hablar del tema.

"Fue una cosa espantosa, horrible, que uno sólo lo ve en los periódicos y en las noticias, pero nunca te imaginas que te va a llegar tan cerca algún dí­a y sin motivos, sin razón, sin sentido" relata con un tono de voz que llega casi al susurro.

Su rostro afligido y pálido la destaca del grupo de vecinos que se reunieron la noche del jueves con el alcalde Américo Zúñiga para pedirle, entre otras cosas, su intervención con fiscal general, Jorge Winckler, para agilizar las investigaciones tras el asesinato de la maestra.

Guadalupe Mora Palacios era una mujer conocida y apreciada en Xalapa, en sus últimos años perteneció al Seminario de Cultura de Coatepec, por eso su impune asesinato causa indignación en la población.

"Ella fue educadora en Orizaba. Ahora ya estaba jubilada y viví­a sola. Le gustaban las cosas culturales y las apoyaba sin recibir nada a cambio" cuenta Mora.

Su sobrina además la describe como una persona amable con la gente y, aunque se esfuerce, dice no tener sospecha de alguien que haya querido hacerle daño.

"Cuando pasó eso (su asesinato) no la encontramos en el dí­a y en la noche que habí­a una junta vecinal no llegó. Era muy raro porque si ella no asistí­a avisaba y no avisó" recuerda Gabriela.

Tal situación les causó extrañeza y, ante la incertidumbre, ella y su madre ocuparon la llave que tení­an para abrir la casa de Guadalupe, hallándola en su recámara, amarrada y cubierta con una bolsa negra.

Las cosas al rededor estaban desordenadas y se habí­an llevado algunos objetos, por lo que consideran que el móvil pudo ser el robo.

"Te das cuenta que en la sociedad en la que estamos viviendo es totalmente inhumana. Ni siquiera un animal hace ese tipo de cosas" dice con enojo y aunque sus ojos se humedecen, no derrama alguna lágrima.

"Es algo que ya nos marcó para toda la vida y ya tienes miedo, la tranquilidad nos va a costar muchí­simo volverla a tener".

Para sus familiares, que viven a la vuelta de su casa, es una pérdida de la que no se han recuperado y que las ha obligado a cambiar su rutina por temor de que algo malo les suceda también a ellas, pues el asesino sigue libre.

"Tienes que cambiar tu forma de vida, no le puedes abrir la puerta a la gente como antes, no puedes platicar con la gente. Es un cambio total en todos los sentidos".

Gabriela Mora pone en manos de las autoridades, en especial del fiscal general Jorge Winckler, el que se encarcele al culpable de la muerte de su tí­a Guadalupe.

"Yo no puedo decir que tengo la plena confianza de que se resuelva, pero uno espera que así­ sea por el bien de todos" sentenció.