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Reportajes
Lunes 23 mayo, 2011

Crónica de Boca del Rí­o en tiempos del narco/23 de mayo de 2011

*Taxista: ”˜”™Los periódicos son mentirosos. Los muertos fueron 15 y no 5, como dicen”™”™
*Una ciudad atrapada en el temor, el miedo, el pánico y la angustia
*El anuncio de que malosos regresarí­an por la revancha al Salsódromo

Crónica de Boca del Rí­o en tiempos del narco

*Taxista: ”˜”™Los periódicos son mentirosos. Los muertos fueron 15 y no 5, como dicen”™”™
*Una ciudad atrapada en el temor, el miedo, el pánico y la angustia
*El anuncio de que malosos regresarí­an por la revancha al Salsódromo

Luis Velázquez Rivera
23 de mayo de 2011

Apenas han pasado unas horas de la balacera del viernes 20 en la noche en Boca del Rí­o. 5 muertos y 3 heridos. Sicarios contra fuerzas armadas. Los señores del narco adueñándose de Veracruz. Tres cárteles en disputa asegura Ricardo Ravelo, de Proceso. Los Zetas. Los Chapos. La Familia Michoacana.
Entonces, trepo a un taxi, siguiendo la huella del góber fogoso, quien (en nombre del populismo) se subí­a a un taxi para llegar al evento. Y de paso, preguntar al chofer lo que habí­a escuchado sobre su estilo personal de ejerce el poder.
Antes de llegar a la esquina, pregunto al taxista:
-Por fin, ¿cuántos muertos hubo anoche en el tiroteo?
-Quince, jefecito.
-¿Quince? Unos periódicos dicen que fueron cinco. Otros, hablan de la balacera, sin número de muertos.
-Usted, jefecito, no haga caso de los periódicos. Los periódicos son muy mentirosos.
-Pero ¿usted cómo sabe que fueron quince los muertos?
-Porque cuando sucede una desgracia, los taxistas nos hablamos por el radio o por el celular para estar informados.
Para entonces, hemos llegado al bulevar Avila Camacho. Vamos en territorio de Veracruz, llegando a Boca del Rí­o. El taxista se frena. Mejor dicho, se detiene, sin importar los automóviles que lo siguen. Dice:
-Mire, jefecito, a esta palmera le tocaron dos tiros, y el taxista señala con el í­ndice flamí­gero las huellas del tiroteo. Mire, mire, aquí­ están.
Me inclino sobre la puerta y escudriño. La carne, la piel de la palmera, en efecto, está desgarrada. Parecen tiros sesgados, de frente quizá, atravesada la palmera con un hueco.

