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8 Columnas
Sábado 23 julio, 2016

“Seguimos en este infierno”


•Viuda de Pedro Tamayo

TIERRA BLANCA.- Un cotejo fúnebre donde lo único que abundó fue el llanto y la zozobra de los familiares fue el sepelio del reportero Pedro Tamayo Rosas.

Fue en punto de las 10 horas, cuando su esposa y compañera de redacción, Alicia Blanco Beiza, miró por última vez el cadáver de su Tamayo. Antes de llevarlo al camposanto, levantó el velo que le protegí­a el rostro sin color y selló el adiós con un beso de labios gélidos.

“Gorda, reportan que hay un ejecutado. Vamos, por favor“. “Pedro me convencí­a, así­ fuera de madrugada. Nos í­bamos y cubrí­amos la exclusiva. Más que esposos, fuimos los mejores amigos. Ya no podré leerle a Catón, ni las crónicas de Ignacio Carvajal, sus favoritas. En fin, él ya está tranquilo, jodidos nosotros que seguimos en este infierno”.

Recuerdos que la viuda comparte del hombre que jamás perdió la disciplina reporteril. Fue el mismo dí­a del atentado, minutos antes de ser baleado, que Tamayo Rosas subió a su página en Facebook, Lí­nea de Fuego, la nota de un sujeto de 51 años, acribillado sobre la carretera estatal Pueblo Viejo - Cotaxtla. Tamayo, como de costumbre, tecleó las señas de los agresores.

Así­ daba inicio el cotejo fúnebre, con destellos relacionados con el hombre en el ataúd, que estaba próximo en ser trasladado a su último refugio, el cementerio Jardines del Recuerdo, en su natal Tierra Blanca.

Resguardados por elementos de la Policí­a Estatal, Fuerza Civil y de la Gendarmerí­a Nacional, el grupo avanzó hasta el camposanto. Las calles por las que recorrió en su automóvil, en busca de las notas generales, en esta ocasión se vieron desiertas. Pocos santiguaron a lo lejos a Perico, como le llamaban los conocidos.

Finalmente el féretro llegó a su último destino. Una fosa ya esperaba, rodeado de arreglos florales. Con las alabanzas cristianas, los allegados suplicaron al ser celestial, el perdón por sus culpas y el permiso para una vida eterna. Sin embargo, doña Socorro Rosas vació el llanto y se lanzó contra los agresores: "Malditos los que te hicieron eso. Eras mi niño tan hermoso... que amabas tu trabajo, me quitaron mi corazoncito”.

En tanto, la viuda se aferró a la serenidad. Cargó a quien fuera la mayor adoración del reportero, su nieto de cinco meses, y sobre la caja de cedro, dejó un cuadro que se lee: “Con amor para mi abuelito”, firmado con una mano diminuta impregnada con pintura acrí­lica.

Sus familiares no evitaron llorar la ausencia; un hermano hincado, sobre el lodo reprochaba el final de Tamayo Rosas; su hijo, aferrado al hombro de su madre buscaba consuelo en medio de cánticos funestos. La despedida inminente llegó con el sello de cemento sobre la lápida. Fue cuando la señora Alicia se desconectó del escenario de lamentos. Tomó asiento en una cripta vecina y recordó los mejores momentos que en vida tuvo con el reportero terrablanquense.

Se iba de su lado el hombre luchón que buscaba por todos lados para que hubiera más entradas de dinero. Vendiendo perfumes, postres, tortas en los partidos de béisbol y en las loterí­as que organizaba en el patio de su casa.

Un hombre que de lava platos y ayudante de mesero pasó a las filas de la SSP como policí­a raso para finalmente colaborar de manera activa con los periódicos El Piñero de la Cuenca, Al Calor Polí­tico, Mi Revista Veracruz, El Cañero de la Cuenca, Crónica de Tierra Blanca, Noticieros Radio Max y La Voz de Tierra Blanca.

En la parte final del entierro, los familiares aclaran comentarios, que sin firma, señalan a Pedro Tamayo con el crimen organizado, particularmente con Francisco Navarrete, a quien vinculan con el Cartel Jalisco Nueva Generación, hoy detenido por delitos investigados por la PGR.

“Dicen que mi esposo edificó una mansión en la parte trasera de mi domicilio, pues bien, ya vieron los medios que no es así­. Si bien mi esposo se dio la oportunidad de comprar un auto de agencia, como muchas personas, no somos ricos ni tengo resuelto mi futuro. Pedro fue un hombre luchón y todo lo que consiguió escribiendo lo que pocos se atreven: incomodando al gobierno de Javier Duarte.

Ya para el cierre de la tarde luctuosa, el féretro de Pedro Tamayo quedó resguardado por coronas florales, apoyos aromáticos de sus amigos comerciantes, deportistas, familiares y de la breve presencia periodí­stica que unánimes exigieron una palabra que ha estado fuera del diccionario del duartismo: “justicia”.


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