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8 Columnas
Lunes 08 diciembre, 2025

Amenaza la Doctrina Donroe


Raymundo Riva Palacio/Tomado de El Financiero

En enero, el periódico The New York Post, propiedad de Rupert Murdoch, amigo de Donald Trump, publicó una portada donde mostraba las nuevas fronteras estratégicas que deseaba el entrante presidente, con Canadá como estado 51, la apropiación,...

de Groenlandia, el control sobre el Canal de Panamá, y la colonización simbólica del nombre del Golfo de México. El Post jugueteó, como siempre lo hace con sus titulares y encabezó: “La Doctrina Donroe, la visión de Trump para el hemisferio”. Ahí quedó todo hasta el jueves por la noche, cuando la Casa Blanca publicó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Fue una redefinición radical de prioridades. Adiós China como la principal amenaza de Estados Unidos. Adiós el Medio Oriente como prioridad. Adiós a los europeos como el pesebre de los mejores aliados. Bienvenida América Latina, de la que dice sin ambages: “Después de años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y reforzará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia norteamericana en el hemisferio occidental”. Es un “corolario” a la Trump a esa doctrina que, 200 años después de haber proclamado “América para los americanos”, la plantea como de “sentido común y potente restauración del poder y las prioridades”, consistente con sus intereses de seguridad.

El objetivo habla de relaciones bilaterales con fines comunes, donde habrá “amigos” que bailen la música que les van a tocar: controlar la migración, frenar el narcotráfico y fortalecer la estabilidad y la seguridad por tierra y mar; o sea, sellar fronteras de acuerdo a lo que les indiquen en Washington. La meta, aunque no lo precise por nombre, es eliminar la fuerza económica de China y neutralizar políticamente a Rusia y a sus proxy, como Cuba e Irán, para lo que evalúan aumentar su presencia militar, que no es menor: tres bases en Centroamérica y el Caribe, y 80 instalaciones menores operadas por el Comando Sur.

La estrategia se publicó la víspera de la reunión del viernes de Trump con la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, en medio del sorteo de grupos para el Mundial de futbol. No fue planeado así, pero no dejó de ser irónico. En vísperas del viaje, Sheinbaum le pidió a su asesor externo, Eduardo Cervantes, un análisis de cuáles podrían ser los temas y escenarios que, si se daba una reunión de trabajo, pudiera plantear Trump. Sheinbaum no sabía con precisión qué es lo que iba a pasar, a diferencia de los canadienses que sabían que los tres líderes hablarían sobre el acuerdo comercial norteamericano de manera general.

La estrategia explica que la reconsideración de la presencia militar en América Latina tiene como propósito enfrentar “las amenazas más urgentes”, que a la vez, por el contexto actual, son todavía más urgentes para Venezuela y México, al incluir “despliegues específicos” para reforzar la seguridad en su frontera sur y “derrotar a los cárteles, incluida cualquier fuerza letal necesaria para remplazar la estrategia fallida centrada únicamente en la aplicación de la ley”, lo que muestra que los convenios internacionales y las acusaciones de intervencionismo no son variables que le preocupen a Trump, y menos aún que lo detengan. Las rutas de tráfico humano y drogas son parte central de estas acciones; es decir, considera potenciales operaciones en territorio mexicano.

Estados Unidos no actuaría solo, únicamente con la fuerza de sus cañoneras. El documento señala que “enlistará” –eufemismos para un abanico de significados, desde persuadir y presionar hasta reclutar–, a gobiernos que los ayude a crear una “estabilidad tolerable” en la región, incluso más allá de sus fronteras, y trabajará para “premiar y estimular a los gobiernos de la región, a los partidos políticos y a los movimientos (políticos y sociales en esos países) para que se alineen con la estrategia y sus principios.

El proceso de realineamiento lleva meses construyéndose. En cinco países de la región fueron derrotados en las urnas candidatas y candidatos de izquierda desde que asumió Trump la jefatura de la Casa Blanca hace menos de un año, y otros tantos lo hicieron en los meses previos, instalando a figuras conservadoras o de extrema derecha. En las próximas elecciones en Chile, dentro de dos semanas, existe la posibilidad de que el gobierno de izquierda sea reemplazado por uno de extrema derecha, y que ese sea el mismo camino que siga Colombia en sus comicios del próximo año.

La influencia de Trump ha sacudido la región, donde quiere frenar la penetración económica china mediante el fortalecimiento de las cadenas de suministro para reducir sus dependencias e incrementar la presencia de las empresas de Estados Unidos. Pero no sólo eso. Sin mencionar a China, la estrategia plantea el control de puertos e infraestructura con activos estratégicos –los chinos los tienen en Panamá, Perú y Brasil, pero también en los mexicanos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo, por donde entran los precursores para las metanfetaminas y el fentanilo, y Veracruz, uno de los centros del contrabando de combustible–.

Estados Unidos, dice la estrategia, ha tenido éxito en disminuir la influencia externa a la región en América Latina, al demostrar los costos ocultos de la ayuda que reciben los países, como las “trampas de deuda” –de los chinos, con sus créditos aparentemente a muy bajo costo–, la ciberseguridad –también los chinos a través de sus plataformas de telecomunicaciones y semiconductores, donde desde la administración Biden ha habido fuertes presiones a México para que reduzca su relación con Pekín–, y el espionaje –donde están inmiscuidos rusos, iraníes y cubanos, en varios países, incluido México–.

La estrategia no es una ocurrencia de Trump. Es un llamado a la definición de cada país. “La elección que enfrentan los países es si quieren vivir en un mundo de países soberanos encabezado por los estadounidenses y de economías libres, o en uno paralelo donde están influenciados por países del otro lado del mundo”. Ahí está el dilema. Para Sheinbaum, con un país dependiente en más de 85% del aparato productivo estadounidense, la decisión es mucho más compleja que la que enfrentan otros líderes, al balancearse entre el futuro económico –y lo que significa para el régimen–, sus convicciones ideológicas y las complicidades de su antecesor con los enemigos de Washington.


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