Yunes, al palacio
•26 años de priista
•16 años de panista
PASAMANOS: El expriista durante 26 años (toda una vida) y panista desde hace unos 16 años, Miguel íngel Yunes Linares será el gobernador número 75 en la historia local.
Bautizado en la iglesia católica, convertido a la religión griega, llega al trono imperial y faraónico en el tercer intento. El primero, en el sexenio de Patricio Chirinos Calero, 1992/1998. Y el segundo en 2004.
Luis Velázquez
Hijo de un microempresario de la escoba, en la infancia, a la hora de dormir, solía taparse la cara y el cuerpo con una sábana o un sarape según la temporada y con una lámpara de mano leía el libro en turno. Desde entonces, su padre le llamaba “licenciado”.
Seis hermanos en total (dos fallecidos, dos mujeres entre ellos), tres hijos (dos que heredaron la vocación política), con 39 nietos y 1,500 personas de apellido Yunes viviendo en Veracruz, ha sido lacónico con la familia pidiendo que lo dejen gobernar y ejercer el poder con libertad.
Es decir, sin parientes incómodos tipo Raúl Salinas con Carlos Salinas.
Siempre con la mirada a la defensiva, salvo cuando está con el arzobispo emérito de Xalapa, Sergio Obeso, con mirada de hombre bondadoso, político de turbulencias, sin que se conozca su posición ante el aborto, el matrimonio igualitario y la adopción de niños en parejas homosexuales, el poder político es su droga.
Peleador callejero, su filosofía de vida tiene un valor concreto y específico: si hay química con otros hay química. Y queda claro. Pero también si hay cortocircuito todos lo saben. Sí o no, sin conocer las medias tintas, más cuando se ajusta a sus intereses. Y eso, en política, como en la vida, es confiable, pues cada quien sabe a qué atenerse.
Tanto que, por ejemplo, ha salido ileso de los huracanes políticos y sociales.
BALAUSTRADAS: Dos veces derrotado en la contienda partidista y electoral para ganar la gubernatura siguió para adelante.
Citado en el libro “Los demonios del Edén”, de Lydia Cacho, se levantó del vendaval.
También se irguió cuando la primera fuga de Joaquín “El chapo” Guzmán, de la cárcel de alta seguridad de Jalisco, primeros meses de Vicente Fox, en que su uña y carne, Enrique Pérez Rodríguez, quedó bajo sospecha.
Durante más de 20 años ha mantenido el mismo odio y resentimiento en contra de su ex amigo Fidel Herrera Beltrán. Y el hígado se le ha fermentado, sin estragos.
En su vida política siempre ha sido el 2, el 3, el 4, el 10, etcétera, con todo y el desempeño de cargos públicos de primera.
Ahora, sin embargo, y por vez primera en su historia será el Jefe Máximo de la Revolución Azul convertida en Gobierno.
Dueño que será, mejor dicho, que ya es, del día y de la noche, incluso, de las vidas ajenas que tocaron a su puerta para lograr uno de los dos mil cargos públicos a repartir, el mundo con más de 200 países, se reduce a una sola ciudad. Nueva York, su gran pasión urbanística. De allí para adelante, ninguna otra nación lo atrae.
Su filosofía social, razón de su vida hoy, está, sin embargo, levantando recelos y revuelos en la elite panista y perredista.
Por ejemplo, en el reparto de las mieles del poder hay quienes ya, a unas horas de que el barco zarpe en un viaje de 24 meses, están molestos porque les está imponiendo a subalternos, digamos, como una estrategia universal para cooptarlos.
Pero más aún: en todas las direcciones administrativas de cada secretaría del gabinete legal y ampliado ha nombrado, está nombrando a los suyos, y así, el titular corre el riesgo de convertirse en una figurita de papel, una simple estatua de sal que puede mudar en la esposa de Lot huyendo de Sodoma consumida en la llama divina.
“Yo acepté el cargo porque la militancia confía en mí para tener un carguito. Pero estoy a la defensiva” dice uno de ellos.
ESCALERAS: También les ocupa y preocupa que la alianza del PAN y PRD descarrile en el viaje cuando se atraviese “el orgullo de mi nepotismo” de que tanto hablaba el filósofo José López Portillo.
“Seremos debut y despedida” dice un panista con unos 25 años de militancia, sorprendido porque el góber electo rebasó por completo a los líderes tradicionales, entre ellos, Alejandro Vázquez Cuevas, Gerardo Buganza, Juan Bueno Torio y Julen Rementería, Francisco ívila Camberos, Enrique Cambranis y Domingo Bahena, y en unas horas aterrizará en palacio como el político de la alternancia partidista, se duda mucho de la transición democrática.
Todo, sin embargo, se reduce a la lucha por el poder. Y más con un líder fuerte y legitimado en las urnas, que solo ha llegado para vengarse contra todo lo que huela a Fidel Herrera, desde Javier Duarte hasta los duartistas.
Nadie, por ejemplo, habla del millón de indígenas y los dos millones de campesinos y los tres millones de obreros en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Liberal, digamos, en el terreno político, libre en materia religiosa pero que, así sea de faramalla, se sienta en una banca de la Catedral para la misa de cuerpo presente del sacerdote José Benigno Zilli, bendecido por el arzobispo Hipólito Reyes, quien también bendijo a Duarte y Fidel, conservador en materia social (vive en la desembocadura del río Jamapa en el Golfo de México, en una mansión que ya desearía Barack Obama según AMLO), tiene un mérito: lanzó de palacio al PRI, su expartido, rompiendo una tradición de 87 años de hegemonía tricolor.
Ya se verá si fue una simple alternancia partidista (“Quítate que ya llegué y el futuro es mío y para mis hijos”) o un paso, aunque sea un pasito, a la transición democrática, cuyo significado se reduce a dos palabras, bienestar social.