Además de cumplir con la faena religiosa, por ejemplo, nadie le quita su activismo deportivo y más, mucho más allá, de cualquier promotor oficial.
En la cancha deportiva de la parroquia, y a un ladito del curato y en donde vivía, la población infantil, juvenil y adulta participando en los eventos y torneos.

DOS. Un pueblo en movimiento

Juegos de básquet y voli. Competencias en dos ocasiones cada año.
Todas las tardes, los deportistas entrenando y jugando.
En las noches de torneo, las porras y los duelos de porras y los gritos y la euforia colectiva alentando al equipo preferido de cada uno.
Desde las cinco de la tarde (cuando ya el sol había disminuido su intensidad) hasta medianoche, la cancha aprovechada en toda su magnitud.
Niños jugando. Jóvenes jugando. Adultos jugando.
Parte de la noche eran como días.
En las noches, las pasiones desatadas por dos equipos de básquet míticos y legendarios: Zig Zag y Argos.

TRES. El charro negro

Incluso, don David Constantino jugaba en un equipo de básquet. Mercurio se llamaba.
El padre se vestía con camiseta de manga larga de color negro y el pantalón deportivo de color negro y los zapatos negros.
Entonces, de manera cariñosa le llamaban “El charro negro” y él sonreía.
Siempre permaneció cerca y lejos de la actividad deportiva alentada desde la iglesia.
Cerca, porque siempre pendiente de la cancha en buenas condiciones.
Y lejos, por la total libertad que dejaba y respetaba para que cada equipo se programara en los eventos.

CUATRO. Activismo religioso inusitado

Los sábados en la mañana, por ejemplo, la doctrina religiosa para los niños. Y comenzando con un desayunito para todos.
En la tarde, pláticas con los jóvenes de ambos sexos.
Y en las noches, acercamientos con los adultos. Las señoras y los señores.
Dos veces a la semana agarraba camino con el sacristán para recorrer las comunidades del pueblo. Ejerciendo el apostolado a plenitud.
Y siempre en la organización social para la mejoría de cada pueblo con los servicios públicos.

CINCO. Crítica social

En cada misa las homilías eran de crítica social.
La deficiencia en los servicios públicos. Y en todos los poblados del municipio.
Y como fue lógico y natural, los alcaldes, todos priistas en el siglo pasado, enfurecían.
Enfurecieron tanto que, por ejemplo, nombraron una comisión política y todos le cayeron al obispo de la Diócesis, José Guadalupe Padilla y Lozano.
Y le decretaron la guerra a don David Constantino.
Y el obispo fue categórico: cambió a don David de adscripción religiosa.
Es decir, el obispo quedó bien con los priistas.
Casi casi como cuando a los doce años de edad, Jesús lanzó del templo religioso y con látigo en mano a los fenicios quienes tenían convertida la iglesia en un tianguis. (lv)