En Guanajuato, de donde son originarios la mayoría de niños presos en Texas, más de cien llamadas telefónicas a EU para saber el destino de los menores.
La más dura y pesada política de derechos humanos en contra de los niños en el país vecino.
La misma república que antes, mucho antes, persiguió a la gente de color.
Y luego, a los migrantes.
Y de paso, asesinó a par de presidentes de la república.
Uno, Abraham Lincoln.
Dos, John F. Kennedy.
Y, claro, a su hermano Robert, procurador de Justicia de la Nación y candidato presidencial.
Y al pastor de color, Martín Luther King.
Ni hablar, una cosita es la persecución implacable en contra de los padres migrantes sin papeles.
Perseguidos en las iglesias y los templos.
Y en los negocios donde laboran.
Y en sus casas.
Y hasta poniendo precio a quienes norteamericanos los cacen.
Y otra cosita, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia, la feroz cacería de niños.
Maltratos.
Humillaciones.
Ofensas.
Terrorismo a los infantes.
Todo, porque los migrantes huyeron de sus países luego del fracaso económico y social en la búsqueda de un empleo.
Un empleo digno.
Estable.
Pagado con justicia laboral.
Y como todas las puertas y ventanas estaban cerradas a partir de salarios pichurrientos y jornadas extenuantes...
Y ante la incapacidad de las tribus políticas para animar y reanimar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas y obreras...
Entonces, "quemaron sus naves en Veracruz" (y el país) y huyeron.
En muchos casos, cargando a los hijos al hombro.
Exponiendo la vida de todos en el cruce del río Bravo y el desierto.
Cazados por los rangers.
Y desde helicópteros con la policía migratoria y con luces para buscarlos en medio de los matojos en el desierto en el transcurso de la noche.

2 (Niños en el mundo)

En la Franja de Gaza, miles de niños asesinados por las bombas nucleares de Israel.
Y con su presidente, Netanyahu repartiéndose el mundo y quedando bien con Donald Trump proponiéndolo candidato al Premio Nobel de la Paz.
En Somalia, la hambruna.
Miles de parejas de color del continente africano viajan con sus hijos sobre el mar Mediterráneo y expuestos a la muerte de los menores en un desaguisado en altamar.
Y los niños sin vida arrastrados por la corriente a las playas de Turquía.
Los niños indígenas de Veracruz, por ejemplo, durmiendo en el pupitre en el salón de clases por la mitológica anemia y desnutrición.
Más de mil niños huérfanos en el territorio jarocho luego de quince años de tantos y tantos tantos feminicidios.
La mayoría, en la impunidad.
Y en EU, los niños hijos de padres migrantes y sin papeles, presos durante 72 horas listos para la deportación.
Y ni hablar, "la vida es así (de dura y ruda y cruel) y qué le vamos a hacer".
La vieja filosofía católica de "dejar que los niños se acerquen a mí" un rosario de buenas intenciones.
En las peores cañerías sociales. (lv)