Reorientar la vida
**La autocrítica
**Mirarse por dentro
UNO. La santa autocrítica
Una de las grandes enseñanzas del maestro, escritor y filósofo, Jean-Paul Sartre fue que siempre vivió cuestionándose a sí mismo.
Nunca dejó de evidenciarse sobre si la forma de pensar, actuar y ser estaba en el camino correcto.
Digamos, en el lado exacto de la libertad y de la dignidad.
Y el respeto a la dignidad de los otros.
Y si jamás “se pasaba de tueste” en el trato a los demás tanto colegas en el oficio como colegas en la escuela y colegas en el salón de clases y colegas en la política y el periodismo y la literatura.
DOS. Reorientar la vida
De hecho y derecho, la llamada autocrítica para, y en todo caso, reorientar las estrategias atrás del camino determinado.
Una mirada sobre sí mismo.
Además, a sangre fría. Sin contemplaciones, alabanzas personales ni tiradero de incienso.
Y, claro, atrás de las metas a corto, mediano y largo plazo trazadas.
Antes, mucho antes de criticar al resto de sus iguales, los avances de cada día en el cernidor de una autopsia personal.
Vivir los días y las noches con la lupa en la mano. Abiertos a los yerros y errores para mejorar la naturaleza humana.
TRES. Rechazó Nobel de Literatura
Tan autocrítico era que, por ejemplo, rechazó el premio Nobel de Literatura.
En nombre de sus ideas.
También rompió la amistad con el escritor y Nobel de Literatura, Albert Camus, por diferencias ideológicas.
En contraparte, desde París donde vivía se trasladó a Cuba para platicar con Ernesto el Che Guevara, la gran figura mitológica de “Los barbudos” encabezados por los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz.
Vaya, el Che lo citó en su oficina como ministro de Economía hacia las dos, tres de la mañana, y allí estuvo.
CUATRO. Sin agraviar derechos humanos
La vida, pues, vista desde la serenidad, la mesura y la prudencia para mejorar en la relación cotidiana y sin agraviar los derechos humanos.
Cada día acostumbraba a apartar un espacio para la reflexión y escudriñarse a sí mismo en las cosas y hechos desempeñados.
Filósofo, académico, polemista, su alteza de miras era la de un gigante. Y siempre mirando lejos soñando con la perfección en el pensamiento y en los actos.
Vaya, día existió cuando endiosó a José Stalin, el dictador ruso que dejara veintiocho millones de muertos con la guerra contra Adolf Hitler.
Luego, Stalin lo desencantó y marcó su raya.
Fue la misma adoración que en momento estelar tuvieron los escritores Máximo Gorki y Pablo Neruda, aun cuando después ambos rompieron con Stalin.
CINCO. La vida como un todo
Nada, entonces, tan efectivo (y sin entrar en moralinas) como cuestionarse a uno mismo.
En la vida. La cuestión ideológica. El terreno laboral. Con los amigos. La familia. Las personas amadas.
Incluso, hasta con las creencias religiosas.
Y, claro, con los adversarios, opositores y enemigos.
Y cada uno con sus principios y valores universales. (lv)