Y en Atoyac, un obrero, con impactos de arma de fuego.
Maniatado.
Con narco/cartulina a un lado.
Y el tiro de gracia.
En la congregación Potrero Nuevo.

ROMPEOLAS: Simplemente, saña y barbarie. Alevosía, ventaja y premeditación.
Y perversidad con el tiro de gracia.
Caray, si la persona está muerta, por demás el tiro de gracia.
Pero, bueno, la bilirrubina alcanza decibeles superiores con el tiro de gracia.
Los malos, “creciendo al castigo” de la impunidad.
Ellos, quitando la vida a personas y la mayor parte del ejército incalculable de sicarios y pistoleros en libertad.
Tanta que, por ejemplo, la fiscalía general ofrece 350 (trescientos cincuenta) mil pesos de recompensa a quienes aportan datos para ubicar el paradero de los secuestrados y desaparecidos.
Y también, ajá, para identificar a los homicidas.

ARRECIFES: La vida se ha vuelto dura y ruda. Siniestra y sórdida.
El señor de San Andrés Tuxtla y el obrero de Atoyac en ningún momento los únicos con el tiro de gracia.
El número insólito en los cuatro puntos cardinales de Veracruz sirven, incluso, para un filme cinematográfico de los hermanos Almada.
Los asesinos seriales.
Clint Eastwood con sus famosas películas de tiros, caballos y vaqueros.
El legendario y mítico viejo oeste.
“El arracada”.
La vida, traslapada al cine.

ESCOLLERAS: Después de tantos años de violencia (desde 2011) solo resta, ajá, encomendarse al Ser Superior. Y si se gusta, hasta a la Santísima Muerte. Niña adorada, le llaman.
Nadie, pues, tiene segura la vida. Estar exento de un secuestro, una desaparición, un crimen, una fosa clandestina. De paso, una extorsión.
Vivir en Veracruz, un infierno. Por más y más precauciones se tengan. Por más oraciones hincados en la iglesia.
Basta y sobra con sacar dinerito del banco, digamos, el cobro de la quincena, el cobro de la pensión y hasta el aguinaldo en puerta, para sufrir un asalto. Y con violencia si la persona se resiste.
Y el riesgo de un tiro. Y un tiro de gracia como remate.

PLAZOLETA: Indicativo: por lo pronto, en el primer año del sexenio 2024/2030, asesinados diecisiete políticos.
Más una reportera en Rodríguez Clara.
Y hasta donde se sabe si bien se sabe, la mayoría (la inmensa mayoría), en la impunidad.
Un detenido en un solo caso. El tirador solitario del diputado federal, Benito Aguas, en Zongolica.
Pero al mismo tiempo, del detenido nadie ha sabido más. Ninguna declaración, ajá. Ninguna revelación sobre el asesino intelectual, aquel que habría pagado para el asesinato. Y los motivos.
El caso de los dos hombres con el tiro de gracia en San Andrés Tuxtla y Atoyac en la impunidad.
Dos más. Y en el mismo día. “Veracruz de moda”, claro. (lv)