Un hombre amable
**Modesto y solícito
**Discreto y productivo
UNO. La Adoración Nocturna
Don Amador Beltrán era un hombre amable y solícito. Discreto y callado. De poco hablar. Con la mitad de una sonrisa en los labios y con unos ojos como búhos, escudriñando.
Entre semana, era campesino.
Los fines de semana, sábado y domingo, chef. Un chef maravilloso especializado en tamales de masa. Quizá, “veinte y las malas”, los más sabrosos, no del pueblo, sino de la comarca. Del distrito.
Y era muy religioso. Tenía y nutría un equipo de amigos denominados la Adoración Nocturna de la iglesia.
Dos veces al mes, sábado en la noche para amanecer domingo, solían turnarse por horas en la iglesia rezando y rezando.
Unos rezaban. Otros dormían. Y hacia las seis de la mañana, el presbítero del templo oficiaba misa especial para ellos.
DOS. Un juez de paz
Nunca se conflictuó. Ni menos echó broncas a los demás.
Incluso, se sentía juez de paz. Y estaba solícito para reunirse con las personas rejegas y buscar entre todos puntos de encuentros.
Y si alguien por ahí se alteraba, entonces, don Amador lo invitaba a caminar alrededor de la manzana y platicar y platicar.
Se sabía de memoria varios capítulos de la Biblia y siempre tenía un dicho, una historia, una anécdota, una referencia para convocarla de acuerdo con la naturaleza de cada pleitito.
TRES. Tamalitos de masa
Era un gran chef. Y celoso de su receta para los tamalitos de masa.
Nunca pasó la receta a los amiguitos de la Adoración Nocturna.
Pero a una hija, la más cercana y con fervorosa vocación para cocinar, le enseñó los secretos de su sazón.
Y a la muerte del padre, ella tomó la bandera gastronómica y la tradición, digamos, familiar, de los tamalitos ha trascendido años y décadas.
CUATRO. La sazón de un campesino
Los tamales de masa de don Amador Beltrán procesados y cocinados en Soledad de Doblado fueron y son los más sabrosos en el Estado de Veracruz.
“Veinte y las malas”.
Era y es la sazón. La sazón de un campesino convertido en chef. En todo caso, un mago en el cocimiento de la masa.
Y en las hojas de plátano con que la envolvía.
Los condimentos.
El tiempo de duración en el fuego.
Cada pedazo y parte del tamal una delicia extraordinaria.
CINCO. Lanzados del templo
A la muerte de don Amador, el grupo de la Adoración Nocturna se deshizo.
Mejor dicho, estaba polvoreado desde antes cuando el presbítero de la iglesia fuera removido y nombrado en su lugar un sacerdote con otros rollos pastorales.
Y ni modo, los viejitos aquellos lanzados del templo, su paraíso terrenal, allí donde se tuteaban con Dios. (lv)

