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Malecón del paseo
Jueves 04 diciembre, 2025

Vivir de esperanzas

**El paraíso celestial
**Historia de la tía G

EMBARCADERO: Las mañanas de cada sábado, el presbítero del pueblo solía impartir la doctrina de la iglesia católica a los niños... En el atrio del curato... Y cada sábado iniciaba jurando y perjurando que el Ser Superior, Dios, era bueno... Pero más todavía, justo, pues en la vida una cosita y un hecho es ser bueno, y otra, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia, ser justo... Varios años después, aquella enseñanza quedó pulverizada

Hecha talco… Y polvo… Y fue cuando en la familia de un chico conocieron la peor desventura de la vida… Una tía, la tía G., nació discapacitada de una pierna…

ROMPEOLAS: Y con los años, la insuficiencia física se extendió en el resto del cuerpo… Y por más y más médicos y especialistas consultados por los padres nunca la pudieron sanar… Con todo, la tía G. era con su señora madre la primera en levantarse hacia las 5 de la mañana para preparar el desayuno en una familia de doce miembros… Los padres y diez hijos… Y la primera en lavar los trastes… Y alistarse para preparar la comida… Y la cena… Y de ñapa, lavar la ropa y en el río y planchar…

ARRECIFES: Siempre callada… Sin pronunciar una palabra… Sin quejarse ni dolerse… Creyendo, incluso, en la palabra sacerdotal de que el Ser Superior la tenía a prueba… Y si pasaba el examen, el paraíso celestial la esperaba en el otro mundo… Años después, la tía G. quedó invalidada de todo el cuerpo y vivía acostada en un catre en el rancho… Y en una recámara… Y como es lógico y natural en tales casos, empezó a llagarse del cuerpo… Inmovilizada como estaba…

ESCOLLERAS: Entonces, aquel chico, ya mayor, recordando al sacerdote predicando la doctrina cada sábado en el pueblo, se preguntaba si el Ser Superior es justo y bueno, más justo, sobre todo, ¿dónde estaba pues nunca en su vida la tía G. un agravio, una duda, sobre la existencia de Dios ni una maldición ni tampoco una negación?... Por el contrario, creyendo y a ciegas en el otro lado del charco… Varias ocasiones se le preguntó a uno y otro sacerdote y siempre la misma respuesta… La fe… La esperanza… Simplemente, la venta de chorizos y rollos… La tía G. era el testimonio inapelable de la existencia del Dios justo… El Dios bueno… Así, con mayúscula, como los padres enseñaban a los niños para referirse al Ser Superior…

PLAZOLETA: Años después, la tía G. falleció… Llagada… Y en el catre… Y desde entonces, y desde antes, para aquel chico y su familia ha sido difícil, cuesta arriba, seguir creyendo en el Ser Superior… Una mañana se le contó la historia al sacerdote José Benigno Zilly… Y con la sonrisa de siempre, dijo: “No hagas caso… Dios siempre pone a prueba”… Pero, caray, ¡qué prueba tan dura y ruda para una mujer buena!... Y lo peor, la vida así… (lv)


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