Un hombre ha fallecido
**Su lección de vida
**Los amigos, una bendición
UNO. Un hombre digno ha muerto
Un hombre ha fallecido. Don José Luis Manica. Durante varios días y noches, agonía intensa. Luchó duro contra las enfermedades. 84 años.
Vecino, respetuoso y respetable. Atento y cordial.
Su saludo cotidiano era el siguiente: “¿Cómo va Nahle? ¿Cómo va Sheinbam? ¿Cómo está López Obrador? ¿Dónde anda Cuitláhuac García?”.
Escuchaba y apenas, apenitas, un monosílabo de respuesta y trepaba a su camioneta para irse a la chamba. Siempre, cerca del fogón empresarial.
Su negocio, la piña. La piña enlatada. En el mercado estatal y nacional. Originario de Loma Bonita, arraigado en la ciudad jarocha.
DOS. El patrimonio de sus amigos
Dos veces por día cumplía “al pie de la letra” su devoción superior. Los amigos. Lecherito en la mañana con unos amigos. Lecherito en la tarde y canillita con otros amigos.
El relato bíblico lo establece de manera universal: “El único patrimonio de los seres humanos son los amigos”.
Gracias a los amigos, estás, eres y trasciendes. Mejor dicho, vives. Y sueles vivir con el acelerador metido hasta el tuétano.
Los fines de semana eran sagrados en su vida. Desayuno con la familia. Su señora esposa. El par de hijas. Los nietos.
TRES. Sonreía consigo mismo
A veces salía de casa con una playera deportiva y pantalón fino. Entonces, abría la puerta del garaje y trepaba en su Ferrari rojo y agarraba la calle y la avenida.
Y miraba al lado izquierdo y derecho saludando con la mano a los vecinos. Digamos, luciendo su Ferrari.
No hablaba. Gritaba. Era su modo de ser y estar. Estilos de la vida.
Pero siempre contento y sonriendo. Sonreía doble. Con los labios y con la mirada.
A veces, sonreía solo. Digamos, sonreía consigo mismo. Acaso evocando una anécdota. Un chiste. Una charada. Viviendo.
CUATRO. Hombre plural
Vivió en paz con todos. Jamás, ni por error, lanzó “rayos y centellas” en contra de una persona. Nunca una maldición. Un improperio. Era un hombre plural.
Tan plural como la mesa de los amigos en el café La Parroquia, 207 años.
Empresarios. Abogados. Constructores. Jubilados.
Nunca don José Luis Manica se jubiló de su negocio. Hasta donde pudo siempre cerca del fogón. Empujando la carreta en cada amanecer.
De manera discreta solía enviar unas piñitas a los vecinos. También manguitos.
A los cinco de la madruga encendía el motor de su camioneta. Y sin escolta ni guardaespaldas tomaba camino a Loma Bonita, la sede de su industria.
CINCO. Lección de vida
Un hombre y un empresario honesto.
Nunca buscó, por ejemplo, estar cerca del poder político. Incluso, y entre más lejos, mejor.
En ocasiones, antes del amanecer, trotaba en el parque del barrio. Y solía detenerse a mirar y admirar a las ardillitas columpiándose en la rama del árbol y en el bejuco de los cables eléctricos.
Y a mirar también a las palomitas disputando en la banqueta los mendrugos de un señor de la sexta década dándoles de comer cada mañana.
Un hombre bueno y justo ha fallecido.
Un padrenuestro y una Ave María por su eterno descanso. (lv)

