La vieja estación de Querétaro, en riesgo
Francisco Ortiz Pinchetti/Tomado de Sin Embargo
A la memoria de mi entrañable hermano Humberto José, a un año de su partida.
QUERÉTARO. En noviembre de 1963 llegué en tren a la capital queretana por primera y única vez.
Aunque han pasado desde entonces 62 años, aún conservo intacto el recuerdo de aquella estación porfiriana de estilo inglés. Me emocionó ese ambiente único de las terminales ferroviarias de antaño, con su bullicio de vendedores, el silbido de la locomotora y la campana que anunciaba la próxima partida, el trajín de maleteros que ayudaban con su equipaje a los pasajeros de primera clase, notoriamente bien vestidos y algunos hasta elegantes.
Me acompañaba un amigo, compañero de la preparatoria, de nombre Vicente Gómez, de quien hace mucho tiempo no tengo noticias. Era un viaje de paseo, sin otro objetivo que aprovechar nuestras vacaciones para visitar algunas ciudades del centro del país. De nuestra breve estancia en Querétaro (apenas dos días) la llegada en el ferrocarril y luego la salida por esa misma vía hacia Irapuato, fueron quizá los momentos más emotivos. O al menos los que ahora recuerdo con innegable nostalgia.
Durante una nueva estancia esta semana en la bella ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, declarada por la UNESCO en 1996, acudí a la vieja estación ubicada en la calle Héroe de Nacozari, para toparme con la sorpresa de que está impecablemente conservada, hermosa, convertida en un centro cultural y pequeño museo en el que destaca la sala de espera de primera clase (que conserva intactas las bancas originales de fina madera, la oficina del inspector con su máquina de escribir Remington y su calculadora de palanquita y las taquillas de boletos), así como un salón del piso superior en el que se guarda un par de maquetas, con la estación, las vías, los talleres y los trenes a escala que funcionan maravillosamente, aunque sólo se puede visitarlos los fines de semana. Y me clavé a conocer un poco más de su historia.
Este edificio, cuya construcción inició en 1903 y fue inaugurada oficialmente el 3 de octubre de 1904, hace 121 años, por el entonces Gobernador Francisco González de Cosío, se erigió como la segunda en antigüedad y más importante estación de la ciudad. Conocida originalmente como la Estación González para el Ferrocarril Nacional de México, consolidó a Santiago de Querétaro como un nodo vital para el transporte de pasajeros (en sus clases Primera, Segunda y Tercera) y carga entre la capital y el pujante Bajío.
De estilo inglés y dos plantas, la estación destaca por su fachada de cantera rosa y cantera gris de tipo almohadillado --materiales endémicos de la región--, sus vigas de madera y su detallada herrería, que remata con la letra "Q", alusiva a la ciudad de Querétaro. Conserva aún sus techados de tejamanil, su torreón, sus chimeneas de ladrillo y sus portones de madera originales.
Su edificación a principios del siglo 20 no sólo modernizó la ciudad en ese entonces de apenas 33 mil habitantes, sustituyendo a los arcaicos sistemas de carretas, sino que también delimitó la expansión urbana, sirviendo como la frontera entre el centro histórico y los barrios populares, impulsando el comercio y la industria local.
Tras el cese del servicio de pasajeros en 1996, el inmueble fue declarado Monumento Histórico por decreto presidencial en 1986. En 2003, fue donado por Ferrocarriles Nacionales al municipio y, desde entonces, funge como un dinámico Centro Cultural y Museo del Ferrocarril, preservando la memoria histórica con talleres, exposiciones y la mencionada maqueta a escala.
La mayor relevancia histórica de la estación se forjó en el fragor de la Revolución. El 24 de noviembre de 1916, la estación se convirtió en el punto de arribo del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, y su comitiva. Este viaje, iniciado en medio de la inestabilidad nacional, tuvo un propósito fundacional: establecer a Querétaro como la Capital Provisional de la República y ser la sede del Congreso Constituyente.
La elección de la ciudad se debió, en gran parte, a su posición estratégica y su excelente conexión ferroviaria con el centro y el norte. La estación fue testigo de la multitudinaria recepción y de la llegada de los diputados que, semanas después, promulgarían la Constitución de 1917. La quietud y el control logístico que ofrecía el ferrocarril fueron cruciales para el desarrollo de este evento que redefinió a la Nación.
Hoy, las vías de la antigua estación, y el inmueble mismo, vuelven a estar en el centro de la polémica con el resurgimiento del proyecto del tren de pasajeros México-Querétaro, una de las obras de infraestructura prioritarias del actual Gobierno Federal.
Según ha anunciado el Gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, la estación terminal de la ruta México-Querétaro se construirá en el municipio de El Marqués, conurbado con la capital del estado, cerca del aeropuerto queretano. Y la antigua estación ubicada a orillas del centro de Querétaro, será ahora sólo una parada de paso, rumbo a Irapuato, Guanajuato, que será una extensión del trayecto.
El principal conflicto radica en la ubicación de esa estación (no terminal) en la capital queretana. Aunque se ha evaluado la posibilidad de construir un edificio moderno en las cercanías de la Antigua Estación (incluso con la propuesta de nombrar a la nueva terminal "La Corregidora", para variar), esto ha levantado alarmas entre especialistas, urbanistas y defensores del patrimonio.
El riesgo se centra, dicen ellos, en el colapso vial y urbano que generaría una nueva estación de alta afluencia en una zona ya consolidada y cercana al Centro Histórico, cuyo perímetro “A” es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Es obvio, además, que la utilización de la antigua estación para incorporarla al nuevo proyecto podría significar la alteración arquitectónica e incluso la destrucción parcial o total del histórico recinto y de sus instalaciones, muebles y otros enseres que hasta hoy se conservan en el museo, que está a cargo de la dirección de Cultura del Municipio de Querétaro.
Las autoridades se debaten entre la eficiencia de usar el antiguo derecho de vía, que pasa por la estación, o buscar alternativas en la periferia, como la zona de Carrillo Puerto o en las inmediaciones del Parque Alcanfores, para mejorar la conectividad sin sacrificar el patrimonio. También se contempla ubicarla en la antigua estación de carga, distante un kilómetro de la histórica estación de pasajeros.
En medio de una paradoja, la decisión final definirá si el histórico edificio de 1904 se convierte en una víctima del desarrollo o si su legado puede convivir en armonía con la modernidad del nuevo ferrocarril. Como pueden constatar, sin querer queriendo me involucré ya en la defensa de este inmueble patrimonial, sencillamente insustituible. Válgame.

