Quince años de tiros y balazos. De hecho y derecho, una guerra, digamos, entre las corporaciones policiacas y los carteles.
Y en medio del fuego, la población civil.

PASAMANOS: Lo más duro y rudo es, ha sido, será, la pérdida de los seres amados.
Padres. Hijos. Hermanos. Tíos. Sobrinos. Incluso, abuelos.
Peor tantito: probado y comprobado que lo único que en los cuatro puntos cardinales de Veracruz han crecido y de manera exponencial son los cementerios.
Y las fosas.
Y los ríos y lagos convertidos en panteones privados de los malandros.
La batalla diaria está en sobrevivir.
En el inicio de la mañana soñando con llegar vivos a la noche.
Y en la noche soñando con vivir al día siguiente.
El asuntito es tan delicado que, por ejemplo, se llega y como “buenas conciencias” a evitar hablar en público, con los demás, con la familia, con los amigos, de los tiros y balazos.
Tiempo existió cuando en la escuela primaria los profes enseñaban a los niños a tirarse en piso si escuchaban tiros por ahí, en la calle.

CORREDORES: El llamado cobro del derecho de piso de los malosos germinando en el surco fértil.
Desde comercios y restaurantes hasta fonditas de antojitos.
Y quienes se nieguen, ni modo, enfrentando la violencia más dura y canija.
Incluso, llegan al cierre del negocio y que sirve a la familia para el sustento y garantizar la despensa familiar.

BALCONES: La violencia carcomiendo la vida diaria en las familias.
Peor, mucho peor en los hogares donde un pariente está secuestrado. Y como están los hechos, hasta ejecutados.
Más, mucho peor, cuando un pariente está desaparecido. Y caminan las horas de los días y las noches, sin ninguna noticia.
Y sin ninguna noticia cuando, por ejemplo, la familia ha cubierto la recompensa solicitada.
Al ratito, el cadáver del familiar aparece tirado en una calle, una avenida, una barranca, a orilla de un cañaveral.

PASILLOS: Hay protestas de los familiares victimizados. Pero de poco o nada han servido, pues el índice de zozobra, incertidumbre e inseguridad se multiplica como los peces y los panes.
Tantito peor, y de ñapa, deteriorando la salud mental y emocional de la población.
Y más de las familias con hijos y parientes asesinados, secuestrados, desaparecidos y el trascendido de la sepultura en fosa clandestina.
En medio del lodazal social, lo importante (y sin que suene a vocerío sicológico) es mantener la confianza y la fuerza espiritual en uno mismo, pues, y como dice el viejito del barrio, la vida sigue. Dura y ruda. (lv)