Dialogar con la disidencia
**“No se discuten las cosas”
**Voz de Cuauhtémoc Cárdenas
ESCALERAS: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, la esfinge del siglo XXI, hijo del general presidente, Lázaro Cárdenas del Río, hunde el dedo índice “en la llaga purulenta”. El gran pendiente de las tribus políticas de la izquierda. (Y, también, de la derecha y del centro y anexos y conexos).
Dice: “El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no dialoga con las voces disidentes” (La Jornada, viernes 27 de noviembre, 2025).
“Hay algo que a mí me preocupa mucho: que no haya diálogo. No se discuten las cosas. No se discuten los problemas.
El diálogo se debe abrir con quienes hay discrepancias para alcanzar acuerdos y generar avances en el país”.
Palabra de chamán. Palabra de un político respetado y respetable. Palabra de un hombre mayor, inteligente y lúcido, y sin ninguna tentación política.
PASAMANOS: La vieja escuela priista. Las tribus políticas encaramadas en el poder como enviados por un Ser Superior para salvar a la tierra y a los mortales.
Pero únicamente escuchándose entre sí.
“Aquí mando yo” diría la Fiscal General de Veracruz.
En el sexenio de Javier Duarte solía tener cuatro guardias pretorianos. Adolfo Mota, Érick Lagos, Alberto Silva y Jorge Carvallo.
Los cuatro lo rodeaban y blindaban y ni siquiera el humo del cigarrillo se colaba entre ellos.
¡Ay, la isla impenetrable de Cuitláhuac García con los suyos, anexos y conexos, mesiánicos!
CORREDORES: Dice Cuauhtémoc Cárdenas:
“Es indispensable abrir el diálogo entre los que tenemos diferencias.
Si nos oímos nada más entre los que estamos de acuerdo, muy a gusto y brindamos, qué bueno y para adelante.
Pero creo que hay que habla también con aquellos con que no estamos de acuerdo.
Y a lo mejor encontramos algo bueno.
A lo mejor no.
Pero es algo muy importante”.
BALCONES: Cuauhtémoc describe sin rodeos ni ambages al gobierno federal.
Y por añadidura, a los gobernadores tanto morenistas como priistas y panistas y emecistas.
En la presidencia de la república, el general Lázaro Cárdenas del Río solía agarrar camino a los pueblos donde de pronto estallaba un conflicto social.
Y en aquella demarcación permanecía el tiempo necesario escuchando a las partes y escuchando a todos hasta conjurar el pendiente.
Y viajaba hasta el rincón más arrinconado del infierno.
A diferencia, por ejemplo, del presidente Adolfo Ruiz Cortines con la fama pública de apostar al envejecimiento de los problemas hasta resolverse ellos solitos.
Por viejos.
PASILLOS: Habría, por ejemplo, de preguntarse el número de ocasiones de Nahle reuniéndose “con las voces disidentes” en los últimos doce meses de su sexenio.
Y mucho se duda de una sola ocasión.
Ninguna, pues, hasta donde se sabe si se sabe bien.
Icónica y simbólica, por ejemplo, la relación lejana, distante, mejor dicho, en cero con el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara.
Menos, mucho menos, con los líderes partidistas opositores.
Ella en su mundo feliz y dichoso. (lv)

