Por qué está ahí… ¿Significa algo que esté ahí?... ¿Por qué existe?... ¿Está ahí por alguna razón o es completamente fortuito?”…

ROMPEOLAS: La respuesta es concreta… “Todo efecto tiene su causa”… Y si ahí están las montañas, el cielo y las estrellas, la pregunta automática es quién las creó… Y la respuesta es una sola… Dios… El Ser Superior… Llámese Jehová… Yahvé… En todo caso, Mahomá… Incluso, Buda… Etecé… Etecé… Más de mil nombres en el diccionario de la Real Academia Española para referirse a Dios… Ok… Pero entonces, si “todo efecto tiene su causa”, la pregunta es la siguiente: ¿Quién creó a Dios?... La respuesta la expresan los teólogos… “Dios se creó a sí mismo”… Ta’gueno… Pero de ser así, el principio universal de “todo efecto tiene causa” queda por los suelos… “Patas arriba”… Ok…

ARRECIFES: Tal cual, el sacerdote de la doctrina para niños los sábados en la mañana en el pueblo se ocupaba de las fronteras de la razón y la fe… La razón llega, decía, hasta donde empieza la fe… Y la fe tiene a la razón como límite… Y la fe significa creer de manera total, absoluta y ciega, en un hecho… En una verdad universal… Y si se da paso a la razón, entonces, el mundo se pulveriza… Queda hecho talco… Polvo… “Y en polvo te convertirás” dice la crónica bíblica…

ESCOLLERAS: En resumidas cuentas, un dilema… La interrogante de todos los tiempos… Y los siglos… Vaya, bien puede una persona, un mortal, mirar (y admirar) el vuelo de las gaviotas sobre el Golfo de México y preguntarse cómo, cuándo, quién creó a las gaviotas… Y más con su disciplina militar para volar una atrás de la obra y sin rebasar a nadie… Vaya, cómo fue, en qué momento, que los mares y los ríos y las lagunas fueron creados… Y por quién... Y la creación de las palomitas… Y las ardillitas… Y hasta los zopilotes, los animales más perversos, pues cuando se topan con un cadáver de par de picotazos les arrancan los ojos, lo primero en gustarles de un cuerpo humano sin vida…

PLAZOLETA: Dios, aseguran los hombres de fe, entre ellos, los sacerdotes, nunca se ve… Pero su presencia se siente… Por ejemplo, como cuando el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, publicó una crónica durante su estancia en Roma contando que el Sumo Pontífice tenía sed en la madrugada… Y se levantó a la cocina… Y en el pasillo se topó con Dios… Y se pusieron a platicar, olvidando la sed… Y, bueno, mientras “son peras o manzanas”, la conseja del Nobel Jon Fosse bien pudiera servir de sustento para mirar (y admirar) las montañas, el cielo y las estrellas y creer en el Ser Superior… (lv)