”˜”™AQUí CAYÓ EL PRIMER MUERTO”™”™

El taxista reanuda, despacio, despacito, y casi llegamos frente al hotel Lois.
-Mire, jefecito, aquí­, a esta altura, quedó una camioneta en sentido contrario. Chocada. Con unos balazos. Y mire usted, aquí­, cayó el primer muerto. Y aquí­, (dice, señalando un restaurante) las balas perdidas rompieron los vidrios.
El taxista voltea para el lado izquierdo y el lado derecho cuando entramos a la avenida Adolfo Ruiz Cortines. Y busca. Rastrea pistas. Recuerda el principio de la noche del viernes, la segunda noche en que Boca del Rí­o debutara en el mundo con el Festival de Salsa.
-Y mire, pasado el tiroteo, llegó el ejército, y luego enseguida los soldados bloquearon la zona. Y la gente en los restaurantes quedó recluida hasta las tres de la mañana, en que los dejaron libres, cuando el tiroteo fue a las once y cachito.
-¿No sabe usted si seguirá el Festival de Salsa?, pregunto al taxista, el pelo encrespado, los ojos vivarachos, las manos fuertes, garrudas, camisita de popelina, pantalón azul de mil rayas.
-Sí­, claro, el festival seguirá hoy sábado, pero dicen que a las diez de la noche tocarán la última pieza.
-¿Por qué a las diez de la noche?
-Porque hay versiones de que habrá otra balacera. Los malosos se desquitarán. Les mataron 5 pistoleros y vendrán por la revancha.
-¿Usted irá al Festival?
-¡No, mi madre, jefecito, tengo miedo! ¡Qué tal si me toca una bala perdida! Anoche, un muchacho vení­a caminando por el bulevar y cuando miró el desmadre y oyó el tiroteo, se tiró debajo de un coche.
El taxista disminuye la velocidad, porque tiene deseos de platicar, contar, narrar su experiencia del viernes en la noche, los minutos vividos, la angustia, el pánico, el temor, el miedo.
-¿Hay mucho narco en Veracruz?
Taxista:
-Sí­, hay muchos. Por todos lados están. Usted mire las camionetas blindadas con placas de otros estados que circulan por aquí­. Usted mire en los restaurantes y las discotecas a los tipos con pantalón y camisa vaquera, botas, sombrero. Son ellos.
-¿Conoce usted narcotienditas en las colonias populares?
El taxista guarda silencio unos segunditos. Mastica las palabras. Mide. Calcula.
-La mera verdad, sí­ conozco narcotiendas, pero me hago pendejo. Es más, algunos clientes me piden que los lleve. Yo siempre les dije que nada sé. En una de esas me cae el ejército y me levantan. Y de unos pinches planazos no me escapo.
-Pero hay muchas narcotiendas en Veracruz.
-Sí­, pero mire, la clave es la siguiente: las narcotiendas están abiertas durante una semana, cuando más una quincena, y luego, los narcos la cierran y abren otras para no dejar pistas.

”˜”™EN VERACRUZ SIGUE TIROTEO, MUERTOS, SECUESTROS…”™”™

Para entonces, vamos llegando al destino de ”˜la corrida”™. El taxista pregunta el número de la calle donde habrá de detenerse. Pago el alquiler. 35 pesos. Desciendo de la unidad y el conductor dice:
-¡Cuí­dese! ¡No vaya al Festival de la Salsa! ¡Habrá balacera!
Y lo dice serio, solemne, la mirada de angustia, el gesto de preocupación.
Al ratito, un amigo habla por teléfono. Dice:
”˜”™Suspendieron las clases en la maestrí­a. Llegó un fax de la secretarí­a de Seguridad Pública, diciendo que todo mundo se reclute en casa”™”™.
La noticia principal de Notiver en primera plana a 8 columnas decí­a:
No pasó nada.
… Y el mundo no se acabó.
Ajá.
En una parcela de Martí­nez de la Torre, el jueves 19, unos sicarios llegaron y con alevosí­a, ventaja y premeditación, acribillaron a dos campesinos y se llevaron a otro, como aquella matanza en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa cuando pistoleros de la familia Arámburo acribillaran a 7 campesinos.
En Soledad de Doblado, unos malosos secuestraron a un niño y fue liberado tres dí­as después de que los padres juntaron pidiendo prestado un millón y medio de pesos.
El sacerdote Alejandro Solalinde, aquel que ha denunciado a Veracruz como ”˜”™la capital nacional del secuestro de migrantes”™”™ viajó con el poeta Javier Sicilia en la Caminata por la Paz y la Dignidad a Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del planeta.
Y mientras en el territorio de Veracruz, de norte a sur, continúan tiroteos, muertos, secuestros, levantones, asaltos y robos, las cuotas por derecho de piso, la extorsión telefónica, etcétera, en un hotel de la zona conurbada Veracruz-Boca del Rí­o, un niño de unos doce años de edad lee (como si fuera la historieta de Memí­n Pinguí­n) el libro de la periodista Anabel Hernández, ”˜”™Los señores del narco”™”™, con la foto de Joaquí­n ”˜”™El chapo”™”™ Guzmán en portada…


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