Y afuera de un domicilio en la colonia INFONAVIT Tulipanes.
Entonces, escucharon gritos en una casa.
Era una persona secuestrada. Plagiada. Atada de pies y manos.
Y actuaron.
Fue cuando los militares detuvieron a Daniel Eduardo V. C. y quien tenía una pistola, celular y otros objetos.

PASAMANOS: Daniel Eduardo quedó preso.
Y once años después, un juez lo acaba de sentenciar a 27 (veintisiete) años de cárcel por los delitos de secuestro.
Y portación de arma de fuego y sin licencia para usarla.
Era, trasciende el boletín, jefe de una banda de secuestradores.
Además, jefe de un brazo armado de la delincuencia organizada.
Un cartel. Quizá un cartelito. Sicarios y pistoleros y malosos y malandros a sus órdenes.
Y hasta donde se recuerda si se recuerda bien, Daniel Eduardo es, sería, será, el primer narco jefe de una banda detenido, procesado y condenado.

CORREDORES: Sabrán el chamán y los expertos las razones de peso y con peso por las cuales Daniel Eduardo fue detenido hace once años.
Y apenas, apenitas, un juez le está dictando sentencia.
Será, digamos, porque hay mucha, demasiada, excesiva chamba, con todo y que el trascendido de narcos capturados y sentenciados anima y reanima la vida civil, tan llena de incertidumbre y zozobra en el Veracruz que trota con el campeonato nacional en secuestros, desaparecidos, extorsiones, feminicidios, crímenes y fosas clandestinas.
Será porque los narcos tienen buenos abogados y quienes van ganando instancias hasta que de pronto, “el destino los alcanza”.
Pero, así como anda Veracruz “patas arriba” y tan revuelto y convulsionado, caray, mucho esperan los ciudadanos de a pie y motorizados “una justicia pronta, rápida y expedita” para, entre otros hechos, mantener intocable la fe en la autoridad.

BALCONES: En el imaginario colectivo, real y ficcional, pesa “la cruda verdad”:
Entre más años pasen de impunidad y/o de una justicia lenta, mucho más los sicarios y carteles se crecen y multiplican.
Todos ellos saben, observan y escudriñan que por un lado cometen ilícitos. Y por el otro, nadie los detiene.
Entonces, “la muerte (y fechorías anexas y conexas) siguen teniendo permiso en un Veracruz impune.

PASILLOS: Más porque si once años después, Daniel Eduardo fue condenado, caray, con los once años que lleva preso únicamente le faltan o faltarían 16 (dieciséis) años privado de la libertad.
Más los años abonados por buena conducta en la prisión, menos.
Más un mejor equipo de abogados, menos.
En una de esas hasta “antes de que el gallito bíblico cante tres veces” alcanzaría libertad.
Y como premisa universal, otra vez de regreso a su hábitat natural. (lv)