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Viernes 07 noviembre, 2025

Fiebre por las motos

**Chicos “halcones”
**Sueñan con un Ferrari

UNO. Fiebre por las motos

Hay una fiebre creciente y descarrilada por las motos y motonetas. Desde niños y adolescentes y jóvenes hasta los chavo-rucos.
La nostalgia, quizá, de los hippies en Estados Unidos en el siglo pasado cuando viajaban con una barbie con shorcito diminuto, guapa,

preciosa, bella, hermosa, como copilotas.
El uso de motos como el medio de transporte más rápido para huir los malandros y sicarios de los atolladeros luego de rafaguear a una persona en la calle con circulación embotellada.
En el siglo pasado, por ejemplo, la primera vez cuando fue utilizada una moto para matar a un jefe policiaco, Donato Meza, sucedió en el Centro Histórico de la ciudad jarocha.

DOS. Chicos “halcones”

Ahora, en todos los pueblos la venta de motos. Y en abonos. Y circulan tantos, tantos, pero tantos, y constituye una proeza, una hazaña, incluso, un milagro, distinguir entre los buenos y los malos.
Más, cuando en la delincuencia organizada se habla de “los niños y jóvenes halcones” con el chegaray aleteando para avisar a los narcos de raras y extrañas presencias.

TRES. Veracruz, campeón

En “Dominga” de Milenio, el cronista José Ramón Huerta documenta la existencia de motos en el país.
Entre los estados liderando el uso de motos está Veracruz.
Primer lugar, el Estado de México. Segundo, Jalisco. Tercero, la Ciudad de México. Cuarto, Guanajuato. Y, quinto, Veracruz.
“Veracruz de moda”, pues.
Ya se sabe, y como suele acontecer en todos los niveles de la vida, el trascendido de motos fifí.
Barbies, por ejemplo, de unos quince a veinte años de edad, cuerpos esculturales, caderas incandescentes como la chica de Ipanema, piernas exquisitas, con blusita y shorcito cortito, paseando en el malecón y el bulevar y la avenida con paso a desnivel “como almas perseguidas por el diablo”.

CUATRO. Desfile de motos

De vez en vez, y como en los filmes cinematográficos de Estados Unidos en el siglo anterior, desfile de chicos en sus motos en las avenidas principales.
El gusto, la fascinación, el éxtasis, de tripular una moto.
Y, claro, la locura total y absoluta con una chica a un lado.
Como los hippies norteamericanos lo establecieron desde la república más poderosa de la tierra.
Por desventura, se insiste, las motos, preferidas por la delincuencia organizada para asesinar.
Es más, el piloto manteniendo el equilibro y el copiloto armado rafagueando personas, automóviles, casas particulares y negocios.
Y perdiéndose en las calles y avenidas del día y la noche salvaje, eruptiva, de Veracruz.
“¡Algún día a tus playas lejanas he de volver!”, pero cuando Veracruz, quizá, quizá, quizá, esté pacificado.

CINCO. Devastador estrago sicológico

Los ciudadanos comunes y sencillos, las familias, los padres, los tíos, los abuelos, apenas, apenitas, escuchan el aleteo de una motocicleta acercándose en automático olfatean, sienten, una presencia nociva.
Como si “la muerte tuviera permiso”.
Desde luego, nunca siempre es así.
A tono, digamos, con la moda fifí de la moto.
Una especie de viaje esotérico a la ficción donde cada persona encaramada en la moto siente rozar el cielo con la yema de los dedos.
Y sentirse “chingona, muy chingona”.
Y, bueno, ante la incapacidad de manejar un Ferrari deportivo y de color rojo, basta y sobra con usufructuar una moto. (lv)


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