“La letra con sangre entra”
**Técnica pedagógica
**Excesos de maestros
UNO. Profes con mano dura
Gracias a un cuarteto de profesores en la escuela primaria la vida fue ruda. Una pesadilla.
Eran cuatro maestros. Dos mujeres. Y hermanas. Y dos hombres.
Para ellos, la técnica pedagógica era la siguiente: “La letra con sangre entra”.
Y la aplicaban con fervor religioso. Convencidos de que así, el cien por ciento de los alumnos de cada generación saldrían unas lumbreras.
Vaya, ni siquiera la directora general de aquella primaria los evidenció. Quizá en nombre de la libertad y de la pluralidad.
DOS. A reglazo limpio
Las dos hermanas impartían el primero y el segundo año de primaria.
Y cuando un niño tenía dificultad para entender y comprender una lección, entonces, tomaban una regla de madera teca (la más resistente de todas las maderas) y se acercaban al niño y le ordenaban ponerse de pie.
Luego, ordenaban al niño voltear las manos de cara al techo.
Y los agarraban a reglazo limpio. Es decir, a madrazo limpio.
Dos, tres, cuatro, cinco reglazos.
Incluso, y con frecuencia hasta cuando miraban una lágrima escurriendo en la mejilla del niño.
“Así aprenderás pronto” le decían como remate pedagógico.
TRES. Maestro pederasta
A un profesor, Rafael N., le apodaban “El cebollín”, güero simple.
Impartía el sexto año de primaria. Era pederasta. Sentía debilidad por las niñas.
Y cuando una niña tenía dificultad para aprender la invitaba a su casa donde vivía solo.
Y en casa por la tarde, cierto, le explicaba con paciencia la clase.
Y al mismo tiempo, inducía la plática preguntándoles si sabían bailar. Si ya habían aprendido a bailar el vals de los quince años.
Y como todas apenas, apenitas, se asomaban a la adolescencia, entonces, se ofrecía para enseñarles a bailar.
Y bailando las cortejaba hasta tener relaciones íntimas.
CUATRO. Profe orangután
El profesor Miguel N. era alto y fornido. Una especie de gorila. Un orangután.
Impartía el quinto año de primaria.
En un salón mixto.
Y si el alumno en turno ignoraba la lección, entonces, el profe se inclinaba a ras del suelo.
Y agarraba de los pies a los chicos y los levantaba y los ponía de cabeza y así los sostenía durante varios minutos.
Además, zangoloteando a todos.
Y delante de las alumnas.
Y al mismo tiempo les decía que “la letra con sangre entra”.
Luego de un ratito, tres, cuatro minutos eternos, los soltaba.
Y los chicos caían en el piso.
Y el profe como si nada. Feliz y dichoso de su obra pedagógica.
CINCO. El exceso del poder
Era aquella la mística educativa de los profes en el pueblo. Soledad de Doblado.
Y aun cuando, sin duda, esas prácticas y teorías fueron superadas, en los pueblos indígenas y rurales de Veracruz el riesgo de su vigencia.
Con todo, la vocación caciquil de los seres humanos.
El autoritarismo. El abuso del poder.
Y ni se diga la complicidad de la autoridad educativa. (lv)

