Historias aldeanas
**Sin cine y librerías...
**En el pueblo...
**Forma de vivir
UNO. Inventar historias y apodos
De acuerdo con el cronista Alberto Salcedo Ramos, en los pueblos donde carecen de una sala de cine para mirar y admirar las películas de Pedro Infante, Jorge Negrete y Emilio “El Indio” Fernández
Y de una biblioteca municipal para leer y releer a Julio Verne…
La gente inventa historias locales. Y de sus paisanos.
Incluso, pueblos donde para divertirse, como en Alvarado, inventan apodos a la población y los sobrenombres trascienden, incluso, de padres a hijos.
Y se vuelven hereditarios.
En Alvarado, por ejemplo, la Casa de Cultura recopiló los apodos de la mayoría y los escribió en un libro que fue publicado con el sello institucional.
DOS. “Pueblo chico, infierno grande”
En Soledad de Doblado, por ejemplos, algunas historias electrizantes, “la comidilla del día en pueblo chico, infierno grande”.
La historia de “La seiscientos”, porque era el precio que la mamá cobraba por el servicio sexual de su hija, una chica con las caderas de la chica de Ipanema con su dulce “bamboleo camino al mar”.
La historia de la señora B., una trabajadora sexual en el único burdel a quien un campesino sacó de laborar y le puso casa y procrearon hijos y la mitad del pueblo y la otra mitad la terminó respetando porque era devota en la iglesia.
La historia de la señora A., quien casada y con hijos era liviana para las tentaciones corpóreas y en el trascendido de que le gustaban quinceañeros para iniciarlos en las artes amatorias incandescentes.
TRES. Pobre y galán
“El medio metro”, apodado así un albañil chaparrito chaparrito, flaquito, esmirriado, morenito, con la dentadura a media y quien siempre chiflaba una canción y admirado por los hombres y las mujeres porque siempre tenía en su casita en un patio de vecindad viviendo a tres mujeres al mismo tiempo.
Y cada una con un hijo.
Una de las mujeres se encargaba de cocinar y guisar cada día.
Otra de la limpieza de la casa y la lavada y planchada de ropa.
Y la tercera, de cuidar a los niños.
En las noches, “El medio metro” elegía a la mujer para acompañarlo en el viaje nocturno en el tálamo nupcial.
Y las tres mujeres, dichosas y felices en su paraíso terrenal.
CUATRO. Gay y animalista
La historia del presbítero gay, quien además de tener en la casa parroquial a un efebo de cabecera también era animalista y tenía en el curato y en el templo a unos veinte perritos.
El señor R., molinero, famoso porque siempre saludaba desde lejos a un conocido con una sonrisa gigantesca y con la mano extendida y con el siguiente saludito:
“¡Chinga tu madre… Chinga tu madre!”.
Y el famoso “Chupa-cabras”, y quien llegara al pueblo en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari como una señal inequívoca del gobierno para distraer a la población de los graves pendientes sociales.
CINCO. Entre la realidad y la ficción
Mitad historia real y mitad historia ficcional, el trascendido de que cuando al pueblo llegó un ejército de petroleros a chambear en la exploración de pozos, las chicas se afiebraron y enloquecieron y muchas terminaron huyendo con ellos.
Y en la inteligencia de que la mayoría estaban casados y con hijos.
Incluso, el mismo caso cuando llegaban los cirqueros y las chicas enloquecían con los trapecistas y los entrenadores de leones y tigres y de pronto les nacía una vocación cirquera y se iban con ellos.
Así nomás.
De la noche a la mañana.
Y sin avisar a la familia.
Mucho, demasiado, la población se divertía y entretenía para echar tijera con un cafecito de olla. (lv)