La soledad del gobernador
•En la mesa del café, en un extremo, Luis Videgaray y Pepe Yunes en el cuchicheo. En el otro lado del ring, José Antonio Meade y “El niño verde”, en otro siseo. Y, en medio, Javier Duarte, solo, solito, agitando el azúcar con una cuchara sopera en el vaso con el lechero…
Los cinco están sentados en una mesita del café La Parroquia, 205 años.
Los tres, de guayabera blanca.
Los tres, guayabera de manga larga.
Luis Velázquez
Los cinco con un lechero. Los cinco, con tres platos con dos canillas. Digamos, casi casi uniformados.
Juntitos, en un extremo de la casa, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, platicando con el senador Pepe Yunes.
En el otro extremo, el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, con el llamado “Niño Verde”.
En el centro, Javier Duarte, solito, agitando con una cuchara sopera el azúcar con el café, que al mismo tiempo, a un lado, también revuelve Meade (Mid se pronuncia) con su lechero.
Videgaray y Pepe, platican. También, Meade y “El niño verde”. Y Duarte, mira su lechero. Solo.
Solito. Como si viviera la soledad del poder.
Desde luego, la foto incómoda fue, apenas, apenitas, un hecho circunstancial. La tomaron, claro, en el momento oportuno. Pero al mismo tiempo, un sociólogo aseguraría que fuera de contexto (con mala leche exclamaría un priista) porque en realidad hubo diálogo jarocho entre Videgaray, Meade y Duarte.
Oh paradoja, raro y extraño, Duarte, quien ha declarado que ama el twitter, en ningún momento tuitea. Incluso, en la bolsa izquierda de la guayabera tiene una pluma. Y está guardada, pues en otros tiempos, cuando tal ocurría el político priista hacía como que escribía para evitar que alguien suspicaz y perspicaz dijera que lo dejaron solo…
En la foto, Pepe Yunes habla y Videgaray escucha. Meade habla y “El niño verde” escucha.
Duarte, callado.
Horas después, el director de Comunicación Social del duartismo publicaría en su twitter que en realidad Pepe Yunes se filtró en el desayuno, porque ellos, “Los niños infieles”, nunca lo invitaron.
Pero, bueno, “haiga sido como haiga sido”, el caso es que el senador ahí estaba y tan estaba que Videgaray lo apapachó en público, delante de todos, platicando, sonriendo, sonriendo, sonriendo, nomás para que el mensaje quedara claro en un México donde los políticos tanto gustan del lenguaje críptico.
En todo caso, si Alberto Silva, quien alguna vez se soñó y miró sucesor de Javier Duarte, dice que ellos nunca invitaron al “colado” senador al desayuno, basta y sobra con que Videgaray, condiscípulo de Pepe Yunes en el ITAM, se lo pidiera.
Incluso, hasta Meade, el otro condiscípulo estudiantil, también se lo pudo haber podido.
Y eso que faltó el jarocho Fernando Aportela…
UNA SOLA VEZ EL TREN PASA EN LA VIDA…
Enfrente de la mesa, y como siempre en un suceso priista, la bufalada. Políticos, burócratas, escoltas mezclados y entremezclados con los camarógrafos y fotógrafos. Cada uno disputando un espacio, cumpliendo la ley no escrita al pie de la letra, aquella de que “el góber me vio y hasta me llamó por mi nombre, y también, Videgaray me saludó”.
Es más, la bufalada enfrente casi se agolpa como avalancha, tsunami, río desbordado del cauce, sobre la mesa principal de aquella mañana en La Parroquia, la gente bonita, las buenas conciencias, los políticos VIP.
Y todos, claro, fueron testigos de aquel momento fotográfico, instante efímero, segundo que se va como, digamos (y disculpe el lector la nostalgia churrigueresca), las golondrinas de Bécquer.
Fue aquel apenas un soplo. Un relampagazo. Sabrá Dios el número de segundos, minutos quizá, que parecieron eternos, años luz. Pero con todo, la soledad. La pinche soledad, parodiando a la gí¼ereja Yuri con su “maldita primavera”.
Y es que, bueno, la vida pública es de circunstancias, cuando, dice el abuelo, el tren pasa una sola vez en la vida y te trepas aunque sea al cabuz o te quedarás siempre parado en la estación.
Por ejemplo, Javier Duarte llegó a la gubernatura porque Fidel Herrera se encargó de todo.
Y en tal lógica, bueno, nomás para escribirlo, Pepe Yunes es amigo de Luis Videgaray desde que ambos tenían, digamos, unos 18, 19 años, y juntos han caminado.
Y por eso mismo, el cafecito juntos, la canillita dejada a la mitad, la plática, la confidencia, la risa y la sonrisa; en contraparte, caray, la soledad, breve, efímera, relampagueante; pero soledad al fin, del jefe máximo en Veracruz.