Y en el campo deportivo.
En el poblado Mesillas.
Los plomazos le originaron la muerte instantánea.
Jorge Jesús F. H. se llamaba.
Y en Acayucan, de igual modo, el terror. Y el pánico. Y el miedo. "Y el miedo al miedo".
Bombas molotov lanzadas contra la casa de la presidenta municipal.
Rosalba Rodríguez Rodríguez.
Incluso, desde el principio del cuatrienio (por terminar) la vida política en Acayucan en el infierno.
No hubo heridos.
Únicamente incendio sofocado con extintores.
En la madrugada del miércoles.
Los hechos... como son.
Y en ningún momento "aislados" como cacarea el gobierno del Estado, sino un reflejo, un testimonio de la peor derrota del llamado Estado de Derecho.
Aquel que en teoría garantiza la seguridad en la vida y los bienes.
Más en la vida, porque los bienes van y vienen... si regresan.
Once meses después de iniciado el "Segundo Piso de la Cuarta Transformación en Veracruz", los días y noches en la incertidumbre, la zozobra, la inseguridad y a impunidad.
En cada amanecer, secuestros.
Desapariciones.
Extorsiones.
Feminicidios.
Crímenes.
Y fosas clandestinas.
¡Ah, hosanna, hosanna!:
En cada caso desventurado, la autoridad alardeando que la policía ya investiga.
Y que pronto, antes del cántico del gallito bíblico, los malandros serán detenidos.
Y encarcelados.
Y procesados.
¡Puro rollo!
Los tiros y las balas perdidas rebasando por la izquierda, el centro y la derecha al "Veracruz de moda".
Incluso, si a un periódico impreso se le sacude resbala sangre.
Y si se le vuelve a zangolotear caen huesos.
Y otra vez se le zarandea caen cadáveres.
Son los hechos.
Los hechos concretos y específicos.
En los cuatro puntos cardinales del territorio jarocho se vive con miedo.
El miedo, digamos, cuando Adolf Hitler y José Stalin ordenaban la cacería de judíos y adversarios, opositores y enemigos a media noche.
Y sus policías entraban a los departamentos y casas "a madrazo limpio" y se llevaban al jefe de familia.
Y a otro pariente bajo sospecha.
Y en los bosques los asesinaban.
Y sepultaban en fosas clandestinas.
Nadie, pues, en Veracruz, tiene la vida garantizada ni comprada.
Nadie.
Ni siquiera, vaya, los pudientes con sus escoltas y camionetotas blindadas.

2 (Población, en la mira)

Los malos en contra de la población indefensa.
El menor asesinado en Yanga.
La mujer, una política, bombardeada en Acayucan.
Antes, mucho antes, en el sexenio de Javier Duarte, el rafagueo se concentraba en los hombres malandros.
Sicarios contra sicarios.
Pistoleros contra pistoleros.
Carteles contra carteles.
Ahora, la población civil donde toda esperanza está derrocada.
Muerta.
Y por más y más palabrerío hueco del Estado, la simple y concreta y dura y ruda verdad es la incapacidad manifiesta oficial para garantizar la seguridad en la vida.
La vida... lo más importante.
Así acusen de lo que acusan a los inconformes y a quienes "les guste o no les guste".
Ante el escurridero de sangre en calles y avenidas y pueblos y ciudades y latitudes geográficas el discurseo de que fuimos elegidos para ejercer el poder y gobernar durante seis años.
En cada secuestrado…
Desaparecido...
Asesinado... la grandeza (ajá) de las tribus políticas.
Y de ñapa, asestándose "golpes de pecho" declarándose víctimas. (lv)