Duro el Alzheimer
**Dura la depresión
**La muerte en vida
ESCALERAS: Hay par de enfermedades, casi casi hermanitas gemelas. Las dos, terribles y espantosas. Duras y rudas. Tristes y dolorosas.
Una, el Alzheimer. La pérdida de la memoria mediata e inmediata. Una muerte en vida. Vida vegetativa.
La memoria, incluso, olvidando todo. Desde el nombre propio hasta el nombre de los familiares. La pareja. Los hijos. Los nietos. Los primos. Los tíos.
Vaya, tan deteriorada la memoria en todas sus facultades que el enfermo ignora la utilidad de las diferentes partes del cuerpo humano.
PASAMANOS: Y la otra, la depresión. De pronto, ¡zas!, la persona se apachurra. Se hunde en el abismo emocional. Y mira la vida con indiferencia. Apatía. Desdén. De forma contemplativa.
Sin ganas de empujar la carreta y patean el balón. Sin deseos, incluso, de vivir.
En uno de tantos viajes depresivos, el gran escritor Ernest Hemingway, se levantó a las seis de la mañana y de la recámara caminó al sótano de su casa y en donde guardaba las pistolas, las escopetas y los rifles para cazar leones y tigres en África y tomó una escopeta y se pegó un tiro en la boca.
CORREDORES: De acuerdo con los médicos, tanto el Alzheimer como la depresión son enfermedades genéticas. Se heredan.
Indicativo y significativo:
Igual, igualito como cientos, miles de enfermedades, la ciencia médica ha fracasado. No hay cura para ninguna de las dos.
Y aun cuando el lector dirá que hay peores, mucho peores males que el Alzheimer y la depresión, y ninguna duda de que, en efecto, es así, uno de los hechos singulares más tristes es tener en casa familiares con tales achaques.
El Alzheimer paralizando la vida. La depre, inundando los días y las noches de ganas de quitarse la vida.
BALCONES: Simplemente, no hay cura.
Y si algún médico sugiere un tratamiento médico se trata de una estafa. Gran estafa.
Además, medicinas caras. Muy caras. Incluso, de hasta dos mil y tres mil pesos cajitas con treinta pastillitas para un mes.
Y al mes siguiente otra. Y otra. Y otra.
El Alzheimer es irreversible. Y la depre suele curarse un tiempo. El ánimo se levanta, por ejemplo, luego de dos y tres años de estar tomando medicina todos los días.
Pero pasado un ratito, otra vez la vida empantanada.
PASILLOS: Por eso mismo, hay personas y parientes apostando a la sedación paliativa o terminal.
Una inyección milagrosa para viajar al otro lado del charco. Y en dos horas a partir de su aplicación.
Tiempo suficiente para seguir despidiéndose de la familia y dar a cada pariente el último abrazo. La última sonrisa. El último apretón de manos. Las gracias por los días y noches felices y dichosas.
Más vale.
Sobre todo cuando la liquidez familiar es constreñida y un tratamiento médico es muy caro y poco efectivo. (lv)

