Siete días sin Pedro Tamayo
•Su muerte, por el periodismo
•Pero también, malas amistades
•Prueba de fuego para el Fiscal
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El Fiscal de Veracruz ha expuesto un par de hipótesis, ejes de investigación, digamos, sobre el asesinato del reportero número 19, Pedro Tamayo, en Tierra Blanca, el miércoles 20, a las 11 de la noche, frente a su casa y ante su familia.
Así, mientras los hijos aseguran que los sospechosos son unos policías (uno que disparó y otros que en la patrulla
Luis Velázquez
vigilaban), el Fiscal redujo el abanico de posibilidades a un par de opciones.
La primera, dijo, debido a su trabajo periodístico.
Y la segunda, sus ligas con el jefe narco de la plaza Zeta, Francisco Navarrete, detenido por la SIEDO como el presunto a quien los policías estatales del secretario de Seguridad Pública le entregaron los 5 jóvenes de Playa Vicente levantados en Tierra Blanca.
En el primer caso, por aquí lo escucharon diciendo que una pista de investigación era su desempeño reporteril en automático unos trabajadores de la información repiquetearon las campanas, loando al Fiscal porque por vez primera, y desde el primer momento, consideraba el periodismo como una posible causante del asesinato con alevosía, ventaja y premeditación.
Pero además, con perversidad y mala leche, pues antes del crimen, el asesino le disparó a los pies para hacerlo bailar “La bamba”, la bamba violenta, de brinquitos, y luego, y como en el caso de Rosita Alvírez, le asestó el tiro mortal.
Desde luego, se trata de una línea de investigación a rastrearse, y que levanta expectativas para, digamos, serenar los ánimos sobre el crimen, luego de que el subsecretario de Gobernación, Roberto Campa, se “lavara las manos” asegurando que
Pedro Tamayo rechazó las medida cautelares de protección, y en consecuencia, digamos, solo digamos, él mismo fue culpable de su asesinato.
“No confíes en la policía” alcanzó Pedro a pedir a su esposa en los 20 minutos que todavía duró con vida tirado en el suelo.
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El Fiscal ligó la muerte del reportero número 19… a sus malas amistades.
Francisco Navarrete, el presunto jefe narco de la plaza de Tierra Blanca, y quien en su álbum familiar tiene fotos con el presidente municipal del pueblo.
Pero también con el diputado federal, Tarek Abdalá, y con los empresarios locales, incluso, hasta dueños de medios, de igual manera, digamos, como también las tiene (y ha usufructuado) Pancho Colorado, “El señor de los narco/caballos”, preso en Estados Unidos por sus nexos con los malandros, amigo de un montón de políticos priistas y panistas, entre ellos, Fidel Herrera Beltrán y Miguel íngel Yunes Linares, a quienes hasta su avión prestó para campañas electorales, entre ellas, una presidencial, con Josefina Vázquez Mota en el año 2012.
“Creo que (Pedro Tamayo y Francisco Navarrete) querían poner un periódico” se ha dicho por ahí en las redes sociales, echando leña al reportero ejecutado, desacreditando su nombre, enlodando su trayectoria.
Lástima que se haya olvidado (quizá ex profeso) que Pedro Tamayo también fue policía raso y que para garantizar el itacate en casa vendía hamburguesas en las noches afuera de su casa y que, incluso, para conservar su plaza de policía siguió, digamos, de informante de la secretaría de Seguridad Pública, al mismo tiempo que iniciaba y continuaba en el periodismo.
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Se cumplen hoy siete días del asesinato de Pedro Tamayo, el reportero número 19 ejecutado en el viaje sexenal de Javier Duarte, JD, más los tres reporteros desaparecidos, el primero, Gabriel Manuel Fonseca, el 17 de septiembre de 2011, secuestrado afuera de la comandancia policiaca de Acayucan.
Y dado que en el mes de septiembre se cumplirán cinco años de que fue plagiado y en su casa sus padres ancianos aún lo esperan, nada fácil sería que tanto él como los otros dos… (Cecilio Rodríguez Domínguez y Sergio Landa Rosado) estén muertos (y ojalá, oh Jesús de Nazareth, nos equivocáramos), con lo que, y de ser así, sumarían 22 los trabajadores de la información asesinados en el duartismo.
Un récord sin precedente en la historia del periodismo mundial, ni siquiera, vaya, en la guerra de Vietnam, en la de Camboya, en la de Afganistán y en la del Medio Oriente con la llamada Primavera írabe.
Por eso mismo, el Fiscal de Veracruz carga una pesada, pesadísima cruz a cuesta camino al Gólgota de Javier Duarte, cuyo futuro oscila entre la espada de Enrique Peña Nieto y la espada de Miguel íngel Yunes Linares para ver quién de los dos lo encarcela primero.
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El gremio reporteril, pero más aún la sociedad doliente, espera resultados concretos y específicos del Fiscal en el caso de la muerte de Pedro Tamayo.
Y por más dura y sórdida que sea la realidad, luego, incluso, de haber interrogado a once policías (¡oh, los policías de la secretaría de Seguridad Pública sujetos a proceso penal por desaparición forzada), tal cual ha de darse a conocer, siempre y cuando, claro, existan pruebas, grabaciones, testimonios, evidencias, coincidencias, papelitos notariales, etcétera.
Y más, cuando con todo y su descrédito, el góber tuitero asegura que el Fiscal es impoluto, impecable e implacable.
Claro, si el Fiscal sigue diciendo que “ya cuenta con algunas identidades por el crimen” (SPI, 25 de julio), solo siembra la duda y la incertidumbre, pues significa tanto como “dar atole con el dedo” a la población civil, pero más aún: a un gremio tan incrédulo y quisquilloso como el reporteril.
Cada día que pasa cabeceando la verdad se vuelve en contra.